Un día y sólo porque andaba por ahí trabajando me colé en un festejo de cumpleaños que le hicieron los empleados del Canal 21 (el Canal del Papa) a Francisco. Si el hecho de que le llevaran dulces de cualquier grupo y factor cerraba (nada de presentes pomposos para el Cardenal austero), ¿por qué se los regalaban rotos y hasta destrozados? Más aún, varios estaban directamente mordidos, o al menos alguien les había cortado un pedazo sin disimulo, para que se viera que de no caer en boca de Jorge Bergoglio iban a la basura seguro. Conocía la tradición de romper el papel, no la de destrozar los obsequios como si una horda de salvajes los hubiera olfateado antes de que llegaran a sus manos. Claro que nadie se asombraba y hasta parecían miembros de una congregación que conocía las reglas del convite: nada de lo que se le daba al Cardenal podía estar intacto y en condiciones aceptables de presentación. Dado que no era la primera cosa rara que veía en la Iglesia, guardé silencio y evité preguntar mientras se brindaba con sidra en vasitos de plástico.
Cuando terminó la “fiesta” y todos volvieron a sus oficinas, me acerqué a Julio Rimoldi, director del Canal 21 y mano derecha del entonces Cardenal para preguntarle sobre los obsequios destrozados.
—Muchos dulces…
—Le encantan, muere por el chocolate y los dulces en general, creo que es la única debilidad que le conozco al hombre, en especial los alfajorcitos de limón. Tardé añales en descubrirlo aunque ahora ya le tomé el tiempo y ahora se los regalo siempre.
—¿Por qué se los daban todos así… Todos rotos y despedazados. La verdad que parecía una entrega de sobras…
—Porque Bergoglio no acepta regalos. Le das algo y tiene que entregárselo enseguida a otra persona, es una promesa o algo así que hizo hace mucho tiempo y la cumple a rajatabla. Si le damos la caja cerrada no los come aunque le encanten. Tenés que buscarle la vuelta porque es muy mañero.
—No sabía, nadie me había dicho nada. Ni siquiera cuando lo entrevisté habló del tema.
—La verdad es que mucho no le gusta que se sepa. Es uno de sus secretos mejor guardados, tampoco quiere ofender a la gente que viene con cosas desde lejos o se las da con cariño. Nosotros ya le tomamos el punto y rompemos todo así no se lo puede regalar a nadie, especialmente con los dulces que le encantan, igual siente que le hacemos trampa y a veces se pone cabrero. ¿Sabés la cantidad de cosas que llegan acá? Él no se queda con ninguna. Igual si se lo das es muy discreto y cuidadoso; al contrario, le llevás un regalito y lo recibe con alegría, agradeciendo igual que un chico feliz. Se diría que lo estaba esperando desde siempre, y el hecho de que conozcas su “secreto” cambia en poco el ritual que repite ante cada “ofrenda” que se le hace. “Sé que usted no acepta regalos pero igual se la traigo, total una vez que la vea puede regalarla…”, le dije un día en relación a una película mexicana. Ni una palabra acerca de su juramento largó: “¡Pero muchas gracias!”, contestó entusiasmado. Vaya a saber dónde estará ahora ese engendro de Tita Merello, su actriz favorita, la única donde cantó “Cielito Lindo”.
*Filósofo, publicista y autor de El verdadero Francisco.