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Terquería

Ayer leí El infantilismo funcionario, una excelente columna de Alfredo Leuco, en la edición del sábado de PERFIL (a quienes no la leyeron, se la recomiendo. Ayer también, mientras escuchaba la “conferencia de prensa” del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, vino a mi mente la palabra testarudo. Su etimología es obvia: testa, cabeza, y ruda, dura o, como dicen las abuelas, “es un cabezadura”. Ruda es una persona áspera a la que le cuesta aprender o percibir. Los sinónimos de testarudo son: terco, obstinado, porfiado, empecinado. Terco proviene de enterc, que quiere decir rígido.

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Gabinete. Los ministros y los principales secretarios, alrededor de la Presidenta. Un dream team con agujeros por todos lados. ¿Buen momento para un recambio?

Ayer leí El infantilismo funcionario, una excelente columna de Alfredo Leuco, en la edición del sábado de PERFIL (a quienes no la leyeron, se la recomiendo: está en http://www.perfil.com/contenidos/2008/03/28/noticia_0044.html).
Ayer también, mientras escuchaba la “conferencia de prensa” del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, vino a mi mente la palabra testarudo. Su etimología es obvia: testa, cabeza, y ruda, dura o, como dicen las abuelas, “es un cabezadura”. Ruda es una persona áspera a la que le cuesta aprender o percibir.
Los sinónimos de testarudo son: terco, obstinado, porfiado, empecinado. Terco proviene de enterc, que quiere decir rígido.
Espero que el lector disculpe mi afición por la etimología, pero después de la “conferencia de prensa” de Fernández y los discursos de Cristina del martes y el jueves, no pude evitar irme de cabeza al grandioso Diccionario Crítico Etimológico Corominas/Pascual, para seguir la pista de ese vocablo en la historia.
En 1588 se usó la palabra terquería para definir el lugar agreste y árido poco proclive a cualquier evolución o crecimiento. Terquería me pareció adecuado para el Gabinete K.
Un poema en español antiguo me resultó apropiado para el conflicto actual. Decía: “E sea la tu respuesta / non terca ni soberviosa”. A la soberbia ya me referí en esta contratapa en enero pasado, pero quiero recordarle al lector la cita de su introducción: “Más reinos derribó la soberbia que la espada; más príncipes se perdieron por sí mismos que por otros” (el texto completo se encuentra en http://www.perfil.com/contenidos/2008/01/12/noticia_0001.html).
En el Quijote, Cervantes escribió: “De ese Sancho tu escudero / las entrañas sean tan tercas / y tan duras que no salga / de su encanto Dulcinea”.
En el siglo XIV se usaba la palabra enterquesa. Especula Corominas/Pascual con que el vocablo también pudo haber tenido un origen céltico: terca se aplica a piedras duras y a terrenos estériles.
Volviendo al presente, lo terco habitualmente puede producir altercados, como los varios que tuvimos esta última semana. En la citada contratapa se diferenciaba la soberbia del orgullo, porque la primera desprecia a los demás mientras la segunda sólo valora lo propio. Lo mismo sucede entre la terquedad y el carácter.
Los pediatras hablan de la “edad terca”; se da generalmente entre los tres y los cuatro años, y luego se repite en la adolescencia. Se supera cuando encuentra los límites necesarios, pero podría extenderse si los impulsos no encontraran oposición: los adultos mimados como niños, los divos o las divas. Sin límites, los impulsos tienden a la autodestrucción.
En la temprana infancia, el niño comienza a descubrir su personalidad y necesita afirmarla oponiéndola a la de los demás. Descubre, también, que la terquedad le da cierta cuota de poder ante quienes lo rodean: el clásico “cuando dice no, es no” y el “salirse con la suya”. Luego, con el desarrollo emocional e intelectual, termina por descubrir que existen otras formas de hacerse respetar y valorar, menos costosas para él mismo.
La terquedad suele ser un síntoma de sentimiento de inferioridad; no bien la persona toma confianza en sí misma y deja de temerles a los demás, cesa en su pretensión de dominarlos.
También todo fanático es un terco: quiere alcanzar sus fines sin pasar por los medios que requieren. La impaciencia es terca. La terquedad es lo opuesto a la persistencia: la primera no quiere pagar los precios, la segunda está dispuesta al esfuerzo por conseguir lo deseado. A largo plazo, la terquedad cansa y desgasta, mientras que la persistencia descansa.
Encubrir el error es otra obstinación arrogante. Para poder medir el tamaño de un error hay que estar dispuesto a salir del refugio y a envolverse con el allá afuera.
A veces, hablar mucho es terquedad, una forma de tapar, de silenciar lo que no se quiere escuchar de los demás. Incluso la vanidad es terquedad; y la pereza también: sólo se hace lo que se quiere cuando se quiere. En su búsqueda de independencia, los niños y los adolescentes se oponen a todo lo que venga impuesto desde afuera de ellos.
Quizá el Gobierno confunda tenacidad con terquedad; en ese espejo deben mirarse, además, los ruralistas, porque si bien la responsabilidad mayor siempre es la de quien tiene el poder, tampoco las ofensas del pasado deben llevarlos a la intransigencia. Recuerden que no pocas veces la vehemencia y la estupidez van juntas.
La Presidenta tiene una gran oportunidad; es conocido, pero vale recordarlo: crisis significa oportunidad. ¿No será hora de oxigenar el Gabinete y liberarse de funcionarios ya gastados e irritantes, y algún otro que pueda no estar a la altura de sus responsabilidades?
Si sigue habitando la terquería que le dejó su marido, quien fue muy útil al país en muchos aspectos pero no es infalible ni mucho menos, correrá el riesgo de ser su caricatura.