COLUMNISTAS

Típicamente setentista

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Se sabe, Jorge Bergoglio se formó en la agrupación peronista Guardia de Hierro manteniendo intacto su costado de reformador social, en esto él también es típicamente setentista.

Tributa a su formación política original la torsión local que su conducción imprimió sobre el paradigma tradicional de la orden jesuítica, que más allá de la geografía nacional orienta sus prácticas dominantemente hacia los sectores sociales más vulnerables siempre lejos del compromiso estatal.
En nuestro país, sin embargo, si bien sin descuidar su vínculo con los sectores vulnerables y como buen cuadro peronista clásico, el ahora papa Francisco orientó sus desvelos a construir vínculos con y hacia el aparato del Estado.

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Vínculos que Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner siempre condicionaron, al plantear la primacía de la política por sobre cualquier interés de corporación, la iglesia incluida, supremacía que el entonces cardenal nunca aceptó.
Sucede que Jorge Bergoglio, al igual que tantos peronistas formados o no en Guardia de Hierro, no se podía pensar ni a él ni a su institución “por fuera” del aparato del Estado.

Obturada su búsqueda de un vínculo estatal orgánico, el entonces cardenal se lanzó a construir la unidad de la oposición y a liderarla, manteniendo una relación radial con amplios sectores que adversaron al oficialismo, en especial en su momento de mayor debilidad político-electoral durante los años 2008 y 2009, unidad opositora sostenida en su firme convicción sobre la posibilidad de organizar lo disperso, otra certeza peronista tradicional: conducir es conducir el caos.

Si lograba su cometido, el cardenal imaginaba un nuevo vínculo orgánico Iglesia-Estado post crisis, anclado a un nuevo sistema de liderazgo moral en el país, que bien podría orientar a futuro el curso de la acción política, como tantas veces lo ha hecho en la historia la Iglesia Católica, por otra parte.

Falló drásticamente en su cometido político. Sobrevino como marca de la pifia la Ley de Matrimonio Igualitario, “la 125 de Bergoglio”, síntoma específico de ese intento fallido de unificar a la oposición y finalmente llegó el broche de oro a su malograda tarea: la recuperación electoral del FPV en 2011, aun por sobre los niveles de 2007 y la oposición con un grado de dispersión inédito en la historia electoral reciente y sin conducción a la vista.

En su tarea pastoral su efectividad fue controversial. A juzgar por los resultados de la Primera Encuesta Sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina realizada por investigadores del Conicet, bajo la dirección de Fortunato Mallimaci –http://www.conicet.gov.ar/creencias-cultura-y-sociedad-en-argentina/– los resultados son discutibles: el 76,5% de la población se reconoce católica, pero sólo un tercio de ellos se siente contenido institucionalmente por la Iglesia.

Sin duda si no en la política y con claros y oscuros en el cumplimiento de los objetivos de su tarea pastoral, el cardenal devenido papa sí desplegó su mayor éxito en la construcción de poder al interior de la jerarquía de la Iglesia Católica. En ese tema sí que Jorge Bergoglio fue el mejor. Habemus Papam.

*Director de Consultora Equis.