Berlusconi mostró el camino. El camino que lleva de empresario a líder político; el camino que lleva desde el club de fútbol (quien dice Milan dice Boca Juniors) al poder de la representación ciudadana. Berlusconi mostró el camino, sí; pero ahora Mauricio Macri, nuestro Mauricio Macri, le ha dado una verdadera lección. Sabemos en qué clase de líos se ha metido el Cavaliere. Algo más, mucho más, que los macaneos de calavera del apagado Mark Sanford, gobernador republicano de Carolina del Sur, con su trampa a distancia y la antiquísima excusa del viaje de negocios. Berlusconi descree de la prudencia en este rubro no menos que en otros: lo suyo es la residencia oficial colmada de chichis, a las que por si fuera poco postuló graciosamente para algún cargo electivo. Lo suyo fue el despilfarro, el mero goce consumista, tirar la guita, manteca al techo, dilapidar. Y así fue que se perdió en los vericuetos que comunican, no precisamente en el sentido en que lo enfocara Michel Foucault, la política con la sexualidad.
En cambio Mauricio Macri razonó como empresario, como empresario de verdad. Una cámara ladina registró sus pareceres en respuesta a las denuncias de Pino Solanas sobre los prostíbulos existentes en la Ciudad de Buenos Aires: “Pino, hay que darle trabajo a Constitución; yo puse una tintorería y un prostíbulo, una tintorería y un prostíbulo. Porque si no las sábanas están sucias, Pino”. Ahí donde Berlusconi malgasta, Mauricio invierte; ahí donde Berlusconi consume, Mauricio produce. Cada uno con su estilo de hacer chistes, pero sólo uno con el instinto genuino del empresario cabal. Prostíbulos y tintorerías, negocio redondo, trabajo y prosperidad. Que no digan después que no hay proyectos para la zona sur de la Ciudad.
Por algo el pueblo vota empresarios. Y deja las moralinas del progresismo en el desdoro flagrante del segundo lugar. Es cierto que la propuesta del jefe de Gobierno fue musitada off the record; pero ¿dónde, si no off the record, van a decirse las verdades más sinceras? Por lo demás, Mauricio sabe bien que las sábanas sucias se lavan en casa: en secreto y sin ventilar.