La provincia de Buenos Aires es, como en todos los procesos electorales, una turbación obsesiva y frustrante. No sólo para los argentinos: hay una nueva generación de managers de “fondos de cobertura” (hedge funds) interesados en las minucias de la tercera sección electoral, que siguen las desventuras de una campaña que será áspera, extenuante. Indagan si puede haber “otras Saladas” o si tendremos las típicas irregularidades en la administración de las elecciones.
El esfuerzo inicial de los contendientes no está centrado en ganar nuevos apoyos, sino en retener a quienes ya los han votado. Ya habrá tiempo para avanzar en el terreno del adversario. Consolidar la base, cimentar un electorado a partir del cual proyectar un mensaje más amplio, con la conciencia de que de acá a octubre, con las PASO a mitad de camino, el proceso electoral será una maratón llena de sorpresas. Por eso, la estrategia dominante consiste en evangelizar a los ya evangelizados, en cazar en el zoológico. Se enfatizan las supuestas virtudes propias pero, en especial, los temores y fantasmas que generan los rivales.
Es el caso de Cambiemos que, sin avances claros en materia económica, se concentra en la figura de Cristina, en el pasado al que no deberíamos volver, en las mafias de las que siempre se ha rodeado, en la corrupción como sistema que sigue negando, en la pesadilla de que la Argentina se convierta en Venezuela, que sufre ahora una ola de violencia e irracionalidad ante la incompetencia y la complicidad de la región y de las (im) potencias globales.
Opositores. Lo mismo hacen CFK y su nuevo frente con reminiscencias decimonónicas (Unidad Ciudadana se parece demasiado a la vieja Unión Cívica que emergió de la Revolución del Parque). Transformados en la voz de los que añoran el boom del consumo e idealizan el intervencionismo estatista, critican a un gobierno “insensible” que “desorganiza nuestra forma de vida” (imaginativa defensa del proteccionismo extremo y los anabólicos inflacionarios). Mientras, tratan de ocultar los dislates de Fernanda Vallejos, tardía defensora de Amado Boudou, y amasan un discurso sensiblero y posideológico: ondas de amor y paz.
En las fuerzas de oposición se nota cierta desesperación por capitalizar a los desilusionados del oficialismo: los de-sencantados con un gobierno que canchereó con una recuperación económica que recién se vislumbra (¿demasiado poco? ¿Demasiado tarde?). Como la elección es concebida como un plebiscito de la gestión, María Eugenia Vidal será la gran protagonista, en particular por ser la figura con mejor imagen en la Provincia y en el país. ¿Sigue contando con la facultad de convertir en morsas a sus rivales? Esta Cristina abuenada y conciliadora también busca alejar ese riesgo. Hasta es capaz de enviar sus condolencias a los familiares de las víctimas de una tragedia (la de Mendoza). Un gesto que jamás tuvo durante su presidencia.
Roles. La integración de la lista de Cambiemos demuestra, en efecto, la decisión de desplazar los ejes de debate hacia temas menos abrasivos. Esteban Bullrich tiene experiencia de campaña y se agranda con el tema educación. Tanto Gladys González como Graciela Ocaña son pilares de la lucha contra la corrupción (algunos misiles complementarios caerán seguramente en el GBA, disparados por Elisa Carrió, factor esencial en la consolidación de Cambiemos como coalición electoral y como el equipo de gobierno). Toty Flores aporta una historia de vida ejemplar y representa lo contrario de los piqueteros profesionales con palos y capuchas. El indultado Guillermo Montenegro puede aportar en áreas relevantes como justicia y seguridad. El único economista candidato compite en Santa Fe: Luciano Laspina, diputado respetado por sus pares, que tendrá un papel crucial en los debates que se vienen (Presupuesto 2018 y, sobre todo, las reformas tributaria y previsional).
La puja por el otro tercio que queda vacante encuentra al peronismo moderado fragmentado y a la izquierda dura coordinada que aspira, a lo sumo, a pelear por el cuarto lugar. 1País apunta a recuperar protagonismo con la chapa de haber frenado la arremetida autoritaria en 2013. El maridaje entre Massa y Stolbizer enfrenta el riesgo de una polarización acentuada luego de las PASO: que la elección de octubre se parezca a la segunda vuelta de 2015. Randazzo la pelea desde atrás, con foco en sí mismo, en su gestión, en su coherencia peronista, en su palabra. Dispara a todos sus adversarios. Su candidatura es, al menos por ahora, funcional a Cambiemos, ya que incrementa la oferta de una oposición ya suficientemente disgregada.
Cómo miden. Algunos sondeos preliminares sugieren cierta paridad entre Bullrich y CFK. Hay que tomarlos con suma cautela, en especial a esta altura de la competencia, cuando los motores recién se están calentando. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que lo mejor que tiene Cambiemos (el PRO, en realidad) es su equipo de comunicación y gestión electoral. Ganó tres veces la jefatura de Gobierno en la Ciudad de Buenos Aires, una vez en la Provincia, también la presidencia. Consciente de que ningún candidato logró vencer en una elección presidencial luego de haber sido derrotado, preservó a Macri hasta que tuvo condiciones más propicias, al menos ex ante. En mayo de 2015, pronosticó con inusitada precisión el resultado que finalmente se dio.
Cambiemos administra los tres presupuestos más holgados. Tiene un manejo más transparente de la pauta publicitaria, pero de todas formas sigue siendo el que más gasta. Se supone que no habrá trampas en la administración de las elecciones, aunque sorprendió el reto de la Cámara Nacional Electoral por la contratación de Indra.
Si las hay, debemos suponer que no favorecerán a Cristina ni al peronismo. Tal vez por eso, todavía sin demasiado ruido, muchos gobernadores peronistas se preparan para retomar protagonismo luego de este proceso electoral.
Intuyen otros vientos, otros debates, un sendero en el cual Macri requerirá de sus servicios para impulsar una agenda un poco más audaz. Córdoba, Tucumán, Salta, Entre Ríos, San Juan… las provincias que protagonizaron la gesta de la Organización Nacional se ven a sí mismas como contrapeso del otrora gigante del puerto, ahora convertido en el pantanal del Conurbano.