En el nuevo mapa del oficialismo, algunas de sus figuras más intransigentes como Luis D’Elía, Hebe de Bonafini y Horacio Verbitsky acusaron a Aníbal Fernández de dejar que la Policía Federal se autogobierne y de ser el responsable de la poca transparencia de la fuerza, de la zona liberada que permitió el asesinato de Mariano Ferreyra y de los desbordes de salvajismo represivo de Villa Soldati. Lo realmente polémico es que en forma más o menos explícita también incluyen a Daniel Scioli en un grupo de conspiradores contra la candidatura de Cristina en 2011. Un sector aún mayoritario del Gobierno cree que la alianza entre la Presidenta y el gobernador es la viga maestra que sostiene a esta administración. Pero los grupos más radicalizados, que han utilizado al kirchnerismo como caballo de troya de cierto entrismo en el PJ, ubican a Aníbal, Alak, Scioli y hasta a Eduardo Duhalde en un grupo que quiere restaurar el viejo peronismo conservador que excluye a Cristina. Y algo de eso hay. Muchos intendentes y gobernadores tienen su corazoncito puesto en Scioli. Es el referente con más votos propios que no utiliza la metodología kirchnerista del hostigamiento a los que no se disciplinan y el candidato puesto, si Cristina resuelve no presentarse por algún motivo.
A partir de ahora, Scioli juega el insólito papel de ser una mezcla de Dios y el diablo y el único capaz de articular al progresismo fashion con el pejotismo de los feos, sucios y malos. Salvo que la ofensiva en su contra vaya mucho más a fondo y se repita como comedia la tragedia de los 70, cuando algunos revolucionarios que hoy merodean los 70 años le quisieron enseñar peronismo a Perón. ¿Le querrán enseñar kirchnerismo a Cristina que el martes va a ser consagrada al frente del PJ? ¿Le preguntarán en algún momento por qué está lleno de gorilas el gobierno popular?
Ya se puede dibujar el flamante esquema de poder con el que se maneja la Presidenta tras la muerte de su esposo. Muchas especulaciones cayeron por su propio peso, como el supuesto rol que iba a jugar Máximo, el hijo presidencial. Y algunas figuras se han devaluado fuertemente, como la del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. El Gobierno ya cumplió cincuenta días sin la conducción de Néstor y acaba de superar, no del todo y con suerte diversa, el primer terremoto que incluyó un estallido social con epicentro en los barrios porteños más populares y peronistas y un par de cambios importantes en el Gabinete.
Los crujidos más sonoros se sintieron alrededor de la inseguridad, palabra que estuvo prohibida como producto de dos infantilismos dogmáticos: creer que ese reclamo es una bandera de la derecha y confiar en que lo que no se nombra no existe. Hoy ocurre algo parecido con el vocablo inflación. Vivir en paz y sin temores con su familia es el primer derecho humano de la democracia, sobre todo para los sectores más vulnerables de la sociedad, que lo son ante las góndolas como ante los delincuentes.
La nueva correlación de fuerzas en el poder parece haber parido el “cristinismo”, que se apoya en dos lugartenientes que actúan como mano izquierda y derecha de la Presidenta: Carlos Zannini y Julio de Vido.
Zannini estuvo parado detrás de Aníbal F. y Florencio Randazzo, supervisando todo durante varios tramos de la negociación entablada con Mauricio Macri para liberar el Parque Indoamericano. Es el referente de lo que podría llamarse kirchnerismo auténtico, no necesariamente peronista, con terminales en la cultura progresista. Es el que mantiene la seducción entre los artistas, los intelectuales y cierta clase media joven con discurso setentista. Monitorea la Corriente Nacional de la Militancia que entre sus jefes principales tiene a Agustín Rossi, Daniel Filmus, Jorge Taiana y Emilio Pérsico. Es el ala oficial que no se encarga de los negocios sucios y que trata de mantener encendida la mística derechohumanista. Fueron los responsables de haberle vaciado el poder a Aníbal Fernández al sacarle de un plumazo el manejo de las fuerzas de seguridad y los que se arriesgaron a colocar en ese lugar a Nilda Garré, que tiene como jefe espiritual a Horacio Verbitsky y como Biblia los trabajos de León Arslanian en reforma policial. El descabezamiento de la Federal y el inminente desembarco en algunas cajas de corrupción de uniforme dejan en su peor momento a Aníbal F., líder natural de los comisarios. En otro gobierno ya les hubieran pedido la renuncia a Aníbal y Julio Alak. En éste, se resisten a dar esa clase de ofrendas.
El Movimiento Evita, que lideran Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, cuestionó públicamente a Fernández por considerar “de cumplimiento imposible” esa idea “macrista” (dicen ellos) de criminalizar la protesta y privar de sus derechos a los que reclamen tierras y de utilizar la palabra “activista”, casi como un sinónimo de delincuente. “Nosotros somos activistas y estamos orgullosos de serlo”, dijeron en una reunión del Movimiento Evita.
El ala derecha, la más rústica, la que no recita a Silvio Rodríguez pero conoce de memoria hasta el último de los vericuetos de las licitaciones y los subsidios, es la encargada de las transacciones con los empresarios y la CGT y tiene como jefe indiscutible a De Vido. Es el territorio donde se movió Ricardo Jaime y se mueve Hugo Moyano, dos de los carteles luminosos de las acusaciones de corrupción. De Vido fue el padrino de la designación de Arturo Puricelli y del lanzamiento, junto a Moyano y Julio Piumato, de la candidatura de Amado Boudou a la Jefatura de Gobierno porteña para disgusto del ala izquierda, que sigue sosteniendo a Filmus. El dato clave es comprobar si es cierto que la propia CFK apoya a Boudou y todavía no le perdonó a Filmus, igual que Néstor en vida, que no haya aceptado una candidatura testimonial en 2009. La Presidenta suele tener un mundo de relaciones bastante más amplio que el de su extinto marido, pero el nivel de rencor y las ansias de venganza hacia los “traidores” es similar.
Alberto Fernández es el más claro ejemplo. Filmus se puede sumar a ese grupo. Y Aníbal también, pese a su antiguedad en el staff gubernamental. Asumió como ministro del Interior de Néstor Kirchner y defendió hasta lo indefendible al Gobierno como un gladiador mediático.
Pero hoy cayó en desgracia. Es mirado como y sospechado por ser un resabio del duhaldismo interpretado por Marlon Brando e imaginado por Francis Ford Coppola.