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The times they are a-changin’

El famoso estribillo de Bob Dylan fue lo primero que me vino a la cabeza después de recorrer las noticias a propósito de la vida fiestera de Silvio Berlusconi en su palacete de Cerdeña. Una verdadera fiesta… mediática. Los tiempos están aaah-cambiando. Los tiempos son un cambiamento (?).

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El famoso estribillo de Bob Dylan fue lo primero que me vino a la cabeza después de recorrer las noticias a propósito de la vida fiestera de Silvio Berlusconi en su palacete de Cerdeña. Una verdadera fiesta… mediática. Los tiempos están aaah-cambiando. Los tiempos son un cambiamento (?). O lo que encontré en un sitio de Internet, LyricsFreak, no sé si resultado de una traducción automática o ejemplo de alguna variedad de dialecto hispano-americano de Tijuana; textualmente: “Por los tiempos son a-changin’”. Mi inconsciente (que es siempre muy atento) me propuso en segundo lugar la conmovedora novela Memoria de mis putas tristes. García Márquez la escribió más o menos a la edad que tiene ahora Berlusconi. Bueno, más o menos a mi edad.


Es verdad que a partir de un determinado momento, los hombres que han tenido una vida sexual activa y variada durante muchos años necesitan, una y otra vez, pruebas de que por ese lado todo sigue bien, de que the times are not changing’. Algunos necesitan tener algún hijo más, como Charlie Chaplin. Otros, seguir rodeados de beldades cuya edad suelen desear inversamente proporcional a la propia como, según parece, el presidente del Consiglio; tal vez Berlusconi necesite también que algunas de ellas, como Noemi, lo llamen “papi”. Qué más da. Todo esto es banal y no va mucho más lejos que un libro de autoayuda para la tercera edad. Lo cierto es que, aunque perdió una proporción importante de votos, la alianza berlusconiana ganó una vez más las elecciones. Que en política es lo único que importa, ¿o no? Y por otra parte, el sexo sigue siendo lo más importante de nuestra vida de sujetos modernos, ¿o no? (A coro: ¡sí!)

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Pero los tiempos, sin duda, están cambiando: no los tiempos sexuales, sino los tiempos mediáticos y los tiempos políticos.
Gianfranco Pasquino, profesor de ciencia política de la Universidad de Bolonia, proclama en este diario que Berlusconi es “fenomenal”, que su éxito como empresario en el campo político es único en el mundo y que, en suma, a los italianos les importa muy poco su vida sexual. Rafael Bielsa, también en PERFIL, escribe un artículo bajo el título “¿Qué le pasa a ‘Il Cavalieri’?” (que por alguna razón me hizo acordar al “¿Qué te pasa, Clarín?”), cuyo texto, contrariamente a lo que el lector suele encontrar en sus columnas, pasea confusamente por varias hipótesis, sin contestar su propia pregunta, a menos que interpretemos el último párrafo, donde hace referencia al “pueblo de teledependientes italianos” como que, para Bielsa, la culpa la tiene la televisión. En La Nación, Giuseppe De Rita, presentado como “uno de los máximos intérpretes de la sociedad italiana”, explica que se trata de un cambio antropológico, del que Berlusconi no es responsable pero que supo aprovechar. Un aspecto de ese cambio antropológico, siempre según el Prof. De Rita, sería que el “italiano medio” piensa que la mayor parte las adolescentes son p… (¡no olvidemos que se trata de La Nación!) y que van a bailar semidesnudas a las discotecas.


Lo obsceno del caso Berlusconi no son los desnudos de sus invitados e invitadas; lo único obsceno del caso Berlusconi es su exhibición del poder desnudo, es decir, del poder vaciado de todo contenido político. La exhibición de la impunidad, en suma. Sobre este tema los argentinos tenemos una larga experiencia histórica y los italianos también. Lo asombroso es que muchos ilustres comentaristas –tanto entre nosotros como en el exterior– contemplan sin pestañear ese vacío. En el material de los medios, encontré un solo punto de vista aceptable, a propósito de la publicación por El País de las famosas fotos: “la inteligibilidad de la vida política italiana es una de las primeras sacrificadas en el altar de la libre opción por el amarillismo despolitizante” (Gabriel Puricelli y Ernesto Semán en Página/12). Los autores recuerdan al mismo tiempo las convicciones racistas de Berlusconi. Quien, dicho sea de paso, no duda un instante en implementarlas con una política de represión de los migrantes. La sexualidad tiene siempre que ver con la identidad.
Imaginemos una escena que sería la hora de la verdad para Berlusconi. El presidente del Consiglio comprueba inquieto que, por ese lado, las cosas no van muy bien (the times they are ay ay! changin’) y escucha entonces una voz femenina que, combinando implacablemente la sorpresa con el reproche, le pregunta: “¿Qué te pasa, papi?”.

*Profesor plenario de la
Universidad de San Andrés.