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Surrealismo en 1602

El libro traduce poemas de más de cincuenta autores, entre ellos Artaud, Breton, Eluard, Leiris, Queneau. Pero también poetas poco frecuentados.

06-11-2021-logo-perfil
. | Cedoc Perfil

Ordenando libros de mi biblioteca, es decir desordenándolos, me topé con Antología de la poesía surrealista, prologada y traducida por Aldo Pellegrini, uno de mis favoritos de todos los tiempos (no creo ser el único que ame mucho ese libro). Publicado en 1961 por la editorial Fabril, desde 1981 es reeditado por la editorial Argonauta, con una tapa con fotos de Man Ray viradas al rojo intenso. El libro traduce poemas de más de cincuenta autores, entre ellos Artaud, Breton, Eluard, Leiris, Queneau. Pero también muchos poetas poco frecuentados, sin contar también algunas excentricidades, como la inclusión de textos de Picasso, y de poetas latinoamericanos, como el peruano César Moro (“Toda idea de lo negro es débil para expresar la larga ululación/de negro sobre negro resplandeciendo ardientemente”). Cada autor va acompañado con una precisa noticia bibliográfica, más un conjunto de fotos del grupo surrealista, entre ellas, varias poco conocidas, como la del escultor Jean-Pierre Duprey en su estudio, o la de Robert Desnos y Youki levemente embriagados. Hay algo en el amor de Pellegrini por elurrealismo, en la erudición y desmesura de su proyecto, que parece ausente en nuestro tiempo. ¿Quién se tomaría hoy un trabajo así, y además gratis, sin una beca del Conicet, un subsidio de una fundación o un anticipo de una editorial? Algo tiene el libro de Pellegrini que parece en vías de extinción: entender a la literatura como un don. Un acto gratuito, una forma de sustraerse al intercambio mercantil, al reconocimiento social de la figura del escritor exitoso, que parece ser el horizonte final de nuestros escritores progresistas, tan comprometidos con todas las buenas causas del mundo.

Quizás la Antología pueda servir también para recordar al propio antologista. Pellegrini fue poeta, librero, ensayista, autor del muy bello Para contribuir a la confusión general. En 1926 fundó el primer grupo surrealista del mundo en habla hispana, y editó una revista que obviamente sólo duró dos números. Más tarde tradujo las obras completas de Lautréamont, y en 1966 compiló, por encargo de la entonces editorial independiente Seix Barral, una Antología de la poesía viva latinoamericana de una actualidad sorprendente: Girri, Lezama Lima, Braulio Arenas, Enrique Lihn, Uribe Arce, Carlos German Belli, etc.  

Graciela de Sola, en su muy documentado Proyecciones del surrealismo en la literatura argentina (publicado por las Ediciones Culturales Argentinas, dependiente de la Secretaría de Estado de Cultura y Educación, en 1967, es decir, en pleno gobierno de Onganía) lo ubica en la herencia de Girondo y de la tradición de los malditos. Sola afirma que, entre nosotros, esa tradición comienza con Argentina y conquista del Río de la Plata, de Martín del Barco Centenera, de 1602. Aunque quizás razón no le falte, como lo indica este fragmento del poema de Del Barco Centenera: “Un hecho horrendo digo lastimoso, /aquí sucede: estaban dos hermanos; /de hambre el uno muere, y el rabioso/que vivo está, le saca los livianos/y bofe y asadura, y muy gozoso/los cuece en una olla por sus manos/y cómelos; y cuerpo se comiera, /si la muerte del muerto se encubriera”. ¿Muertes encubiertas? ¿Antropofagia?  ¿Goces perversos? Efectivamente no hay porqué descartar que una tradición maldita comenzó en Argentina en 1602.

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