Manchester United, Barcelona e Inter están a punto de ganar sus respectivas ligas, las más poderosas del mundo. Por si fuera poco, dos de ellos, Manchester y el Barça, se van a enfrentar en Roma el 27 de mayo para definir la Champions League. Esta condición de finalistas pone al equipo inglés y al blaugrana en la cima del mundo futbolero. Ambos están un par de escalones por encima del equipo italiano. Manchester compite en la mejor liga del mundo y la conquista con asiduidad. No la gana fácil. Liverpool, Chelsea, Arsenal, Aston Villa, alguna aparición sorpresiva como el Everton o la levantada del Tottenham Hotspur (al que el Manchester le ganó la Curling Cup) son rivales de fuste.
Esto es lo que, por ejemplo, no tiene el Inter, que disputa la Liga Italiana con un avejentado Milan (en la temporada anterior ni siquiera entró a la Champions) y una Juventus que está intentando recomponer un gran plantel, tras el escándalo de hace un par de años y la temporada que pasó en la Serie B. Es decir, para los nerazzurri la cosa se plantea más sencilla porque, de los tres que pelean todo, es el único que pudo sostener una base. A favor de Manchester, en este caso, juega la competencia internacional. Inter no pudo ni por asomo trascender en la Champions en los últimos años. No le dio el pinet para llegar más alto, como alguna vez lo hizo el gran equipo de Helenio Herrera a mediados de los 60, cuando se coronó dos veces seguidas tras superar en la final al primer Independiente copero.
Inter fue eliminado fácilmente en 2007/08 por el Liverpool, que lo derrotó en Anfield Road y en el Giusseppe Meazza en octavos de final. Y en la actual competencia, esta que van a definir el Manchester y el Barça, se topó con los de Ferguson. Empató en Italia y perdió en Inglaterra, también en octavos. Insisto, el Inter es, lejos, el mejor equipo italiano. De hecho, y al igual que el Barcelona en España, perdió sólo tres partidos sobre 35. Pero hoy, el mejor equipo de Italia no puede con el mejor inglés. Allí radica esta notable diferencia. Pese a que no se enfrentaron, seguramente le costaría muchísimo dejar atrás a este Barcelona.
Los ingleses tienen una liga tan competitiva, que el conjunto catalán se clasificó consiguiendo un empate injusto con el Chelsea, en el tercer minuto de descuento y después de que el árbitro noruego Tim Ovrebo les metiera la mano en el bolsillo no sancionando al menos dos penales para los ingleses. O sea, nadie discute –y ya vamos a explayarnos en eso– las condiciones de gran equipo del Barcelona. Pero llegó a la final empatando con angustia y con ayuda del árbitro. Enfrente, tuvo a quien ocupa el tercer lugar en la Premier League, el mejor torneo de fútbol profesional del mundo. El gran mérito del equipo de Pep Guardiola es justamente ése, el de meterse entre ingleses y conseguir un lugar en la final.
Con Barcelona pasaron varias cosas al mismo tiempo. La primera y principal es que su técnico hizo lo que todos teorizan y nadie puede llevar a la práctica. Juntó a varios excelentes jugadores y logró –acá su principal mérito– que funcionen como equipo. Messi, Eto’o, Henry, Iniesta, Xavi, Yaya Touré, Dani Alves…Guardiola puso las capacidades individuales al servicio del conjunto. La semana pasada, salvando las distancias, lo decíamos de Angel Cappa en Huracán. No siempre un entrenador sella a fuego su idea en las cabezas de sus futbolistas. Y en este caso, el del Barcelona, Pep, metió la idea de jugar al fútbol asociado en tipos que son estrellas multimillonarias. En el caso que nos toca más de cerca, el de Lionel Messi, juega mejor que en la Selección porque en el Barcelona –más allá del tiempo que tiene para trabajar– es parte de un conjunto. Leo sabe que no necesita hacer toda la jugada. Sabe dónde está Eto’o, conoce perfectamente los movimientos de Henry. Y al revés también. Iniesta –jugador descomunal– no precisa un mapa para ubicar a Messi, lo tiene siempre claro. Esa confianza, ese “sentirse en casa”, hace que Messi pueda destacarse también individualmente. Nosotros (y ni hablar Maradona) soñamos con que la Selección ponga en práctica algo de esto.
El caso de Carlos Tevez en el Manchester es diferente. Ferguson hace rotación de verdad y Carlitos entra y sale. Pero juega más de lo que él mismo dice. Salvo en los partidos con el Inter en octavos de la Champions, con Porto de visitante (fue al banco y no entró) y la revancha con Arsenal en semifinales, participó en todos los partidos de la Copa de Campeones, ya sea como titular o entrando en los segundos tiempos. En la Premier League marcó sólo tres goles (al Liverpool, Stoke City y West Bronwich Albion), pero tuvo excelentes participaciones y el técnico hizo públicos sus deseos de retenerlo.
A diferencia de Messi en el Barcelona, Tevez tiene mucha competencia. Pero también es real que el United juega muchos torneos y tiene a Cristiano Ronaldo, Rooney, Giggs, Berbatov, Rafael, Anderson, Park, Nani, Macheda… Es decir, en las posiciones en las que Tevez puede tener un lugar, el menú es muy variado.
Por ahora, sólo hay un enojo del Apache y un deseo del club de que se quede para la próxima temporada. Si se toma la decisión, habrá que pagar 35 millones de euros.
Nadie duda de que, aun con la gran cantidad de jugadores que tiene el equipo y con las muchas variantes estratégicas que maneja su experimentado entrenador, Carlitos puede tener un lugar.
No caigamos tampoco en el chauvinismo habitual de pensar que el técnico que no pone a un argentino que nos gusta es un imbécil. Tevez juega seguido y alcanzó la categoría de ídolo en un club y en un país de rivalidad histórica con Argentina. Y eso no pasa de la noche a la mañana, lleva un tiempo; tiempo que fue muy bien aprovechado por Tevez con las armas que le conocemos desde que apareció en Boca y se consagró: habilidad, gol, atrevimiento, compromiso y guapeza bien entendida.
La final de la próxima Champions enfrentará a los dos mejores equipos del mundo.
Y también pondrá nariz contra nariz a nuestros dos mejores exponentes en el fútbol internacional. Estamos ansiosos por ellos. Y sobre todo, estamos orgullosos.