Pecamos de soberbia, Sanpa. Muertos como estábamos, nos arrodillamos frente al Messías para pedirle que nos salvara de la eliminación en el partido contra Ecuador. Cumplimos con todas las cábalas. Hicimos las promesas de ocasión. Dejar de fumar, de tomar, de comer, de putear, de evadir, de coimear, de zafar, de hacer alguna trampa al menos por una semana. En fin, el sacrificio que fuera necesario. Y el hijo de Diego cumplió. Todos fuimos uno en el grito y el abrazo. La santísima trinidad del fútbol, Maradona, Messi y nosotros, los hinchas, hizo el milagro. La Selección argentina resucitó.
En cuanto el pito dio por terminado ese partido, con la clasificación asegurada –más el polvo extra de dejar a Chile afuera– pasamos sin escalas, de la casi humillación a prepotear con la clásica arrogancia argentina que nos distingue en el mundo. No faltó la típica, boluda, excusa para justificar el sufrimiento –“las eliminatorias son más difíciles que el Mundial”– dicha por los que opinan y las saben todas el día después, según sea el resultado.
“Los invictos” (como llamaba un entrenador a los periodistas deportivos, “porque ustedes nunca pierden”), que advertían antes de Ecuador “somos un desastre”, como si supieran algo que los demás aficionados no, con la clasificación asegurada se subieron al avión de la victoria que los llevaba a Rusia. Desde arriba, asomados a la ventanilla, con el viento inflando la camiseta puesta, decían ahora: “Argentina es candidata a ganar el título”.
Era una sentencia indiscutible, inapelable, que no admitía recurso de duda ni de amparo hasta que España nos dejó en los cachetes la marca de su mano con seis dedos. Cinco minutos después del baile, los mismos que después del amistoso y de la victoria contra Italia consideraban a varios con los números puestos y decían, por ejemplo, que Willi Caballero debía ser el arquero titular, ya estaban pidiendo otra vez, “que se vayan todos”.
Este breve repaso, Sanpa, como ya habrás comprendido, no apunta al dedo índice, el “te lo dije”, hacia vos, o tal, o cuál jugador, ni a remover el cuchillo en la herida, sino a dejar que ya pasados unos días la derrota coagule y solo duela como recuerdo al repasar alguna estadística. Más aún, si a tal pecado de soberbia le correspondía semejante castigo, bien pagada está ya la condena y cumplida la pena.
De lo que se trata ahora, Sanpa, es de saber si se puede iluminar algún camino para ver por dónde seguir. En la duermevela, como para entretener el insomnio, pensaba anoche que tal vez ayude esta modesta idea: ya que en los próximos cincuenta días no hay más amistosos ni posibilidades de entrenamiento con todos los que están afuera, ¿por que no hacer un equipo B con los que estén disponibles acá? Si los de afuera (Messi, Aguero, Higuain, Otamendi y demás) son ya parte de lo que llamaríamos el equipo A, en Buenos Aires podrías ensayar con uno B ( Bustos, Tagliafico, Pablo Pérez, Lautaro Martínez, Pavón, entre otros). Llegado el momento de tenerlos a todos, juegan entre sí –como en los clubes cuando entrenan titulares contra suplentes– y de la mezcla sale el equipo. No sé si esto sirve, pero al menos calma los nervios. Es algo para hacer en el mientras tanto, además de ver videos y de dibujar flechas en los papeles.
Si acaso te acercaran estas líneas, Sanpa, y quisieras agradecer la idea, el gesto, la comprensión, la intención de ayudar y la buena voluntad, no te molestes, no hace falta. Clasificar, pasar los octavos, llegar a cuartos de final, a semis, estar ahí otra vez, es un intenso y secreto deseo compartido por todos aquellos que aspiramos a suturarle la boca a los que solo entienden el fútbol como negocio. La de ellos consiste en esperar a ver cómo sale y qué conviene para hablar después y babearse frente a los que ganan o denigrar, maltratar, difamar, deshonrar esfuerzos, trayectorias y nombres de los derrotados. En cambio, nosotros sentimos que el juego nos pertenece, que fuimos y somos esos pibes, aunque ahora solo estemos para hablar y alentar, en las buenas y en las malas.
Y aquí seguimos, en mitad de la noche, cuando aún no amanece, rogándote: San Paoli nuestro que estás en Ezeiza, santificado sea el Messias y los apóstoles que marquen en el medio, suban por los laterales y caminen por las piedras en los centros cruzados, cuídanos de los contraataques, practica pelota parada, perdónalo a Higuain así como nosotros perdonamos a Mascherano, más líbranos de Fantino y de todos esos miserables, amén.
*Periodista.