COLUMNISTAS
Carlos Bianchi, en el centro de la escena

Tiro al Virrey

Se decía que tenía “el celular de Dios”. Tenía suerte, es cierto, como la que tienen todos los que llegan a lugares de privilegio. Pero decir que lo de Bianchi era sólo buena fortuna, era disparatado.

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Carlos Bianchi fue un extraordinario goleador de Vélez Sarsfield, Reims y París Saint Germain, que en 1993 volvió a la Argentina para dirigir a Vélez. Desde entonces, ganó torneos en serie (Clausura ’93, Libertadores e Intercontinental ’94, Clausura ’95) y se fue a la Roma. Su paso por Vélez lo convirtió en el candidato número uno a dirigir a la Selección, apenas concluyó el ciclo de Daniel Passarella, camino a Corea-Japón 2002.

No pudo ser. Grondona mismo le aconsejó que agarrara Boca, cuando Bianchi le comentó de la oferta que le habían hecho del club xeneize, tras los ciclos de Bilardo y Veira. Y Bianchi aceptó. En el primer torneo que disputó –Apertura 98—fue campeón. En el segundo (Clausura 99), también. Al año siguiente –2000—siempre con él, Boca obtuvo la triple corona: Libertadores, Apertura e Intercontinental. No sólo brillaba Bianchi. Obviamente, lo hacía todo el equipo. Riquelme jugó como nunca, Palermo metía goles porque era “el optimista del gol”, Córdoba se convirtía en indiscutido bajo los tres palos, tras ser muy discutido, Bermúdez era un excelente Patrón, el Negro Ibarra era un lateral brasileño, y siguen las firmas...

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De todos modos, una parte de la prensa siempre encontraba motivos para destrozarlo, sobre todo porque no le daba notas. Se decía que tenía “el celular de Dios”. Tenía suerte, es cierto, como la que tienen todos los que llegan a lugares de privilegio. Pero decir que lo de Bianchi era sólo buena fortuna, era disparatado.

A Macri sí lo plantó, en cambio. Fue el 23 de septiembre de 2001, mientras daba una conferencia de prensa, y el entonces presidente interrumpió para exponerlo públicamente tras la decisión que había tomado de dejar el cargo. Macri sabía que Bianchi no estaba a gusto por directivos como Crespi o Salvestrini, pero, por sobre todas las cosas, porque veía que Macri no respetaba sus blasones. A Macri le endulzaban los oídos su coro de adulones. Era el “gran dirigente” que había llevado a Boca a sitios de liderazgo. Pero en esto, ¿lo único que Bianchi aportó fue “el celular de Dios”? Y no sólo Macri: los méritos se repartieron entre Crespi, Beraldi, Salvestrini, Ischia, Santella, Riquelme y Palermo. Nunca se incluía a Bianchi. Bianchi sólo tenía “el celular de Dios”. Daba vergüenza escuchar estas barbaridades que, en algunos casos, tenían más que ver con cuestiones personales y familiares que profesionales.

Bianchi se fue y regresó. Repitió la Triple Corona en 2003 y, tras perder la final de la Copa Libertadores en 2004, dejó el club a mediados de año. Jorge Amor Ameal convocó a fines de 2008 para que fuera el manager, lo que desató una tormenta interna porque Crespi y Beraldi perdieron poder de decisión en el fútbol profesional.

Bianchi empezó su nuevo trabajo con su gran amigo Carlos Ischia como entrenador. A su ex ayudante le fue pésimo en el Clausura 09 (14º) y en la Copa, a Boca lo eliminó Defensor Sporting en la mismísima Bombonera. Los malos resultados, más la decisión de colgar a Mauricio Caranta, que a Boca le había costado un dineral, eyectaron a Ischia del cargo. Sin embargo, los dirigentes raleados levantaron el teléfono y les dijeron a los periodistas que Bianchi e Ischia ya no eran amigos y que el manager había dejado “caer” al técnico. Ischia tuvo una primera mitad del año desastrosa, y la culpa de eso parecía de Bianchi. No “Ischia, Bianchi y los dirigentes”. No, la culpa era de Bianchi. Y de Amor Ameal por haberlo traído.

Para conducir al plantel profesional, Bianchi eligió a Alfio Basile, que tenía el hándicap de haber ganado todo en su anterior ciclo en el club, entre 2005 y 2006, antes de irse a la Selección, llamado por Grondona, y al que la gente iba a tenerle más paciencia. En esta nueva etapa que comenzó en julio de este año, Coco –supuestamente—podría arreglar la interna eterna de Palermo – Riquelme y hacer que los bandos se unieran y tiraran para adelante.

Pero los números de hoy dicen que algo no salió bien. Entre lesionados, suspensiones y bajos rendimientos, Boca está décimo en el Apertura, con menos cantidad de puntos de los que disputó (47,62 por ciento) y con la aparición de Nicolás Gaitán como delantero, casi como único detalle positivo. Parece que hubo más, porque a este asunto de Gaitán lo repiten en la radio y la tele como cien veces por día. Entonces, parece que Basile fuera un hombre preclaro y Bianchi un idiota. Y que Boca extraña a Crespi y Beraldi, y que sin ellos no podría vivir.

Bianchi también comete errores. Cuando Basile renunció, porque no podía con la interna (también culparon a Bianchi), dio una conferencia patética en la que quedó muy claro que no estaba diciendo la verdad. Intentó ridiculizar a los periodistas, hinchas y dirigentes que había en la sala y le salió pésimo. Se equivoca cuando pretende decir todo a través de la agencia Telam. Y también se equivoca cuando deja que su hijo Mauro -contratista de jugadores- se acerque a Boca. El propio Mauro debería tomar distancia para que no metan a su padre en temas extraños. Sabe que lo están esperando y que se la dan, lo merezca o no.

Los triunfos de Bianchi están a la vista y los méritos que hizo para estar a donde lo puso Amor Ameal también.

Basta con revisar quiénes son Juan Carlos Crespi, José Beraldi y Carlos Bianchi y de allí saldrá a la luz que toda esta andanada de críticas a uno de los hombres que más gloria le dio a Boca en su historia no es más que una vil operación que no tendrá fin, porque se la juraron hace mucho tiempo y él resolvió pelearlos.

Los está peleando y recibe ataques arteros e injustificados. Ojalá que el legítimo simpatizante de Boca sepa reconcpoer este tipo de cosas.

Si sucede, Carlos Bianchi les habrá ganado una vez más. A los de adentro y a los de afuera.