El Gobierno puso el piloto automático. Eso es lo que transmiten la falta de iniciativa política y cierta impotencia para instalar prioridades que ha demostrado Cristina en sus primeros 45 días de reinado. Hay una especie de elogio de la lentitud de muchos ministros y de sopor estival que –comparado con la hiperkinesis de su esposo– se hace más patente. Y mucho más todavía porque su íntimo enemigo, Mauricio Macri, también adoptó parte de aquel manual que ordena presencia en los lugares, anuncios diarios y decisiones a repetición, minuto a minuto.
Piloto automático es un concepto que sintetiza el continuismo absoluto e inmodificable que tuvo sus 15 minutos de fama cuando Roque Fernández se sentó en el sillón de Domingo Cavallo, quien desde ese momento dejó de ser el amo y señor de la economía menemista. Muchos creen que ése fue el comienzo de la recesión y la consecuente debacle de Carlos Menem. Por suerte, nada indica que ese camino al abismo esté demasiado cerca.
Entonces, ¿qué le pasa a Cristina? ¿Carece de liderazgo? De ninguna manera. ¿Le falta formación? Todo lo contrario: es muy superior a la de su marido. ¿Tiene agenda propia? Mmmmm. Aquí la respuesta no es tan contundente y tiene matices en los que vale la pena detenerse. La sensación es que el Gobierno es el mismo y que utiliza los mismos remedios pero que las enfermedades son distintas. El diagnóstico de la Argentina de hoy indica que los más graves y estructurales dramas que estallaron en 2001 ya se han curado y muchos de ellos por mérito del trípode Duhalde- Lavagna- Kirchner. Argentina pasó de pantalla y los desafíos son de otro tipo. Sobre todo en el plano de la economía y de la calidad institucional donde se necesita microcirugía y racionalidad para no arreglar lo que funciona. Más bisturí que hachazos.
La preocupante percepción de piloto automático enciende una luz amarilla en el tablero de los Kirchner. Y tendría su origen en que Cristina todavía no pudo, no supo o no quiso instalar su propia agenda, o al menos una más acorde con las necesidades de estos tiempos. Por eso no hubo luna de miel. Por eso parece que aún no terminó de salir a la cancha, que su figura necesita más jugadas fuertes que consoliden sus contornos y que éstos no se desdibujen frente a la omnipresencia de alguien que muchos ven como un ex futuro presidente que quiere refundar el peronismo extirpando el pejotismo.
Por muchos motivos, la Presidenta tuvo que suturar las heridas de distinto tipo que le dejó “el gobierno anterior”. No es la vieja excusa de la pesada herencia, todo lo contrario. Pero hay un rosario de cuestiones, algunas escandalosas, que pesan más de lo que Cristina se imaginaba:
* La valija negra repleta de verdes. La investigación de la conexión bolivariana avanza en Miami a velocidad inversamente proporcional a las de la bolsita feliz de Felisa y el caso Skanska en estas pampas, por ejemplo. Uno de los más rigurosos consultores argentinos opina que Estados Unidos va a ir a fondo no para perjudicar al matrimonio K, que recibiría de costado varias esquirlas, sino porque lo que realmente los mueve es la bronca por los multimillonarios negocios paralegales que hacen los venezolanos con los bonos argentinos. Los hacen en territorio norteamericano y son gigantescas y sofisticadas bicicletas financieras que aprovechan algunas grietas de la legislación y el mercado hiperinformal de dólares de Caracas.
* El divorcio con los Estados Unidos. Fue un subproducto no querido de la respuesta cargada de antiimperialismo y gruesos epítetos que el matrimonio K sobreactuó, asustado y sorprendido por el ingreso del elefante Antonini en el bazar argentino. Hoy, ambos países estudian los mejores mecanismos para la reconciliación. Pero hay dos obstáculos: la dinámica del fiscal Thomas Mulvihill y el reclamo renovado para que Chávez y Kirchner repitan su gesto humanitario colombiano en Cuba, para que la doctora Hilda Molina también deje de ser rehén y pueda venir a ver a sus nietos argentinos.
* El INDEK cumple un año. Y Cristina sigue con ese presente griego. Una suerte de pantano del que no pueden salir y en el que cada vez que intentan un movimiento se entierran más. No se puede explicar lo inexplicable: que San Luis tenga una inflación del 20% anual y que el país tenga la mitad, por ejemplo. La Presidenta está muy contenta con Guillermo Moreno por la sucesión de patoteadas a Shell, la última con la actuación estelar del escribano general de Gobierno, Natalio Echegaray, quien poco menos que allanó la empresa en un intento de intimidación para recortar la libertad de expresión. De todas maneras, Moreno y Cristina siguen atrapados y sin salida en el INDEK.
