En el apogeo de su canto y su gloria, el “Polaco” Roberto Goyeneche declaró que había llegado allí cuando aprendió “a cantar los silencios”. Es que el silencio se escucha; está en todas partes y en ninguna, audible en su mudez; algo que los grandes músicos saben y que cualquier insomne puede corroborar. El silencio es condición del sonido.
En el canto, que es poesía o relato musicalizado, el silencio es lo que un punto o una coma bien puestos al texto dicho o escrito; una pausa, un subrayado invisible, del emisor al receptor. Pero si en la música y el canto los silencios se escuchan por lo que dicen sin decir, pero se incorporan al relato, lo complementan, en el discurso intelectual y político, de la razón y los hechos, ciertos silencios “cantan” de manera tan estruendosa que devienen de complemento a principal; a más audibles que el sonido.
La improvisación precedente apunta a expresar la decepción, la preocupación, el escándalo y el hartazgo que hoy provocan las declaraciones, actitudes y silencio de los principales políticos y líderes religiosos, más algunos intelectuales, en casi todo el mundo. Para citar algunos ejemplos, empecemos por el papa Francesco, nuestro Bergoglio. Se han detallado aquí, en varios artículos, los discursivos pujos progresistas de Francesco. Pero también sus silencios y/o vaguedades, puntos suspensivos, acerca de temas “como el sacerdocio femenino, el divorcio, el aborto, la homosexualidad, las enormes riquezas y los escándalos financieros del Vaticano; sobre las miles de denuncias de pederastia y abusos sexuales que la Iglesia enfrenta desde hace décadas” (http://www.perfil.com/columnistas/acerca-del-reformismo-de-francesco.phtml).
Luego del fracaso de su intento de mediación pro Maduro, Francesco siguió en silencio sobre la situación en Venezuela, hasta el viernes pasado, cuando solicitó la “suspensión de la Constituyente”. La perspectiva de una masacre y la posición del arzobispado de Caracas, que declaró “dictadura” al régimen, acabaron obligándolo.
También hay esa izquierda que “no quiere hacerle el juego al liberalismo” denunciando al populismo; o al estruendoso discurso de esa otra “izquierda” que, pura y simplemente, lo apoya y justifica. Entre los primeros, los que la semana pasada votaron a favor de Julio De Vido en el Congreso. Entre los segundos, el ínclito ex ministro de Educación del kirchnerismo y actual candidato a diputado Daniel Filmus, quien declaró que “no conoce en detalle lo que ocurre en Venezuela”. Silencio explícito: más de cien muertos y no se enteró…
En el planeta intelectual, más de lo mismo, con las excepciones del caso. Valga como ejemplo el de Atilio Borón, investigador superior del Conicet y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard, entre otras honrosísimas calificaciones, quien declaró que “la única actitud sensata y racional que le resta al gobierno del presidente Nicolás Maduro es proceder a la enérgica defensa del orden institucional vigente y movilizar sin dilaciones al conjunto de sus fuerzas armadas para aplastar la contrarrevolución y restaurar la normalidad de la vida social” (https://www.clarin.com/mundo/reclamo-atilio-boron-nicolas-maduro-aplastar-oposicion-venezuela_0_rylWQfs-W.html). Ni silencios aquí, ni puntos o comas: un grito reaccionario.
En resumen, que tanto el silencio como los gritos de la “izquierda” cantan su impotencia, su desconcierto, sus derivas actuales, cuando no su deshonestidad. ¿Tanto le cuesta al progresista Francesco denunciar con pelos y señales, investigar a fondo, escándalos como el del “caso Próvolo” o los manejos financieros del Vaticano? ¿Tanto cuesta a tantos reconocer que la “revolución bolivariana” simplemente fracasó económica y socialmente; que ahora está violando su propia Constitución? (http://www.perfil.com/autor/cgabetta).
Buscar socorro en Cambalache; versión del “Polaco”.
*Periodista y escritor.