Semántica… “f. Parte de la lingüística que estudia el significado de los signos lingüísticos y de sus combinaciones, desde un punto de vista sincrónico o diacrónico”.
La realidad del siglo XXI nos estaría enseñando a reconocer el verdadero significado de las palabras: sí es sí y no es no. Un hallazgo revolucionario que nos sorprende y nos señala el camino a seguir. Es que la semántica per sé pareciera no tener peso específico a no ser que sea contextualizada en tiempo y en espacio determinado.
En estas últimas semanas, resucitaron viejas historias secretas que, por su tenor, resultan difíciles de entender. ¿Cómo se ha podido sobrellevar semejante bagaje durante tanto tiempo? Valientes quienes pudieron hacerlo y aún lo silencian, y quienes ya no pudieron más y ahora lo denuncian. Lo sorprendente es el efecto dominó que produjo en la sociedad. Bastó una voz para que se multiplicara por cientos, mientras otros miramos y escuchamos con estupor, sin saber cómo detener una brecha social que profundiza su grieta y lastima cada vez más.
Ahora bien, los animo a pensar si en estos tiempos de mediatizada transparencia, lo que se oculta encierra desconfianza, y lo que se expone muestra el sentido del valor y la honestidad. Así es el planteo: ¿público o privado? Habría que ver en dónde entrarían la intimidad y el pudor, palabras en desuso si las hay.
La incapacidad de reflexionar sobre la responsabilidad social que nos cabe en el entramado que configuramos con nuestras acciones y omisiones debería alertarnos y motivarnos a buscar la verdad. La génesis de la decadencia moral se fundamenta en la ausencia de la familia como formadora de personas en valores. La transversalidad de esta ausencia no debe ser cuestionable. Aceptarla sería ahondar esa búsqueda que nos hace ser los artífices de la historia de la humanidad. Desde esta premisa, podremos encontrar respuesta a las amenazas a las que estamos expuestos que, lejos de recuperar el capital social, nos abandonan en manos de ideologías que regañan y discriminan el valor multidimensional de la persona.
El marketing feminista pone en agenda la violencia en cualquiera de sus formas con una mirada sesgada y reduccionista. La cosificación de la mujer protagoniza un problema que no le compete solo a ella. Su discurso ideológico, lejos de igualar, discrimina, colocándola en un lugar de debilidad y fragilidad que no la caracteriza. La posiciona y la expone a un debate sinsentido que la desnuda de sus facultades únicas e intransferibles que su naturaleza le otorga. La culturaliza en su ser más íntimo que atesora frente a un patriarcado que, distando de abolirla o someterla, la necesita para la conservación de la especie.
Hombres y mujeres somos iguales frente a la ley. La igualdad de oportunidades es un derecho sin retorno… ¡indudable! La aceptación de la diferencia nos fortalece frente a esa cultura que quiere desnaturalizar lo que somos e ideologiza lo que creemos ser, olvidando que para ser, necesitamos ser los que somos.
Semántica pura… como cuando inicié estas reflexiones…
Siglo XXI, nos pasa lo que nos pasa, por dejar de ser quiénes somos.
Resignificar la importancia del rol educativo de la familia es el “sí es sí” de un sinfín “no es no” que nos hace perder el verdadero sentido a la vida. Un sentido que tenemos que encontrar en el otro para que yo pueda desplegar mis potencialidades a favor del nosotros.
*Orientadora familiar y coordinadora del Centro Universitario de Orientación Familiar El Rocío, de la Universidad Austral.