* El escándalo que dejó mudo a Macri. A sola firma, el ex presidente Kirchner le triplicó el valor de una empresa a Cristóbal López al renovarle la licencia para las maquinitas tragamonedas, verdaderos dineroductos. Kirchner perpetró este decreto 5 días antes de irse del poder y durará hasta que él cumpla 82 años. El jefe de Gobierno de la Ciudad, ni siquiera ante esta insólita medida abrió la boca en el tema de los juegos de azar que en todo el país pertenecen a cada provincia. Menos en la Ciudad de Buenos Aires y gracias a que Macri no denunció el acuerdo de Aníbal Ibarra con Lotería Nacional, por el cual se prorrogó automáticamente. Es muy curiosa e inexplicable la actitud de Macri. Se trata de suculentos fondos contantes y sonantes que la Nación les quita y que le recortan la autonomía tanto o más que el resto de los rubros en cuestión: la Policía, el Puerto o la Justicia. Macri no puede aducir ignorancia en este tema, porque fue una de sus banderas en varios actos de campaña, porque Ricardo Gil Lavedra le avisó por carta documento antes de que vencieran los plazos y porque José Torello, uno de sus dos amigos íntimos, era el director jurídico del Instituto de Juegos de la Ciudad y tiene una excelente relación con los dueños de la empresa beneficiada por Kirchner. Ayer, una alta fuente del macrismo explicó que hay fallos en firme de la Justicia que respaldan a Lotería Nacional respecto a su jurisdicción sobre el juego y que que si van ahora al todo o nada podrían perder los 140 millones anuales que reciben. Prometen, por ahora off the record, que –en su oportunidad– van a “pelear por todo”, es decir, por “un paquete de acuerdos políticos” que reconozca la autonomía plena de la Ciudad. Es un tema tan caliente que la semana que viene se van a reunir Elisa Carrió y Gil Lavedra para hacer una presentación conjunta en Tribunales.
Se podría decir que a los Kirchner y a Macri no los une el amor sino este escándalo. Diana Maffia, del ARI, tal vez la diputada más intelectualmente sólida, lo resumió en una consigna: “Somos tan opositores de los Kirchner como de Macri”.
Pero el ruido de las maquinitas y los billetes no es lo único en común que tienen quienes gobiernan la Nación y la Ciudad. Hay una lógica de caja y de administración ordenada que los llevó a sacudir los bolsillos de una clase media porteña que empieza a quejarse por el dolor en su viscera más sensible y por otras facturas que les pasan tanto a Cristina como a Macri por la inseguridad y los cortes de luz, de agua y de calles.
Los aumentos de ABL, patentes, aportes jubilatorios, estacionamientos, restaurantes, teatros, servicios en general, productos de supermercados en particular están generando una bronca todavía en ciernes y alguna suave luz roja con la caída que experimentó el turismo en enero en Mar del Plata y toda la costa argentina, por ejemplo. Aunque el récord de exportaciones y el precio bendición de la soja sigan con la potencia productiva de una locomotora.
Esta actualizacián necesaria en muchos precios y tarifas se hizo lejos de las próximas elecciones y aprovechando el alto nivel de imagen positiva tanto de Cristina como de Macri que esta semana se vieron cara a cara en un acto que despertó las esperanzas de los sectores más civilizados y dialoguistas de ambos espacios políticos.
“El único tema pendiente es la policía”, dijo el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, como tendiendo la mano. “Es un buen primer paso”, contestó su par en la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, aceptando el convite. Mauricio aprovechó el atril para plantear que “el deseo de la gente” era que trabajaran juntos para mejorarles la calidad de vida y Cristina le contestó que ellos siempre trabajaron “con todos sin mirarles la camiseta partidaria ni pedirle certificado de pureza ideológica”.
Los Kirchner y Macri comparten una franja del pensamiento económico que podríamos llamar muy genéricamente desarrollismo y además todos se llevan de maravillas tanto con los intendentes y caudillos bonaerenses como con los peces gordos del gremialismo de su máxima incumbencia: Moyano en la Nación y Genta en la Ciudad. No es casualidad que los Kirchner y Macri hayan abierto las puertas de sus espacios partidarios a muchos menemistas y duhaldistas reciclados. ¿O acaso a Duhalde no le gustaron tanto Kirchner como Macri como candidatos?
La mejor cara de la moneda de este acercamiento fue la posibilidad de abrir el espacio suficiente para temas de Estado que permitan avanzar decididamente en esa nueva agenda que reclama un cambio de época que muchos políticos embriagados de éxito demoran en ver hasta que es demasiado tarde para lágrimas.
El dialogo institucional entre los gobernantes elegidos por el voto popular, proyectos en común para mejorar los mecanismos electorales y de representación y el control de gestión y transparencia podrían parir un nuevo territorio que baje los decibeles de los enfrentamientos y que apueste a tener una democracia de mejor calidad y no menos de lo mismo.
Es lo que hay.
Se puede partir de lo que tenemos hacia lo que necesitamos. Con fuertes críticas y debates, pero también con responsabilidad y rigurosidad.
Sin pilotos automáticos, atendiendo las demandas sociales más urgentes y acordando algunas estrategias comunes para un país que, como decía Deng Xiaoping, necesita que el gato cace ratones sin importar sus colores.