“La mujer es volátil, cual pluma al viento, ausente de palabra y de pensar,y de pensar, y de pensar.
Siempre es desgraciadoquien en ella confía, quien le entrega incauto el corazón”
De “La donna è mobile”, la célebre aria de “Rigoletto” (1851), ópera compuesta por Giuseppe Verdi (1813-1901) con libreto de Francesco Piave.
Teo se agita como el paño rojo de un torero, pica, busca el hueco y define con un toque letal, delicado, virtuoso. Es un 9 de manual que deslumbró en Racing y después reguló fuerza y deseo. Cuando el toro embiste, generoso, anhelante, seguro de sí, él desaparece. Se va. ¡Oooolé…!
En Turquía, después de un 2010 irregular, se convirtió en el enfermo imaginario de Molière. Harto del mar Negro y de ese idioma incomprensible, buscó refugio en Barranquilla con la excusa de una lesión que los médicos del Trabzonspor –que le había pagado 4.500.000 de dólares al Juniors– nunca detectaron. Así llegó a Racing, donde firmó por tres años. Al principio fue romance. El final, una novela negra; con expulsiones, peleas con rivales, compañeros y el célebre revólver –real para Basile, de paintball para otros– que sacó de un bolso en un vestuario caliente por su expulsión y la derrota en el clásico. El préstamo a Lanús fue una sutil manera de echarlo. Allí jugó un par de partidos y se fue, sin decir adiós.
En Cruz Azul de México repitió la historia. Hinchada y directivos pasaron del amor al odio cuando, con contrato vigente, huyó para cumplir su sueño de jugar en River, club del que es hincha. Fueron dos años raros, con campeonato y un rendimiento desparejo. A Ramón Díaz quería convencerlo de que no era 9 sino un 10 creativo. Pese a sus caprichos rindió, aunque brilló menos que en Racing.
Después de su Mundial todos lo imaginaban en un grande de Europa, pero está visto que en ninguna parte comen vidrio. Teo se quedó, jugó, ganó la Sudamericana con Gallardo pero abandonó al equipo de sus amores justo antes de las semis de la Libertadores, ensimismado por la oferta del Sporting portugués. Un romántico.
Seis meses, 16 partidos, 7 goles y Teo ya quiere irse de Lisboa. Unos dicen que a su mujer no le gusta vivir allí. Otros, que el técnico Jorge Jesús, ex Benfica, es la única estrella y suele ser estricto con la disciplina. Quién sabe. Cuentan que lo quieren Corinthians, piropeador que nunca concreta, y Cerro Porteño, cuyo manager, Pedro Aldave, fue brutalmente sincero. “Le hicimos una oferta a Teo y al club. Pero Sporting quiere venderlo y nosotros queremos un préstamo. Ni loco recomendaría traer a alguien que, pese a ser crack, tiene una patología que lo hace irse mal de todos lados. River tiene más chances: le deben dinero del pase”. Ahora Teo, marido desencantado, gata Flora barranquillera, quiere volver a Núñez. En fin.
Francescoli, escaso de delanteros, se encomienda al Señor y, cual Madre Teresa, perdona y bendice: “Con Teo no quedaron resentimientos. Recibió una oferta millonaria y contra eso no se podía ir. ¿Su vuelta? Hay que resolver el cupo de extranjeros y ver las condiciones. No haremos locuras”. Hace seis meses, D’Onofrio fue terminante: “Teo está en Barranquilla comiendo las empanadas de su abuela. Si no llegan ofertas, cuando termine de comer tendrá que volver a entrenar con la reserva. Aquí no juega más”. ¿Se tragarán el sapo en River? ¿Tolerarán el regreso de quien los plantó cuando se jugaban la copa? Enorme dilema.
Werner Herzog estaba harto de la furia demencial de Klaus Kinski pero volvía a llamarlo, seguro de que valía la pena sufrirlo con tal de que desplegara su talento en el set. Así, con peleas, amenazas y un clima tenso filmaron obras maestras: Aguirre, la ira de Dios (1972), Nosferatu (1979), Woyzeck (1979), Fitzcarraldo (1982) y Cobra verde (1987).
Fernando Colombo, que en 1985 dirigió a Kinski en El caballero del Dragón, escribió una columna para El País cuando murió, el 23 de noviembre de 1991. Así la cerraba: “Era un niño mimado, consentido, maleducado. De haber sido una persona mayor, sólo le cabría el calificativo de hijo de puta. Pero ahora se ha muerto y nos ha dejado. Descansemos en paz”.
Durante esa filmación, Kinski intentó violar a María Lamor, la protagonista; a Fernando Rey le rompió una costilla en un forcejeo no marcado en el guión; y con Harvey Keitel no se metió porque le advirtió que a la menor provocación le bajaría los dientes de una trompada. Sólo se llevó bien con Miguel Bosé. Colombo creía que Bosé pudo hacerlo gracias a su habilidad para tratar a los animales heredada de su padre, el diestro Dominguín. Cuando terminó su papel y se fue, el staff brindó con champagne. “¡Al fin solos!” repetían, aliviados.
El yo-yo Teo ofrece, con su curiosa manera de relacionarse con los demás, un problema y una solución al mismo tiempo. Con él nunca se sabe, pero parece dispuesto a volver.
Si es así, lo veremos en la pantalla de Canal 13 o Telefe junto a los demás clubes grandes, gracias a la habilidad negociadora de Fernando Marín, hoy director de FPT. Las migajas que quedan se las repartirán Canal 9 y Canal 7, que además tendrán a San Lorenzo. Daniel Vila, dueño de América, molesto por quedarse afuera, piensa en presentarse a la Justicia.
En la campaña, Macri prometió mantener el Fútbol para Todos gratuito, con capitales privados. Para cumplir con lo dicho y respetar el contrato original firmado en 2009, la TV Pública garantizará el libre acceso retransmitiendo los partidos de las señales del Grupo Clarín y Telefónica en el interior. Por ahora es así. Falta saber quién se queda con el Nacional B y la Copa Argentina, aunque todos los caminos conducen a TyC Sports. Hum…
No sé por qué intuyo que hay más de uno que trabaja para regresar, más temprano que tarde, al viejo sistema codificado. Ay.
Ya lo ven, muchachos. No sólo es el voluble Teo quien va y viene haciendo lo que se le canta por la vida.