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cierre de listas, dólar blue, carta a moscú

Tiempos no convencionales

Sergio Massa. Hoy parece más interesado en sumarse al gabinete que en su tarea legislativa.
Sergio Massa. Hoy parece más interesado en sumarse al gabinete que en su tarea legislativa. | Cedoc Perfil

Tan convencional como siempre el cierre de listas. Mismos canjes, mismas compraventas. Salvo que los tiempos no son convencionales. 

Si fuera solo alegría democrática, el Gobierno no hubiese ampliado la protección de Olivos y la Casa Rosada: parece que sumaron cuatrocientos nuevos efectivos a esas áreas delicadas. No se sabe si es para cuidar los enseres por el tráfico de candidatos que entran y salen a esos lugares (como siempre ocurre, más de uno quiere llevarse un recuerdo de la política), o por la ascendente oleada de protestas que hasta ahora se han limitado a cortar calles, hacer acampes temporales o realizar presentaciones ante las cámaras de TV. Se multiplican en la Capital, transpiran y acechan en el centro, pero evitan excesos violentos a pesar de que Rodríguez Larreta no intervendrá con su policía y el gobierno nacional se ha prohibido utilizar otro elemento que no sea la palabra. 

Más que las listas ya conocidas, importa su impacto en Nación, Provincia y CABA

Un inestable statu quo, ya que la repetición engendra aburrimiento. De ahí que, precavidos, los Fernández robustecen el escudo que los rodea, se dejan aconsejar por expertos en la materia y por primera vez atienden una advertencia última de su ex colega Julio de Vido, ahora un enemigo declarado: “Se viene un estallido social”, anticipó desde su refugio obligatorio y provincial, una chacra y pajarera en Lima que es una suerte de estancia a la que en broma iban a recurrir los oligarcas en otro siglo si venía la revolución.     

Más que las listas hoy conocidas, importa su impacto en la administracion nacional, provincial y porteña: las nóminas a competir electoralmente fuerzan a modificar los gabinetes, oxigenarlos. Nuevas caras y roles. 

Hay quienes se han ocupado por entronizar postulaciones legislativas mientras se olvidaban de los vacíos a cubrir. O promovían figuras para desalojar vacantes, cinismos aparte. 

María Eugenia Vidal será una aspirante más enérgica si Rodríguez Larreta le acomoda ministros, un Gustavo Ferrari o algún derivado de Federico Salvai, su gran influencer y quizás la más odiada figura del Index interno de Mauricio Macri: Salvai se valoriza por la estatura de quien lo objeta. 

Algo semejante ocurrirá en La Plata con Axel Kicillof, se reacomodan fichas en su estructura.     

Estos movimientos tal vez no alteren la naturaleza de esos gobiernos, al revés de lo que podria ocurrir en el equipo ministerial de los Fernández, necesitado de rellenar con famosos (¿vendrá Daniel Scioli por Solá?). En particular, si ocurre el traspaso de Sergio Massa –hasta ahora, en las listas, le han cedido más de una nominación femenina en el lote de candidatas–, hoy menos entusiasmado con su rol legislativo en la Cámara de Diputados ante la posibilidad de integrarse al gabinete. Si está condenado a la misma suerte del dúo del mismo apellido, más vale empeñar el cuero en una función ejecutiva: desde allí, quizás, a lo Cavallo (Domingo), pueda modificar el curso declinante del Gobierno. Debe imaginar ese protagonismo para salir también del pantano legislativo en que su candidatura presidencial se ha estacionado para el 2023.       

La eventual llegada de Ma-ssa, además de un poder superior al de otros ministros por la concentración de carteras, supone un sacudón al termómetro económico de Martín Guzmán, hoy acuciado por los nubarrones cambiarios, la abultada inflación y un acuerdo de ardua confección con el FMI. Y su intermitente relación con Cristina. Por ejemplo. 

Alguien dirá, al revés del ministro y el titular del BCRA, que el mercado del dólar blue no es tan pequeño como se pregona. A menos que, en la Argentina, no exista el narcotráfico como se publicita todos los días, no haya economía negra (cerca del 50%) y menos corrupción en distintos ámbitos. Esos tres factores –más la desconfianza y falta de alternativas del resto de la sociedad– solo desembocan hoy en un dólar irreverente de 185 pesos que un candidato descarado que dice seguir a López Murphy vaticinó pronto a 400 (se supone que López Murphy nunca lo consideró como uno de sus mejores alumnos). 

García Moritán, un proveniente artístico de la “caja boba” y de la “caja viva”, esos dos monumentos que sostienen las próximas elecciones de medio término para seducir votantes.       

La altura del blue parece un problema más político que económico como virus en la sociedad y la brecha que lo separa del oficial altera cualquier medida contra la inflación. Se diría, como en el cine, estamos en problemas. 

Massa, si aterriza, también aportará en la negociación con el FMI, hoy ennegrecida porque los europeos ya dicen que “la Argentina haga lo que quiera, nosotros igual vamos a estar”, mientras los rusos en apariencia no apoyan la suspensión del artículo cuarto reclamado por el kirchnerismo que evita las revisiones presupuestarias: entienden que un deudor no solo debe decir que va a pagar, sino también cómo va a pagar. Ni hablar de los norteamericanos que sacan alertas y comunicados a una Argentina que, por ahora, con disgusto, obla los compromisos menores con el organismo. También, callado, el Gobierno ya no insinúa que le hará juicio al FMI por los préstamos que le concedió a Macri y, por el contrario, demanda que cualquier futuro entendimiento sea corroborado por el Congreso de la Nación. Justo el lugar donde Máximo Kirchner, y una ristra de compañeros, ya señalaron que no se bajarán los pantalones ante ciertas exigencias, como si alguien les quisiera observar sus partes pudendas. Lo acompaña una madre Cristina que, típicamente femenina como diría un machirulo, jura que no quiere un default y al mismo tiempo sostiene que no puede o no quiere pagar. Todo el mundo sabe el calificativo que en el barrio se les otorga a esas mujeres. 

Cristina no quiere un default y, al mismo tiempo, dice que no se puede pagar

Tan ambigua y contradictoria como la carta que la Nicolini, esa pupila pimpante que el chileno Marco Enriquez Ominami le recomendó a Alberto, le envió a los rusos por el retraso en el envío de vacunas. Difícil pensar en el diccionario de malas palabras que en la vicepresidenta despertó esa misiva amateur.