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ausencias

¿Seremos eso?

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Leí en alguna parte que los jóvenes, concepto difuso si los hay, exhiben una alta preferencia por permanecer conectados constantemente, incluso cuando duermen o hacen uso de las instalaciones sanitarias o se dedican a eróticos placeres o rinden examen escrito o lo que a usted se le ocurra que los jóvenes pueden hacer que es mucho, o por lo menos lo era cuando yo era más joven de lo que soy ahora. No sé si esto (lo de los jóvenes, no lo de mis años vividos) me alarma o me maravilla o ambas invasiones de mi ánimo a la vez. Sé que yo, ni loca ni ebria ni dormida. Dígame la verdad, ¿a usted le gustaría que 18.340 individuos de ambos sexos, todo color y coeficiente intelectual, se enteraran en el mismo segundo de que usted está usando calzoncillos celestes, estimado señor?, ¿en su caso, querida señora, otro tipo de prenda íntima? Y conste que elegí lo de la prenda íntima para mantenerme a medio camino entre la inocencia y la impudicia. A mí no, digo, a mí no me seduce eso de que multitudes se enteren de lo que hago, lo que visto, adónde voy, de dónde vengo, qué es lo que como y etcéteras varios. ¿Amigable? No sé si lo es, eso de la conexión permanente. Me suena a disolución de la personalidad. ¿Vamos a la novela de terror? Vamos: ¿y si la humanidad se convierte en un solo ser, enorme, monstruoso, indeterminado? ¿Y si dejamos de ser nosotros, ella, yo, ustedes, y nos convertimos en un solo ello ilimitado y voraz? ¿Y si estamos ahí, poblando el mundo pero indeterminados y en el fondo ausentes?