Dos lectores –los arquitectos Enrique Cafferata y Eduardo Fernández– hacen referencia en sus correos al editorial publicado por Jorge Fontevecchia en la edición 812 del sábado 31 de agosto, con el título “Meter miedo”.
El primero lo hace para refutar una afirmación del autor acerca del porcentaje de votos obtenido en 2011 por la Presidenta, que logró así su reelección con el 54% de los sufragios, lo que llevó al director de PERFIL a señalar que Cristina Fernández es, por lo tanto, “el presidente más votado de la democracia”. Señala el lector que ello no es así porque Juan Domingo Perón, en sus tres candidaturas (1946, 1951 y 1973), superó la cifra de 2011. Tiene razón el arquitecto Cafferata. Seguramente, Fontevecchia se propuso señalar que la Presidenta logró ese año ser la más votada desde 1983, cuando fue recuperada la democracia.
El arquitecto Fernández formula una serie de preguntas para el editorialista, por lo que ofrecí a Fontevecchia el espacio para responderle. Dice el director de este diario, tras agradecer la carta del lector y titular su breve respuesta “El don de la dosis”: “Los medios de Editorial Perfil fueron casualmente los que denunciaron a Jaime y Lázaro Báez en total soledad entre 2003 y 2009, obviamente también la manipulación del Indec y cuanta anomalía se fue produciendo por el kirchnerismo; por eso es el único conjunto de medios penado con discriminación respecto de la publicidad oficial desde 2003. Además, éramos los únicos que difundíamos las denuncias de la doctora Carrió y contratábamos a Jorge Lanata. Personalmente, creo que el principal problema argentino es la falta de medida, que seguimos las tendencias mundiales (el ejemplo en economía serían las desregulaciones en los 90 y la mayor intervención del Estado en el siglo XXI) pero lo hacemos siempre tan exagerada y salvajemente que aun en el acierto destruimos valor. Esto es posible porque pensamientos apasionados y erráticos nos hacen ir de un extremo al otro. Nos falta el don de la dosis, palabras que comparten etimología. El periodismo es también responsable, porque en lugar de ser crítico al comienzo y de manera constante, tiende a aplaudir todo al comienzo de cada gobierno y a criticar todo al final. El problema no es sólo ideológico sino de dosis, de intensidad, y sería bueno que los medios contribuyeran a mantener su crítica constante, lo que implicaría moderar el tono que muchos hoy tienen y haber sido críticos, además de serlo de Scioli, Massa, Macri o quien venga en 2015. Espero seguir contándolo entre nuestros lectores”.
Como ya lo he expresado más de una vez, no abro opinión acerca de los contenidos de las columnas de opinión firmadas, porque entiendo que cada uno de sus autores es suficientemente responsable para hacerse cargo de sus ideas y transmitirlas por este medio con libertad y sin limitaciones de naturaleza alguna. Sólo intervengo cuando observo algún empleo de palabras o construcciones que me resulta inadecuado o fuera de la sintonía del buen uso de la lengua, o cuando veo en algún texto agravios sólo sustentados en las posturas personales de los firmantes y no en recursos periodísticos idóneos.
Título y texto. Ya se ocupó esta columna de la falta de relación entre lo que se ofrece en la vidriera (el título) y la mercadería hallable en el interior del local (el texto). En el caso siguiente, la falta de congruencia entre uno y otro tiene un ingrediente más: atribuir un mismo textual encomillado a más de una entrevistada, como si fuese razonable pensar que ambas hablaron a dúo o que coincidieron en el total de una respuesta. En la tapa y las páginas 2 y 3 del suplemento Espectáculos de ayer se comete el error dos veces, con una nota conjunta a Natalia Oreiro y Elena Roger, coprotagonistas del film Wakolda, de Lucía Puenzo, que se estrenará el jueves 19. El título de la tapa es un textual (“Los argentinos tienen que apoyar la cultura nacional”) cuya autoría no se indica y pertenece sólo a Roger, sin aclarar que es así. El de la página 2 pluraliza, también textualmente: “Nos impresionó el nazismo en la Argentina”. Oreiro dice en la nota: “Me impactó acercarme a ese mundo” (por la presencia de nazis en nuestro país y la actitud de parte de la sociedad civil durante la década del 50). Y Roger explica que durante su trabajo en Estados Unidos pudo ver archivos documentales del Mossad, el servicio secreto israelí, algo que la “impresionaba muchísimo”.
Atribuir tal título textual a ambas es, cuando menos, una simplificación desacertada, que no beneficia al lector, ni a las protagonistas de la entrevista, ni a quien realizó la nota.