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Se nos llenó de hinchas el recibidor

<p>Cuando George Charbonnier le planteó a Jorge Luis Borges la insólita pregunta sobre la posibilidad de formalizar la poesía, recibió una respuesta más insólita aún: “Muy francesa esa idea de escribir poesía a voluntad. Una máquina poética. No es posible tal invención. Y si lo fuera, ¿quién estaría ya interesado en leer o escribir poesía?”.</p>

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Cuando George Charbonnier le planteó a Jorge Luis Borges la insólita pregunta sobre la posibilidad de formalizar la poesía, recibió una respuesta más insólita aún: “Muy francesa esa idea de escribir poesía a voluntad. Una máquina poética. No es posible tal invención. Y si lo fuera, ¿quién estaría ya interesado en leer o escribir poesía?”.
Lo mismo sucede en el Mundial. Cuando se sugiere que Diego es capaz de generar mística, transmitir como nadie de qué va la cosa en un Mundial, y que, además ésa es la clave absoluta del destino albiceleste, los especialistas del “fóbal”, siempre con ceño fruncido, saltan a la yugular del profano: “Yo no creo en la mística, creo en la organización y bla bla blableta…”.
Luego lanzan sus análisis sesudos, sostenidos en una jerga casi lacaniana que nadie intentará jamás descifrar, y convertidos en verdaderos Góngora del balompié lanzan sus 4-3-5-6 y dos relevos, 3-4-5-2-1 y un carrilero con desplazamientos intermitentes, 6-7-8 y una diagonal del stopper de ida y vuelta. Y pasan, así, sin demasiada dificultad, como poseedores de un saber que al hincha de a pie le fue negado, y que además, por su negación, ese tontuelo debe hacer mutis por el foro. ¡Shhh, que habla papito!
Pero resulta que desde el debut con Nigeria estamos presenciando la fiesta profana de la mística, nos extasiamos con la rebelión del coro de idiotas que apenas balbuceando Ar-gen-tina, Ar-gen-tina fueron corridos por los analistas de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Futbolistiques al rincón de los burros de la clase.
Sin embargo, la aplanadora analizadora, que de la famosa “dinámica de lo impensado” hizo un cálculo berreta y elemental, que al grito de gol ingenuo y apasionado lo ahogó en una jerga risible y previsible y que de Diego construyó un energúmeno que sólo puede ofrecer sangre sudor y lágrimas, esa barra brava sin tribuna, está siendo derrotada.
Es una goleada sin atenuantes y no por el resultado, sino por la pasión que se transmite en la cancha y se contagia en las tribunas de nuestras casas, bares y oficinas cada vez que juegan los muchachos.
Los filósofos de medialuna olfatean lo que pasa y sin prisa ni pausa van panquequeándose. Estos sí que se borocotizan como obliga la ocasión; total, ya lo hicieron tantas veces, que una más...
Y aquí se quedan los bobos, los hinchas de la Selección, los que, despojados del saber de los elegidos, tan sólo apoyan y aman a Diego y no dudan ni por un minuto de este dios imperfecto y sus milagros, aunque esta vez no se produzcan.
Terminamos la columna esperando con ingenuidad y alegría y, de paso, nos despedimos de los doctores de la patria futbolera parafraseando al Nano:
Disculpe el señor,
se nos llenó de hinchas
el recibidor
y no paran de llegar,
desde la retaguardia
por tierra y por mar...

*Director de la consultora Equis.