Hay una manera de hacer que los pobres de este mundo estén $ 500 mil millones mejor económicamente, pero esta solución rara vez se discute. 2,5 billones de dólares de ayuda al desarrollo más unos billones desconocidos de los presupuestos nacionales están aún en la cuerda floja de los objetivos de desarrollo del milenio.
El Copenhagen Consensus ha pedido a 63 equipos de los principales economistas del mundo que examinen los costos y beneficios económicos, sociales y ambientales de todos los principales objetivos. Algunos obvios: salud, educación, agua, pero algunos no tanto. Uno de ellos es la transferencia de tecnología de los países ricos a los países pobres.
La razón por la cual la tecnología es tan importante es que hace a la gente más productiva, por lo que impulsa el crecimiento económico global. Además, una vez que se ha adquirido el conocimiento, se integra en la sociedad y se puede utilizar como un trampolín para el crecimiento futuro.
La primera propuesta es clara: si nuestro objetivo es conseguir más tecnología disponible para los pobres, tal vez simplemente debemos aumentar la inversión en investigación y desarrollo (I + D), especialmente en el mundo en desarrollo.
El punto es que los beneficios de la I + D no sólo van a la empresa que la está haciendo; también hay beneficios sociales más amplios ya que las ganancias de productividad se producen en algún otro lugar de la economía, y otras personas aprenden el trabajo o ven la posibilidad de una mayor innovación.
Los países en desarrollo gastan sólo el 0,2% de su PBI en I + D y tal vez el 0,3% en 2030. Si, en lugar de eso, nos planteamos como objetivo el 0,5% del PBI en 2030 y el 1,5% para las economías emergentes, esto naturalmente aumentaría los costos directos del gobierno pero también, a la larga, aumentaría la innovación y las capacidades tecnológicas. Como comparación, Argentina gasta alrededor del 0,6% y tendría que subir hasta el 1,5%.
Los modelos estiman, en total, que por cada dólar gastado probablemente podríamos terminar obteniendo un rédito de 3 dólares. Eso no está mal.
Sin embargo, hay otra, y mucho más eficaz, manera de aumentar la capacidad tecnológica de los países de bajos ingresos: centrarnos en llevar a más personas a lugares donde podrían ser productivas.
Mientras que permitir la libre movilidad de bienes puede añadir varios puntos porcentuales al PBI mundial, sabemos desde hace mucho que la libre movilidad de las personas podría añadir en cualquier lugar del 67% al 147% al PBI global. Esto es porque las personas en las zonas pobres no son intrínsecamente improductivas, sino que sus circunstancias mayormente las hacen improductivas.
Por supuesto, la movilidad absolutamente libre se traduciría en una reubicación masiva de los pobres en los países ricos, lo que probablemente generaría enormes problemas políticos. Pero el profesor Maskus sugiere que podríamos empezar con un modesto objetivo de aumentar la migración calificada actual en el 5%-20%, con visas por diez años.
El 5% de aumento en la migración calificada significaría 136 mil trabajadores administrativos y técnicos adicionales, con 97 mil yendo a los EE.UU. El modelo muestra que ganarían 15 mil millones de dólares más durante los próximos 25 años. Más aún, aumentarán la productividad en los EE.UU. y en otros lugares en $ 1.500 millones.
Por supuesto, esto también significará una salida de trabajadores calificados de los países más pobres. Por ejemplo, 30 mil personas saldrán de México por diez años. Pero van a enviar dinero de vuelta, alrededor de $ 3 mil millones en total.
En total, los costos, sobre todo en recaudación tributaria perdida, son superados significativamente por las ganancias. Por cada dólar gastado, este objetivo podría redundar en 10-20 dólares de beneficio. Con las Américas constituyendo un tercio de la economía global, los beneficios potenciales podrían llegar hasta US$ 500 mil millones.
*Director del Centro para el Consenso de Copenhague y profesor adjunto de la Facultad de Negocios de Copenhague.