La compra de una antología del poeta inglés Wystan Hugh Auden (1907-1973)) de casi mil páginas (30 libras esterlinas, unos 160 pesos) provocó un entretenido debate con hijos y allegados sobre la importancia o no de la poesía en los tiempos que corren. La colección de Auden coincide en aparición con una antología comentada del poeta inglés Edward Thomas (1878-1917), periodista de hojas culturales, dilecto pupilo del poeta estadounidense Robert Frost (1874-1963), que desarrolló su poesía en los dos años previos a ser muerto, a los 39, durante la Primera Guerra.
Auden fue uno de los poetas más universales por ser el más individual, sus piezas son testimonios de la conexión vital entre el amor y la inteligencia. Thomas dice que “las clases lectoras elaboran ideas más adelantadas que su experiencia” y, por ello, luego se sienten defraudadas por sus propias vidas. Ambas antologías han sido motivo de extensa cobertura en matutinos londinenses, y también de discusión acalorada (aquí estamos en verano, en fin) en el sobrio bar de la Poetry Society de Londres. El trasfondo del debate es que la poesía hoy tiene repercusión gracias a su amplia difusión en el periodismo.
Los ejemplos abundan. El anuncio en Lisboa del inminente remate en octubre de la correspondencia entre el tímido y melancólico poeta Fernando Pessoa (1888-1935) y un místico y ocultista inglés bastante desagradable, Aleister Crowley, llenó una página del dominical The Observer, de Londres. La propuesta es que el gobierno portugués debería intervenir para evitar la dispersión de los documentos. El matutino The Independent dedicó una página al anuncio del poeta oficial (Poet Laureate) Andrew Motion (que acaba de ser nombrado presidente del Consejo de Museos, Bibliotecas y Archivos, creado en 1997), que las bibliotecas deben abrirse para que la gente entre a mirar y revisar, como en un “shopping”. Las cifras de lectura en fuentes públicas es sorprendente: más de un millón de páginas de poesía fueron leídas en el archivo de Internet poetryarchive.org durante el mes de junio. The Independent es el matutino londinense que desde sus comienzos, hace unos veinte años, ha publicado poesía de ingleses o en traducción todas las semanas. Lo mismo hace el súper serio y respetado Financial Times en sus páginas de libros todos los sábados.
Esta es una cobertura más que respetable, y refleja un enorme interés del público en la poesía. Los que discuten el porqué se ha hecho “fashion” la poesía se remontan a dos hechos puntuales (entre otros argumentos). Uno surge de la película Cuatro bodas y un funeral de hace unos 15 años, donde, en un homenaje al amigo muerto, el actor lee con fuerza admirable un poema de W.H. Auden. Otros sitúan el renovado interés en el hecho de que hace una década el sello de poesía Bloodaxe publicó una antología de la “mejor” poesía de amor de todos los tiempos. Fue un best seller que hubo que reeditar varias veces, y la empresa hoy puede sacar antologías de mayor riesgo, como la colección de Edward Thomas.
La conclusión de algunos es que esta instalación en el ojo público, que con el transcurrir de los años no puede ser considerado simplemente una moda, ha llegado hasta las oficinas de muchas empresas. En 2007, The Guardian anunció que un grupo de poetas vendía un servicio de poesía para empleados bancarios y oficinistas en varias ciudades británicas como forma de lograr que pasaran mejor sus horas de esclavitud diaria.
El incidente más reciente que ha provocado la controversia y el debate en torno a la poesía ha llegado a incluir a una respetada actriz londinense. Joanna Lumley, que de ella se trata, tuvo a su cargo un prólogo para una colección de piezas de una amiga, Liz Cowley, autora de la colección A Red Dress and Other Poems (Vestido rojo y otros poemas). En su ensayo introductorio, la Lumley tuvo el desparpajo de decir que “gran parte de la poesía actual” no se podía leer por ser oscura y autoindulgente. Un editor, atento a la publicidad posible, hizo circular el pequeño volumen y logró revolver el avispero. A pesar de que Joanna Lumley fue jurado del Premio Booker en 1985 y ha organizado lecturas públicas de algunos poetas ingleses, muchos poetas se indignaron, entre ellos gente de renombre en la poesía como Dannie Abse, Wendy Cope y el actor Stephen Fry. El conocido crítico Al Alvarez, que está próximo a cumplir los 80 años, remató diciendo que Joanna Lumley no entendía la poesía moderna por su edad. Ella tiene 62 años.
Claro que la poesía tiene vigencia en la sociedad actual.