En una economía signada por una sensible situación como la nuestra, consecuencia de factores endógenos y exógenos, son varios los frentes expuestos. En medio de una desaceleración marcada de la actividad, más allá de algún indicio de atenuación de su ritmo, el conjunto de los frentes con bemoles traduce una instancia de desencuadre macroeconómico. Esto es lo que deberíamos corregir rápida y contundentemente.
Lo cual exige apuntar a un planteo lo más integral que sea factible, enfatizando en el marco global aquel o aquellos mecanismos con mayor potencial relativo para atender directa e indirectamente a los frentes comprometidos.
A modo de ejemplo, recuérdese que el sector fiscal, en su alcance consolidado –nación más provincias– afronta una clara perspectiva de debilidad. A nivel nacional, se contrae el superávit primario (el que es muy asistido por las utilidades del Banco Central), y en la faz provincial se perfila un déficit primario agregado, que se agiganta en términos de déficit financiero.
También es sabido que sobrellevamos pesados vencimientos de deuda: más de $ 110 mil millones por año en 2010-11. Probablemente, “rascando hasta el hueso” –reciclando deuda en organismos estatales– tengamos cubiertas las cargas de 2009. Hacia adelante, los interrogantes suben. Naturalmente, las estrecheces fiscales actuales y en ciernes de no pocas provincias llevan a que los gobernadores, a la vez que se reúnen con la Presidenta, formulen, bajo ropajes varios, pedidos de fondos. En rigor, esto recién empieza. Desde ya, a la Nación tampoco le sobran recursos.
En verdad, despunta un “rosario” de planteos sectoriales: vgr., los provinciales citados, reclamos salariales aún en danza, se deben reintegros a exportadores, tenemos las peticiones del ruralismo, etc. Y, otra vez, pesan los vencimientos de la deuda. Como vamos, sobre un total posible de “100”, los reclamos amenazan sumar “250”.
Hay, incluso, aspectos que se cruzan. En el caso de algunos fiscos provinciales reclamantes, están involucradas provincias con una alta densidad agropecuaria en sus estructuras productivas. Aquí también nos topamos con las peticiones rurales, y, más aun, con algunos “programas” que, prácticamente, exigen un rápido desmontaje de las retenciones a las exportaciones.
Veamos algunas de estas “sumas”. Provincias escasas en recursos, presionan sobre la jurisdicción nacional, la que también anda rala. A su vez, con las aflicciones del campo de por medio, si se asume como hipótesis el programa de desmantelamiento de retenciones, se agudizaría en lo inmediato la endeblez fiscal general. De paso, con retenciones yendo a cero, seguramente el tipo de cambio real básico tenderá a ser bajo. El campo, por su reconocida competitividad internacional, igual se las arreglará por un rato –según “cuánto de bajo” sea aquél–, pero la industria sufrirá mucho y el desempleo tenderá a exponenciarse. Esta suma, resta. Es un juego de “suma cero” (y hasta puede rematar en la suma “debajo de cero”). Debemos ser más sensatos para que las sumas lo sean efectivamente. Para predisponer mejor las perspectivas de rentabilidad, de actividad y de exportaciones de los sectores productores de transables –campo e industria– un tipo de cambio más realista que el vigente –y sostenido en el tiempo– es un formidable aporte de base. Lo que quita peso al programa de desmontaje pleno de las retenciones, pero, en paralelo, por el impulso fiscal (directo e indirecto) prohijado, cabe encarar sin trabas insuperables a los rubros que sí requieren por el ciclo reducir en cierta parte las retenciones (vgr., maíz, girasol, trigo) y otros que merecen especial atención (leche, carne). Con este marco, y suponiendo asimismo que el gasto público consolidado es sometido a severas prioridades, la puja provincias-Nación podría lucir algo más relajada, ampliándose un vector aplicable al prorrateo de recursos. Todo esto nos indica que lo conveniente es avanzar hacia un juego más sensato y positivo, de “suma no cero”. Por supuesto, sin un programa macro integral, el asunto es inviable.
*Economista.