No sabía que existía la revista Jot Down hasta que el correo me trajo una. Trescientas páginas, un par de kilos de peso, un formato que no cabe en los estantes de la biblioteca. Después averigüé que la inventaron dos sevillanos y una mujer que no salía de la casa. Si entendí bien, comenzó a aparecer en España en 2011 en formato digital y luego pasó a tener una versión en papel, que es el ladrillo que llegó a mi puerta.
Este número, que es el 39, está dedicado a Armenia. Pero, además, si no entendí mal, es parte de una tentativa para que la revista salga de la madre patria y llegue a las ex colonias. Por eso se distribuyó en la Argentina con más temas y contribuyentes locales de los que tenía hasta ahora. En cada entrega, Jot Down publica ensayos periodísticos y entrevistas con un tema común y distintos ángulos. En este caso hay cuarenta artículos de cuatro a veinte y se puede leer entera, ya que Jot Down es amena, está escrita fluidamente y se esmera por despertar curiosidad. Es una revista cultural, entendiendo por eso que su escritura es afín a un público lector de clase media y formación universitaria, aunque no es de ningún modo académica y menos aun radical en sus ideas, que son más bien las de un progresismo sin fanatismos. Pero lo cierto es que los sevillanos y la mujer que no salía de su casa descubrieron que había un público más o menos culto, más o menos sofisticado (también sin fanatismos) al que le interesa leer sobre gente que hizo algo en la vida (aunque más no sea, ser famosa) o sobre cosas que ignoraba completamente pero merecen conocerse.
Este número sobre Armenia es ideal para ilustrar la manera de componer el sumario. Hay muchas notas dedicadas a armenios que son o fueron importantes. Desde viejas glorias como Aznavour (deliciosa nota sobre sus años como esclavo de Edith Piaf) o Petrosian (que me caía mal por su estilo defensivo pero resultó un tipo fenómeno) hasta cineastas como Atom Egoyam o el genial y heroico Sergei Paradjanov (haberlo elegido para la tapa merece un aplauso). Pero también a la familia Kardashian o al terrorista devenido héroe y mártir de guerra Monte Melkonian. Armenia, repasamos leyendo, es un país casi incomparable en materia de mitología (el arca de Noé) o de historia (el primer país oficialmente cristiano), tiene un alfabeto propio, una diáspora que triplica a sus actuales habitantes y acumula una increíble colección de invasiones y tragedias cuyo ápice es el genocidio turco de 1915 y su última muestra la reciente derrota en la segunda guerra de Nagorno-Karabaj.
De esas tristezas también se ocupa la revista, así como de los viajeros que llegaron a ese país fascinante y hospitalario (que tuve el gusto de conocer en 2004) así como de los armenios en la Argentina (desde Karadajian hasta la escritora Magda Tagtachian, pasando por el viejo barrio armenio de Palermo), que se parecen poco a los de allá.
Jot Down evita las notas de coyuntura y, por lo tanto, no habla de la complicada situación política actual en Armenia. Pero eso viene con el género.
Quiero decir que el nuevo periodismo es una forma de escritura (y acaso de vida) que omite en buena medida la crítica, que no se ocupa de lo que es incierto ni de lo que es profundo. En cambio, nos tranquiliza, nos ilustra y hasta nos conmueve. Tal vez sea injusto pedirle más.