Comprender cómo podría desarrollarse el futuro inmediato de la política nacional supone entender de qué modo se resolverán las incógnitas asociadas a cuatro actores clave: Cristina Kirchner, Daniel Scioli, Sergio Massa y un inesperado Amado Boudou.
Cuando restan dos semanas para las elecciones, el panorama político se ha tornado incierto. La palabra volatilidad suele referir a aquello que cambia de modo fácil y abrupto. Aplicada a acontecimientos recientes, propicia un sinnúmero de reflexiones.
Hace apenas ocho días el proceso electoral bonaerense parecía bastante definido: Sergio Massa se perfilaba como claro ganador aventajando al oficialismo por un mínimo de diez puntos. Aunque aún mantiene una importante ventaja de casi siete, aquella anticipada victoria ya no parece tan incontrovertible.
El sábado 5 de octubre la noticia de la enfermedad presidencial terminó con cierto letargo de la campaña, para poner nuevamente a Cristina Kirchner en el centro de la atención. La exitosa operación del martes 8 llevó alivio a la ciudadanía, pero abrió nuevos interrogantes: ¿Cuándo retomará sus funciones? ¿Qué consecuencias acarreará el interinato del cuestionado Amado Boudou?
Los encuestadores midieron presurosamente el impacto de la enfermedad y, en general, coinciden en que su imagen mejoró. Algunos, además, aseveran que la candidatura de Insaurralde subió un par de puntos. Los analistas políticos coinciden también en destacar que para justipreciar aquel efecto es necesario determinar tanto los votos que el oficialismo podría ganar a raíz de la solidaridad con Cristina, como aquellos que puede perder debido a la presencia no grata de Boudou. Sin embargo, no parece haberse reparado en la cabal magnitud de un hecho potencial: ¿qué sucedería si la Presidente se presentara a la ciudadanía antes del 27 de octubre con sus mejores palabras para –por ejemplo– agradecer el apoyo brindado; decir que está allí, cumpliendo su compromiso de siempre y recordando la presencia de Néstor Kirchner, cuyo aniversario de fallecimiento estará próximo?
Más allá de eso, mientras avanza en su mejoría, la Presidenta cuenta a su favor con la omnipresencia de quien, estando temporariamente ausente, puede emerger en cualquier momento con renovada fuerza.
A las tensiones se suma otra: ¿cuál será la suerte de Daniel Scioli luego de las elecciones? ¿Emergerá la anhelada bendición presidencial, aun cuando esté fundada más en la necesidad que en el amor o, por el contrario, caducará su zona temporal liberada para volver a los no tan lejanos tiempos de hostigamiento, agravados ahora por la osadía de haber sobreactuado sus aspiraciones presidenciales? A modo de síntesis, puede decirse que la Presidenta –por ahora– juega desde un obligado rol expectante; Scioli quizás ya jugó todo lo que podía; Boudou no puede sino jugar lo que otros digitan, mientras que Massa está obligado a salir de esa parsimoniosa zona de confort donde parecía abroquelado para, finalmente, tener que demostrar que su realidad está a la altura de tanta promesa.
Habrá que esperar que el tiempo vaya develando estas incógnitas. Mientras crea otras.
*Director de González y Valladares Consultores.