Repetición y diferencia. Cristina y Ricardo Alfonsín, hace meses, bromean en un acto. |
En el reportaje largo de esta edición, Ricardo Alfonsín confiesa que el efecto electoral que tuvo la muerte de su padre habría sido muy distinto –nulo, por ejemplo– si se hubiera producido diez años antes, cuando la sociedad aún seguía adhiriendo a las ideas económicas de Cavallo y se había olvidado de la dictadura. Se podría decir que Néstor Kirchner no sólo hizo que su esposa fuera electa presidenta sino, si pasara, que Ricardo Alfonsín la terminara sucediendo, al reconciliar a la sociedad con las ideas económicas keynesianas y haber reiniciado los juicios a los ex represores.
Representando al ala izquierda del radicalismo, Ricardo Alfonsín logró que Cobos y Sanz, respectivamente centro y centroderecha de la UCR, se bajaran de sus precandidaturas. Y es a la vez prenda de unión de su partido con el socialismo y el GEN, además de facilitador de frentes con la Coalición Cívica y –aunque difícil, no imposible– con Proyecto Sur. Todos estos partidos comparten la visión intervencionista del Estado en la economía, como también el rescate de la memoria sobre los daños de la dictadura. Salvo una parte del Peronismo Federal y del PRO, a la gran mayoría de la sociedad le gusta hoy definirse como progresista.
Otra hipótesis de este “pasaje a la izquierda” de las mayorías es que Néstor Kirchner no haya sido su artífice sino su continuador y usufructuador. Que ese fenómeno se viniera gestando desde antes de su llegada y además fuera regional. En la mayoría de Sudamérica se produjeron corrimientos electorales hacia la izquierda: Uruguay, Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y ahora muy probablemente Perú se encaminan en esa dirección.
Se podrían leer las recientes elecciones en Perú en clave argentina: Ollanta Humala, como Cristina, se presenta como el antiestablishment. Keyko, como Macri, lo que cierto establishment desearía sumado a un regreso de los 90. Y Toledo, como Alfonsín, hubiera sido lo más tradicional.
Pero, ¿se trata de un fenómeno de izquierda o derecha? ¿O de lo popular versus lo que no lo es? Deleuze decía: “No hay comunicación sino malentendido”.
Los dos más votados en Perú –Humala y Keyko– son opuestos en el análisis izquierda-derecha pero iguales a la hora de compartir sentimientos populares. El peronismo es otro ejemplo: tiene su ala izquierda (en este ciclo, los kirchneristas) y el conservadurismo popular (Duhalde, Rodríguez Saá, Menem o Saadi). A veces se mezclan: Garré y varios militantes de la izquierda combativa de la JP setentista volvieron a la democracia en 1983 de la mano de Leónidas Saadi. También se mezcla hoy: “Muchos intendentes del Conurbano que apoyan al kirchnerismo son claramente de derecha”, dijo también Alfonsín en su reportaje. Y si Cristina Kirchner no se presentara, Scioli se llevaría una parte del actual universo oficialista para enfrentar a otro candidato puramente kirchnerista.
Macri o Reutemann comparten con Scioli, además de su pasión deportiva, el ajustarse a la clasificación de conservadurismo popular. El problema de Macri es que al ser un millonario descubre el juego transformando lo erótico en pornografía. Si convenciera a Reutemann, lo ayudaría mucho a disimularlo. Quizá el abrupto final de las internas del Peronismo Federal motive a Reutemann y salve la candidatura de Macri.
La política electoral es una sopa de múltiples componentes, ideológicamente indeterminados y que son puro devenir. En ese estado de ebullición son como el magma: líquido. Recién cuando alguien gana y todo se enfría, cada uno queda acomodado en el lugar que pudo.
Cuando el kirchnerismo decide enviar representantes de Estado a los directorios de las empresas donde tiene acciones por la estatización de las ex AFJP, no busca cuidar los intereses de los jubilados –en ese caso hubiera enviado gerentes expertos en gestión empresaria–, sino provocar colocando en Techint a militantes de La Cámpora. Son gestos políticos –incrementados en años electorales–, como el que develó WikiLeaks cuando el presidente de la Asociación de Bancos Argentinos le confesó a la Embajada norteamericana que los anuncios de créditos hipotecarios a tasa fija con cuotas inferiores al costo de un alquiler no eran para que se dieran sino para poder formularlos en un momento que fue conveniente sumar aprobación de los votantes, porque la gente después olvida.
La técnica de “perturbar la norma” (sin cambiarla, claro) que usa el kirchnerismo para parecer transgresor es como la de la histeria que se rebela a lo mismo que sostiene. Su arte es escandalizar.
El todo del ser de los fenómenos sociales siempre se escapa a la percepción. La coincidencia de que los dos principales candidatos de los partidos más tradicionales hayan multiplicado geométricamente su intención de voto por la muerte de un familiar cercano, el padre en un caso, el esposo en otro, confirma que la política es mucho más sentimiento que ideología.
El pasado flota en el futuro de la Argentina.