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ECONOMISTA DE LA SEMANA

Todo el déficit fiscal de 2019 recaería sobre el próximo gobierno

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En el límite. En Hacienda se enfrentarán a desafíos cruciales. | cedoc

El desequilibrio entre gastos e ingresos del sector público se ha transformado en una característica casi estructural de nuestro país. En efecto, de los 59 años transcurridos entre 1961 y 2019, 52 años han sido deficitarios.

Desde el año pasado, el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) establece una reducción drástica del déficit primario, siendo la meta de 2019 del 0,48% del PIB. En la primera mitad del año las variables fiscales tuvieron valores acordes con las metas fiscales fijadas en términos de Resultado Primario, pero reflejando mes a mes, y sobre todo después de las elecciones primarias, los efectos nocivos de la recesión económica sobre la recaudación tributaria. En el acumulado hasta el mes de septiembre, el resultado primario del Sector Público Nacional no Financiero (Spnnf) alcanzó un superávit de $ 22.892 millones, equivalente a un 0,11% del PIB.

El cierre anual previsto. Respecto a la evolución posible de las cuentas fiscales, se pueden tomar como punto de referencia las proyecciones acerca del cierre esperado para 2019 plasmadas en el proyecto de presupuesto nacional 2020 que, como no puede ser de otra manera dados los compromisos asumidos con el FMI, marcan que se buscaría lograr la meta de resultado primario equilibrado. Este resultado en rigor sería un déficit primario de -0,48% del PIB, del cual el acuerdo con el organismo permite descontar ciertos gastos en rubros sociales y de capital, es decir los “ajustadores”. Según estas proyecciones, los ingresos tributarios que vinieron creciendo un 45,7% nominal en el acumulado enero-septiembre deberían acelerarse al 56,3% en el último trimestre del año (de modo que solo caerían un 0,05% del PIB respecto a 2018). Por su parte, los recursos no tributarios finalizarían el año un 0,21% del PIB por encima del año pasado. Siguiendo las proyecciones oficiales, al cierre del año, el gasto primario resultaría un 1,68% del PIB inferior al del pasado año.

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Ahora bien, un escenario considerado como una alternativa más probable consideraría una menor velocidad de crecimiento nominal para los recursos tributarios que van a las arcas nacionales. Si se observa la evolución mostrada por la recaudación de impuestos nacionales durante septiembre, último dato disponible, ésta mostró un crecimiento interanual del 42,6%, pero hasta agosto venía creciendo un 47,2% nominal acumulado. Por lo tanto, en este escenario alternativo los ingresos tributarios y de la seguridad social se supone que crecen un 40,8% interanual en el último trimestre, lo que redondearía una suba para todo el año del 44,4%. Con estos datos, los ingresos fiscales medidos en términos del PIB mostrarían una caída de 0,51 puntos porcentuales del producto respecto al año pasado. En este contexto, aun manteniendo los escenarios oficiales para los diferentes rubros del gasto previstos en el proyecto de presupuesto 2020, el resultado primario anual para 2019 equivaldría a un déficit del 0,93% del PIB. Este sería un piso de déficit anual puesto que ya se está considerando una desaceleración importante del gasto implícita en las proyecciones oficiales. La diferencia con la meta del FMI, una vez que se tienen en cuenta los ajustadores, sería de 0,45 puntos porcentuales, es decir de unos $ 100 mil millones.

La dinámica mensual del déficit. La consideración de la estacionalidad mensual habitual de la ejecución presupuestaria durante los últimos años marca que a diferencia del resto de los meses del año, en diciembre se deben enfrentar una serie de gastos superiores a los mensuales habituales, como lo son pagar aguinaldos en sueldos y jubilaciones, cumplir esquemas anuales como el de AUH, ajustar la ejecución de partidas anuales que puedan presentar demoras, entre otras razones, que lo configuran como un mes netamente deficitario. Los datos fiscales muestran que el último mes del año consistentemente resulta deficitario, por lo menos, desde hace más de una década.

Tomando concretamente los años 2016, 2017 y 2018, pudo apreciarse que el déficit que se fue acumulando mes a mes desde cada inicio de año fue aumentando, pero en todos estos años el último mes marcó la aceleración más relevante. En 2019, la dinámica mensual del resultado primario marca que hasta septiembre (último dato oficial disponible) se acumuló superávit primario (equivalente como se dijo más arriba a un 0,11% del PIB). Teniendo en cuenta la estacionalidad habitual, en el escenario considerado como el más probable, esto implica que el déficit primario esperado para este año debiera producirse durante el último trimestre. Sin embargo, 2019 no es un año “habitual”, y en particular no lo será diciembre, puesto que luego de diez días de transcurrido el mes se producirá un recambio de administración a cargo del Ejecutivo nacional. Teniendo en cuenta esto, un escenario totalmente plausible frente a la mencionada posibilidad de freno en el componente de ingresos tributarios, en el marco de la continuidad de la política fiscal actual que busca sostener resultados primarios positivos, sería el “adelantamiento” a noviembre de ingresos no tributarios o de capital por un 0,2% del PIB que en una situación normal o habitual se hubieran registrado en diciembre. Esto permitiría a la administración saliente “cerrar” su año en noviembre con un resultado primario acumulado positivo, que sería “entregado” a la nueva administración, la que debería afrontar por lo tanto todo el déficit en el último mes del año.

Concretamente, todo el déficit concentrado en diciembre verificaría una brecha fiscal primaria de alrededor de un punto del PIB, que expresada en pesos alcanzaría alrededor de $ 200 mil millones. El próximo gobierno deberá definir de arranque cómo financia este desequilibrio. El acuerdo con el FMI establece una meta de déficit primario de 0,48% del PIB. Y está pendiente el desembolso que no llegó todavía, que en términos relativos a las reservas ejecutables existentes parece importante. Es una situación compleja que puede implicar que el Gobierno entrante tenga que decidir desde el arranque cómo avanzará con el FMI.