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Sobre la gestión de Obama

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Cómo evalúan los intelectuales negros la presidencia de Obama? Se lo pregunté a Melanye Price, la inteligente autora de The Race Whisperer. Ella habla con una dulce cadencia, propia de su comunidad, y con una visión integral de la negritud que no sólo incluye la historia sino los problemas contemporáneos. Al leer su libro, percibí desilusión y sobre eso le pregunté en primer lugar. Me respondió:
—Yo tenía ilusiones, como mucha gente. No estaba sola cuando pensaba que habría momentos en que tener un presidente negro significaría una diferencia tangible para los afroamericanos. Momentos en los que podrías decir que la política cambiaba porque teníamos un presidente negro. No tuvimos tantos de esos momentos como me habría gustado. Pero yo soy una persona que estudia los asuntos políticos relacionados con los afroamericanos, que habla por y para los negros. Y Obama, como presidente de los Estados Unidos, tenía que enfocarse más que en esto. De hecho, si él nos hubiera dado muchas de las cosas que yo quería, posiblemente no lo habrían elegido, y es probable que hubiera tenido momentos menos exitosos en su presidencia. Estaba en una posición difícil por ser el primer presidente negro, todos trataban de interpretar qué significaba esto para los Estados Unidos. ¿Significaba que iba a hacer concesiones especiales para los negros? Es un miedo que muchos votantes blancos tenían: que un presidente negro o latino de alguna manera beneficiaría más a su comunidad de origen. Tenía sentido, porque muchos presidentes blancos han hecho la vida mejor sólo para la gente blanca.
Hablamos entonces sobre la gran paradoja de que durante el segundo mandato de Obama se sucedieron una seguidilla de incidentes raciales como no se veían desde hacía mucho, acaso porque no existía la tecnología que permitiera difundirlos. Ella me dijo:
—Ferguson es una de las grandes paradojas de la presidencia
de Obama en la que, por un lado, hay un gran acontecimiento
histórico sobre raza, que representa progreso racial, mientras que, por el otro, hay un choque entre negros, especialmente millenials –jóvenes que se hicieron adultos con el cambio de milenio–, y policías. Y hemos visto la emergencia de BLM y de activistas de lugares como Ferguson y Baltimore que desafían el legado de Obama. Lo que BLM ha hecho es desafiar a los dos partidos, tanto al Demócrata como al Republicano, y cuestionar la noción de que Obama hizo absolutamente todo lo que se podía acerca de la policía y la violencia policíaca contra la población negra. Creo que cuando pasó lo de Ferguson, Obama aprendió que su mera presencia en un asunto de raza no mejoraba las cosas, porque cuando decía cosas sobre raza era como dar municiones a los conservadores.
Lo atacaban a él, cuestionaban lo que estaba pasando, el gobierno se paralizaba, los medios se paralizaban. Y creo que él pensó que podía hacer un mejor trabajo al no involucrase personalmente, enviando a Eric Holder como su embajador. Eric Holder tenía libertad para decir más cosas que Barack Obama. Tal vez una de las cosas más importantes de la era Obama es BLM.
—¿Fue suficiente la intervención de Obama en la reforma del sistema penal?, le pregunté después.
—Creo que Obama hizo algunas cosas geniales sobre justicia penal. Uno de sus mayores legados para los negros es el hecho de que haya conmutado tantas sentencias; que, gracias a él, los menores de edad ya no podrán sufrir el castigo del confinamiento solitario. Pero hay que enfatizar que se necesita una revolución en el sistema de justicia penal. No se trata de cambiar cosas sino de transformarlo por completo. Tenemos que entender no sólo cómo la gente termina en la cárcel sino el proceso en su totalidad: saber a quiénes detienen más frecuentemente, quiénes son sentenciados más frecuentemente, qué abogados tienen, pero también saber que ahora vigilamos particularmente a los chicos negros y latinos en las escuelas primarias, que tenemos policías en las escuelas –donde los blancos ven a los niños de color como predadores–, que suspendemos a los niños en las escuelas y de qué manera lo hacemos, que no invertimos en las escuelas. Y creo que BLM está llegando a un punto de madurez sobre estos temas.
—¿Cuál fue el error de Obama?
—Pensar que podía hablar lógicamente y establecer acuerdos
con gente que no tenía ningún interés en hacerlo. Y creo que mantuvo demasiado tiempo la idea de que podría disuadir a esta gente con la lógica, con el compromiso, con su encanto personal. Lo que más me desilusiona de su administración es que le llevara tanto tiempo entender que esa gente nunca iba a trabajar con él. Cuando se dio cuenta, había perdido la mayoría en el Congreso y el momento que tenía para hacer los cambios más grandes ya había pasado. Así que el único progreso que logró fue el ACA –Affordable Care Act, la reforma del sistema de salud– aunque en una versión diluida. Le llevó mucho tiempo reconocer la intransigencia del racismo y del resentimiento racial. Cuando comprendió que nunca iban a trabajar con él, ya habían creado la narrativa alrededor del hecho de que no lograba hacer nada, de que no era competente en su trabajo. Y ya estaban convenciendo a otros blancos de que era un hombre malo, cuando es todo lo contrario.
—¿Cómo explica la aparición de Trump justo después de la presidencia del primer negro?
—Barack Obama no es la causa del momento político en el que nos encontramos, sólo el catalizador. Barack Obama no creó el racismo, no creó el resentimiento racial alrededor de la idea de un liderazgo negro, él no inventó la noción de que los republicanos tendrían conductas racistas hacia el primer presidente negro. Su presencia atrajo todas estas emociones, racismo y fanatismo. Frente al gran salto que representó su presidencia, todos los racistas empezaron a actuar negativamente.
No es culpa de Obama. El hizo lo que debía, impulsar la historia hacia adelante. En realidad, es culpa de los fanáticos que estemos en esta situación. Es culpa de la gente que tiene mucho resentimiento racial, que había pasado inadvertido porque no habíamos tenido antes un gran momento de progreso racial.

*Periodista. Fragmento del libro Trumplandia, Ediciones B.