Ya sea por medio de declaraciones o, más importante aun, a través de acciones concretas recientes (que van desde la realización de frecuentes contactos con los periodistas hasta el anuncio de un acuerdo con Repsol que permita poner punto final al proceso litigioso que se inició con la expropiación que tuvo lugar a principios de 2012), resulta claro que algo cambió en términos económicos durante los últimos días.
Si bien todavía no está claro hasta dónde llegarán los aires de cambio que se respiran por estos días, teniendo en cuenta que los funcionarios no han dado aún señales concretas en cuanto a la profundidad de éstos, lo cierto es que, más allá de lo que se decida hacer (o no hacer) en el plano doméstico, resulta un ejercicio no trivial analizar cuál será el escenario internacional (en cuanto a las variables más relevantes para la dinámica económica interna) que enfrentará Argentina durante 2014. Es que, frente a un escenario macroeconómico local complejo, el contexto externo puede desempeñar un rol importante en términos de la incidencia sobre las posibilidades de éxito o fracaso de las iniciativas que el “nuevo” equipo económico intente llevar adelante.
Si bien hay varios factores externos que afectan el día a día de la actividad económica interna, por razones de simplicidad, hemos centrado el análisis en cuatro ítems principales: 1. Tasa de crecimiento real del PBI brasileño; 2. Spread de riesgo soberano emergente; 3. Precio internacional de las principales commodities agrícolas y 4. Poder adquisitivo del dólar norteamericano en el mercado brasileño.
Mediante la combinación de estas cuatro variables, hemos construido el Indice de Condiciones Externas (ICE) para Argentina. Un aumento de dicho índice debe ser interpretado como una situación en la que, en promedio, el contexto internacional está “empujando” el crecimiento económico en Argentina, y viceversa.
Si se analiza la dinámica del ICE durante los últimos años (desde 1994 hasta hoy), lo primero que salta rápidamente a la vista es el cambio de tendencia que se produjo a partir de 2002. Dicho cambio de tendencia se hace aún más notorio como consecuencia de lo negativas que fueron, en general, las condiciones externas para Argentina durante el período 1998-2001. En dicho lapso, y como consecuencia de la inestabilidad financiera internacional (crisis asiática y rusa), con efectos nocivos en términos de spread de riesgo emergente y precio internacional de commodities, y de la devaluación brasileña de principios de 1999, el ICE se redujo -32,2%.
Lo otro que puede distinguirse rápidamente cuando se observa el gráfico es que hace dos años que el contexto internacional (relevante para Argentina) no mejora. No es casual que dicho estancamiento de las condiciones externas haya convivido con una marcada desaceleración de la tasa de crecimiento interna. Por supuesto, con esto no queremos decir que la menor tasa de expansión del PBI real observada recientemente se debió a lo que sucedía con las variables internacionales. Lo que queremos decir es que, en el último tiempo, el contexto externo ya no ayudó como antes, y eso se notó en términos de la dinámica macroeconómica doméstica.
Sin dudas, que el contexto internacional haya dejado de ser un factor de “empuje” para la economía argentina en los últimos dos años se debe exclusivamente a lo que sucedió en términos del precio del dólar en el mercado brasileño. Entre 2011 y 2013, el dólar se apreció con respecto al real brasileño 28,4% en términos nominales y 18,4% en términos reales (es decir, teniendo en cuenta los diferenciales de inflación entre ambas economías). Marcando, de esta manera, un claro cambio de tendencia respecto a la situación previa (entre 2002 y 2011, el dólar se había depreciado en relación con el real brasileño 42,7% en términos nominales y 65,9% en términos reales).
En lo que respecta a lo que podemos esperar durante 2014 en materia de escenario externo, las noticias no resultan demasiado alentadoras. De acuerdo a nuestros pronósticos, el ICE se deterioraría levemente a lo largo del próximo año (-2,5% con respecto al nivel registrado durante 2013). Si bien no estamos hablando de una caída importante (de hecho, resultaría mucho más moderada que las observadas en 2008 y 2009, en medio de la crisis financiera/económica global), lo cierto es que representa una profundización de la tendencia iniciada hace dos años atrás. Dicha caída estaría principalmente explicada por la reducción esperada en el precio internacional de los commodities agrícolas, por un lado, y por el aumento del spread de riesgo emergente, por otro. Ambos factores, íntimamente ligados a la expectativa de que la Reserva Federal de EE.UU. inicie el proceso de reducción de los estímulos monetarios excepcionales en algún momento del primer semestre de 2014. Por supuesto, esto no quiere decir que el escenario internacional va a ser, en términos absolutos, malo para Argentina (algo que queda más que claro cuando observamos los niveles del ICE proyectados para el próximo año). Lo que sí quiere decir es que, por tercer año consecutivo, las variables externas no nos van ayudar a resolver aquellas cuestiones que haya que resolver.
Sin dudas, éste debería ser un factor a tener muy en cuenta por las “nuevas” autoridades económicas a la hora de diseñar los planes a implementar en el corto plazo. El mundo ya no nos está haciendo los “favores” que nos hacía antes, y eso claramente hace que se multipliquen los desafíos en materia económica de cara a los próximos dos años de gestión.