COLUMNISTAS
Edad y mundo laboral

Triángulo de las Bermudas

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La discriminación por edad (“viejismo”, “edadismo” o “ageism”, en inglés) permanece inalterable, como una de las últimas estigmatizaciones socialmente aceptables. Ni siquiera reconocen esta exclusión las propias víctimas, las y los mayores de 50, que siguen reproduciendo desde el discurso valores sumamente negativos asociados al envejecimiento, que tienen que ver con la tristeza, la incapacidad, el deterioro cognitivo o un paradigma general de “retirada”. Para las mujeres, la carga de prejuicio es doble: mientras que hay modelos de belleza masculina vinculados a la madurez como elemento de seducción, las mujeres de más de 50, como dice la creativa inglesa Cindy Gallop, conforman la capa más imperceptible de la población. “La menopausia es como una pastilla que te vuelve invisible”, describió una escritora en The New York Times.

Este fenómeno existió siempre, es mucho más marcado en Occidente que en Oriente y viene siendo estudiado por la sociología, la psicología y otras disciplinas desde hace décadas. Pero hay ciertas tendencias más recientes que apuntan a llevar esta discusión a un momentum más temprano que tarde, como ocurrió con el debate de género hace pocos años. A subirla varios escalones, y lo más importante e interesante: a abordarla con una mentalidad completamente distinta. Es una conversación que, por distintos motivos –que se señalarán en el libro–, se perfila para cambiar de tono: del gris, el sepia o el ocre a una paleta de colores mucho más viva, asociada a una nueva agenda de la innovación y la creatividad, que también se encuentra por este tiempo superando su propia “crisis de la mediana edad”. El contraataque de las y los +50 (o de los perennials, en contraposición a los millennials, en un neologismo acuñado por el creativo publicitario Fernando Vega Olmos) va también más allá de un grito reivindicativo para subsanar una injusticia. Es un imperativo de eficiencia económica: en una sociedad donde los avances de la medicina hacen que todos vivamos saludables varias décadas más que antes, en plenitud absoluta para trabajar, las empresas, por una cuestión de costos, toman empleados cada vez más jóvenes. En el medio, la tragedia de recursos humanos: el 90% de los avisos de empleo en la Argentina no incluyen a personas de más de 50 años, muchas de las cuales pueden tener aún la mitad de su vida laboral por delante. Desde un enfoque de Cuentas Nacionales, son varios puntos del PBI menos de riqueza para toda la sociedad que se pierden. Es un punto ciego de ineficiencia económica que llevó al académico Tyler Cowen (uno de los economistas que mejor sigue la agenda de innovación) a asegurar que el desafío y el enorme potencial de incluir a los adultos mayores en el mercado laboral es un tema de relevancia económica mucho más importante que el debate por la robotización de empleos, que se lleva todos los titulares de los medios.

Las empresas también caminan con los ojos vendados ante esta franja etaria a nivel de marcas: la publicidad reproduce los prejuicios de viejismo una y otra vez, y los departamentos creativos de las agencias tienen una altísima proporción de varones jóvenes, sub 30, a quienes les cuesta conectar con las generaciones mayores. Se pierden así un mercado que solo en los Estados Unidos dispone de unos 15 billones (millones de millones) de dólares para gastar y al que únicamente se le ofrecen cursos de golf y pegamento para dentaduras. Más que de un punto ciego, se trata de un “triángulo de las Bermudas”, con el cual las corporaciones no saben qué hacer y tampoco los gobiernos. Tradicionalmente, las políticas públicas de apoyo masivo se concentraron en la niñez y en las estrategias previsionales para jubilados. No hay experiencia de políticas a gran escala de reconversión laboral para la mediana edad: se está haciendo camino al andar con algunos países pioneros, como Alemania y los del norte de Europa. Sin embargo, la #revolucionsenior está empezando a despertar. (…)

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El intercambio en las redes suele ser un buen termómetro para indicar qué temas están en un momento de alta actividad volcánica, a punto de estallar. Sucedió con el debate de género hace unos años y está sucediendo con el de los prejuicios etarios ahora. No son fenómenos independientes: hay un aprendizaje de las batallas inclusivas que se va acumulando, todas están interrelacionadas y deben darse al mismo tiempo y con la misma energía. Tampoco los +50 son “las últimas víctimas” con una problemática para ser visibilizada: la inclusión de personas neuroatípicas o con algún desafío de salud mental son otros colectivos aún excluidos, por poner solo dos casos.

Los cambios sociales suelen ser mucho más difíciles de detectar que los tecnológicos. Son tendencias que pueden tener una dinámica tan exponencial como la de la inteligencia artificial, la computación cuántica o el blockchain, pero que en los escenarios de los futurólogos suelen estar subrepresentadas, tal vez porque nos cuesta más mirar dentro de nosotros mismos que en el “afuera” de la tecnología. Con la irrupción de los +50 puede estar pasando esto: se trata de una revolución que nadie vio venir. En 2017 se derrumbó en los Estados Unidos la tasa de divorcios, algo fundamentalmente explicado porque los millennials tardan más en comprometerse en pareja (o no lo hacen), lo cual resulta una comprobación empírica de aquel chiste que dice que “la principal causa de divorcio es el matrimonio”. Más allá de la humorada, es una dinámica que nadie previó poco tiempo atrás: hace solo veinte años, en la película La boda de mi mejor amigo, Julia Roberts y Dermot Mulroney se prometían que ambos se casarían a una edad en la que por entonces era una vergüenza estar soltera o soltero… ¡28 años!

Que en solo dos décadas haya cambiado tanto la percepción social sobre la soltería muestra cómo ciertas tendencias sociales, culturales y vinculares también están experimentando, al igual que las tecnologías más disruptivas, una trayectoria de cambio exponencial. Este tipo de dinámica se va acelerando con el paso del tiempo. (...)

Autor de Revolución senior, Sudamericana (fragmento).