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Ser joven hoy

Hasta los 40 años todavía se es joven. No sólo cambiaron las categorías sino, además, los márgenes de lo previsible.

Hoy, hasta los 40 años todavía se es joven. No sólo cambiaron las categorías sino, además, los márgenes de lo previsible.
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Vanidad de vanidades. Todo es vanidad (Eclesiastés 1:2). Corremos minuto a minuto con un frenesí descontrolado. La paranoia constante cobra una dimensionalidad desconocida que no nos permite organizar el universo de ideas como para determinar y jerarquizar prioridades.

Basta con mirar a los ojos de los jóvenes hoy para percatarse del grado de incertidumbre en el que están inmersos. Se corrieron las fronteras etarias que delimitaban el ingreso a un mundo de responsabilidades no tan sólo estipuladas socialmente sino aprehendidas en el fuero íntimo de todo individuo.

Con 30 años se solía contar con un título profesional u oficio habilitante, casarse y armar una familia. Dos personas arrancaban de cero guiadas por el deseo de formar un hogar, forjar un futuro juntos y proyectar una vida. Los recursos económicos con los que contaban distaban de conformar un patrimonio propio, sin embargo se lanzaban al vacío.

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Hoy, hasta los 40 años todavía se es joven. No sólo cambiaron las categorías sino, además, los márgenes de lo previsible.

Puede que el temor sea la principal valla frente a lo desconocido que implicaría asumir un compromiso. La noción de matrimonio ha caído prácticamente en el desuetudo. No se trata de modismos sino del pasaje de lo absoluto a lo relativo, del “compro-meterse” al “no-meterse” con el otro que, en definitiva, es uno mismo. Ausencia de creencia en la perdurabilidad de las relaciones. Todo es fungible, aún las personas.

Este fenómeno podría ser evaluado en el marco de la revolución tecnológica que trae aparejada una afición desmedida hacia la interacción virtual perforando la esencia misma de la condición humana intrínseca en el diálogo y el face to face. Es más fácil entablar un vínculo cibernético en el aquí y ahora que uno material con otra persona.

Las redes sociales no se llevan todo el protagonismo. El exceso de hedonismo y egotismo ha despertado una búsqueda desmedida por la realización individual previa a la conformación de una célula familiar. “Estudio, me recibo, llego a una posición consolidada en mi puesto de trabajo y recién ahí comienzo a vislumbrar la posibilidad de armar una familia”. Se suma además, la asociación que existe entre libertad y alcance de objetivos personales. Los hijos conllevan un grado de responsabilidad que no se está dispuesto a asumir y demandan a su vez, una cuota de espacio que no se quiere resignar.

La exacerbación del beneficio personal, la impersonalidad en las relaciones sociales y la coyuntura económica-laboral que se atraviesan hoy día, sin duda son las depositarias de un contrato llamado: “todo es pasajero, nada perdura en el tiempo”.

El asistencialismo convierte en discapacitado al receptor del “beneficio” cuando se le entrega absolutamente todo coartando la capacidad para que despliegue su don, talento, creatividad e iniciativa personal.

Se mutila a una persona en su propia autoestima toda vez que se le facilita aquello que podría obtener a partir de su esfuerzo personal. Un padre que sigue consintiendo a su hijo está criando a un sujeto potencialmente no capacitado para afrontar compromisos ni asumir responsabilidades.

La vida es tan sólo un soplo y los minutos no se recuperan. Las decisiones de hoy marcan y determinan nuestro futuro inmediato.

Quien no arriesga está auto-limitándose a la comodidad diaria del control y dominio sobre lo acabadamente conocido.

Aquello que no se conoce, continuará en el plano de lo inaccesible hasta tanto no se franquee la valla interna del temor. El miedo tiene la virtud de paralizar cuando ingresa a la mente a través de los pensamientos; cobra fuerza a partir de la credibilidad y adquiere vigor cuando se pierde el dominio propio sobre las acciones disparando una serie de motivaciones contrarias al progreso y autoras de la auto-destrucción de sueños y proyectos personales.

La mayor de las miserias humanas se encuentra en nuestro interior. No es el sistema quien retacea oportunidades. Somos nosotros los autores suficientes y necesarios en la vida.

Emprender y no resignar. Salir al encuentro y no esperar. Protagonizar y no observar como tercero omnisciente. Hoy, no mañana.

 

Analista Internacional. Magister en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna). Abogada, Politóloga y Socióloga (UBA).

Twitter: @GretelLedo

www.gretel-ledo.com