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Sesgo y fuentes

Sin fuentes no hay periodismo; solo con fuentes, tampoco. Peor aún, demasiado cerca de las fuentes se puede estar más cerca del error mayúsculo por sugestión endogámica con lo que la fuente cree que es la realidad.

Contratapa Juan Obregon
SANTORO, en el reportaje largo de esta edición. | obregon

Conozco a Santoro desde hace años, compartimos la Academia Nacional de Periodismo y ambos recibimos de la Universidad de Columbia el premio Moors Cabot. El es el más importante periodista de investigación de la generación posterior a Verbitsky y de la anterior a la de Alconada Mon (último premio Moors Cabot, en 2018). Respeto su trabajo y sé de su honestidad. Además, los periodistas conocemos que la técnica de los narcotraficantes es acusar de relación con los narcos a quienes investigan el narcotráfico. Y esto vale para cualquier temática conflictiva.

Aunque no lo comparto, comprendo su sentimiento frente a las críticas que sufrió del kirchnerismo y cómo tantos ataques personales fueron generando en su inconsciente un sesgo del que puede ser muy difícil salir. Es el mayor triunfo de la guerra: arrastrar a todo beligerante a la pérdida del equilibrio.

El periodismo de guerra hace a todos sus víctimas. Su triunfo es la pérdida de equilibrio de cada beligerante

También comprendo lo difícil que es contradecir el sesgo ideológico de la audiencia. Probablemente los lectores de Clarín preferían investigaciones contra el kirchnerismo y hubieran rechazado investigaciones sobre el macrismo. Por eso las principales investigaciones y libros de Santoro han tenido que coincidir con la línea editorial del diario Clarín en cada una de las etapas y es casi imposible hacer periodismo de investigación contradiciendo la línea del diario en el que se trabaja.

No es un talón de Aquiles de Santoro sino de todos los periodistas: Alconada Mon enfrenta el mismo problema a la hora de publicar investigaciones que afectan al macrismo con igual destaque que las que afectan al kirchnerismo porque tampoco los lectores del diario La Nación las valoran de la misma manera.

Como bien sostuvo Roberto García en su columna de ayer en PERFIL, es hipócrita no reconocer que Cristina Kirchner no podía desconocer que el secretario presidencial, Daniel Muñoz, acumulara 100 millones de dólares que no tenían que ver con fondos para la campaña. O que la medicina cubana no es el motivo por el cual Florencia Kirchner se tratará prolongadamente en Cuba de un padecimiento que en Argentina cuenta con mejores especialistas, sino que el motivo real es la falta de tratado de extradición entre Cuba y la Argentina.

Pero también sería hipócrita no reconocer que hay un sesgo en las investigaciones que publican Clarín y La Nación y ya sin ningún disimulo en Página/12. PERFIL ha publicado críticas a Clarín en múltiples oportunidades pero defendí personalmente a Héctor Magnetto cuando se pretendía encarcelarlo por delitos de lesa humanidad, y lo mismo cabe hacer ahora con Daniel Santoro cuando padece un ensañamiento desproporcionado.

En el reportaje que publica PERFIL, Santoro pide disculpas y reconoce errores pero aún no puede comprender que él también fue víctima del periodismo de guerra ni aceptar que en los primeros años del kirchnerismo no se investigó debidamente a Néstor Kirchner como ahora tampoco a los funcionarios macristas. Está aturdido aún por el embate que recibe: él mismo reconoce que su mente está afectada por las emociones que le genera ver su carrera malograda después de varias décadas de esfuerzos y aciertos. Hubo un momento del reportaje, al hablar de su familia y de por qué lo acusan de ser espía ruso, en el que se puso a llorar.

Otro problema que expone el llamado caso D’Alessio es la relación del periodismo con las fuentes y los sujetos noticiosos. Comprendo lo difícil que es, para quienes tienen la responsabilidad de cubrir noticias con absoluta inmediatez, la dependencia que generan con las fuentes imprescindibles para poder cumplir su tarea a tiempo. Mucho más cómoda es la situación de quienes hacemos periodismo de análisis, donde hasta cierta distancia con las fuentes puede ser terapéutica.

No debe haber otro lugar de la Argentina con más periodistas destacados que en los tribunales federales de Comodoro Py. Y siendo Comodoro Py el epicentro de las fuentes del periodismo de investigación, resulta paradójico que no haya habido investigaciones sobre jueces y fiscales en proporción con su importancia.

El hecho de que las fuentes cobran con silencio sobre sí mismas el intercambio de información es un problema del periodismo mundial. El propio Santoro enumera casos famosos del periodismo norteamericano donde la extrema cercanía con las fuentes terminó destruyendo a los periodistas, que pasaron a ser usados por ellas.

Sin fuentes no hay periodismo; solo con fuentes, tampoco. Peor aún, demasiado cerca de las fuentes se puede estar más cerca del error mayúsculo por sugestión endogámica con lo que la fuente cree que es la realidad.

El miércoles pasado, después de la exposición en la Comisión de Libertad de Expresión de la Cámara de Diputados, donde el juez de Dolores Ramos Padilla sostuvo que no tenía ningún delito que imputarle a Santoro, los abogados del periodista recomendaron que no concediera reportajes. Pero Santoro cumplió su palabra comprometida con PERFIL la semana anterior y, sin ningún condicionamiento, enfrentó un extenso cuestionario, otro gesto de profesionalismo periodístico.

Habiendo terminado el reportaje, le pregunto si después del infarto que sufrió en otra oportunidad, del edema pulmonar de hace dos años y de la depresión que enfrenta hoy viendo su futuro amenazado, volvería a elegir el periodismo de investigación, y él me responde que no solo lo elegiría nuevamente sino que espera recomponerse para poder volver a hacer más periodismo de investigación.

Sin fuentes no hay periodismo. Solo con fuentes, tampoco. Ese equilibrio es el arte del periodista

Quiero confesarle al lector que me genera simpatía el compromiso de Santoro con el periodismo y envidio a Clarín porque me hubiera gustado tenerlo en la redacción de PERFIL. Hice mis mejores esfuerzos para que esa simpatía no me impidiera mantener la distancia suficiente para llevar adelante un reportaje honesto y equilibrado que, especialmente para los interesados en el periodismo, es un testimonio de las entrañas de nuestra profesión.