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Teorías y consignas

En 1933, en un ensayo titulado Estado, movimiento, pueblo (subtitulado La tripartición de la unidad política), Carl Schmitt definía la función política constitucional del “movimiento” al mismo tiempo que proponía hipótesis sobre la estructura constitucional del Reich nazi.

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En 1933, en un ensayo titulado Estado, movimiento, pueblo (subtitulado La tripartición de la unidad política), Carl Schmitt definía la función política constitucional del “movimiento” al mismo tiempo que proponía hipótesis sobre la estructura constitucional del Reich nazi. Para el jurista, la unidad política del Reich se fundaba en tres elementos: Estado, movimiento y pueblo. El Estado (el aparato de las instituciones) constituye el polo político estático. El pueblo, por otro lado, ocupa el polo impolítico: crece a la sombra y bajo la protección del movimiento, que es el elemento político real y dinámico cuya forma específica adopta en relación con el Partido Nacional Socialista y su dirección (Schmitt sugiere que esta tripartición está también presente en el aparato constitucional del Estado soviético).

El movimiento puede convertirse en un concepto político decisivo sólo cuando el concepto democrático del pueblo, como cuerpo político, entra en decadencia y pasa a ser considerado como elemento impolítico cuyo crecimiento el movimiento debe proteger y sostener mediante políticas de cría y reproducción. Es la transformación del pueblo en población: una mera entidad demográfica y biológica.

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Lo que garantiza el carácter político del movimiento sería su capacidad para identificar un enemigo dentro del pueblo (un elemento, en el caso de Schmitt, radicalmente extraño). Donde hay movimiento siempre hay una cesura que corta a través y divide al pueblo identificando un enemigo. La pregunta (obvia) que una teoría semejante nos obliga a formularnos: en tanto umbral de politización de lo impolítico, ¿puede haber un movimiento que sea diferente de la guerra civil? Como ha señalado Giorgio Agamben: “La democracia termina cuando el movimiento emerge”.

En nuestro país, teorías como ésa tuvieron forma de consigna: “Primero la Patria, después el movimiento y luego los hombres”, reza la octava proposición de las Veinte verdades peronistas (1950). Y la tercera: “El peronista trabaja para el movimiento. El que en su nombre sirve a un círculo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre”.