Como navego a dos aguas entre la política y el periodismo, repito las consideraciones políticas en relación con lo que significa como antecedente y como vergüenza: la primera vez en nuestra historia democrática que tenemos un vicepresidente acusado por corrupción.
Y, en la semana que se inicia, con un Senado al que se paralizó para evitar que sea la caja de resonancia de semejante humillación, no deja de ser igualmente metafórico que la sesión del próximo miércoles esté prevista para tratar otra vergüenza, la llamada ley de la responsabilidad del Estado, que, en realidad, parece una patente de impunidad para los funcionarios irresponsables. Como el juicio penal le cabe a la Justicia, resta ahora el debate político en torno a si corresponde una licencia, una renuncia o el juicio político. En tanto, vale observar algo que entre nosotros mal se entiende. El periodismo trabaja con indicios. Denuncia lo que la Justicia deberá convertir en pruebas para juzgar. El enorme escrito del juez Lijo que sustenta el procesamiento de Boudou y sus amigos no sólo es un soplo de esperanza en relación con la confianza en una Justicia independiente que garantice la igualdad, sino que confirma todo lo que los periodistas que iniciaron el caso han venido escribiendo a lo largo de estos años bajo la descalificación y los agravios de los que creen que, si eluden los hechos de las primeras planas, desaparecen como corrupción o negligencia. Una actitud que delata el desprecio y la subestimación a la ciudadanía, a la que se sigue tratando como a un niño al que se le debe decir qué leer. Alcanza con mirar el tratamiento que se le ha dado a la noticia para reconocer quiénes confunden prensa con propaganda.
De modo que hay en el procesamiento del vicepresidente de nuestro país dos rehabilitaciones: la confianza de que una Justicia independiente es posible y el desagravio y felicitaciones a los periodistas que engrandecen ese maravilloso privilegio que es hablar por los otros. Periodistas que han sido servidores de la ciudadanía, no empleados públicos del poder.
La credibilidad es el único gran valor de un periodista, el día que pierde ante la sociedad su credibilidad, ha perdido su razón de ser, servir a la sociedad cuyo derecho fundamental es ser informada.
* Senadora de la Nación.