Sucedió lo habitual en la Argentina. No debería ya asombrar. Recursos legítimos y valiosos, herramientas de avanzada, fueron triturados por la máquina de arruinar. En su vociferante afán por comunicarse “sin intermediarios”, los gladiadores oficiales volvieron al terreno donde son imbatibles. Convirtieron lo fecundo en estéril, lo superador en empobrecedor.
Desde mayo de 2003 viene diciendo Néstor Kirchner que su sueño es comunicarse de manera “radial” con el pueblo: él en el centro, claro, y los receptores afuera, pero unidos a él por líneas directísimas e infranqueables. Sueño vertical absoluto: yo emito, el pueblo ataja, sin nadie que interprete, decodifique o contextualice.
La doctrina ha tenido epígonos esmerados aunque un poco bestiales, al cabo de siete años. Sin perjuicio de la espesa red de medios propios convencionales (TV, radios, diarios, revistas, Internet) de los que se fue nutriendo el Gobierno durante estos años, hasta el punto de configurar el más temible armado oficial de difusores propios que se recuerde, han asumido además como consigna guerrillera la noción de dar batalla mediante el uso masivo y serial de las redes sociales.
Están los resultados a la vista. Los mordiscos de 140 caracteres que se pueden disparar desde una computadora o desde un teléfono inteligente BlackBerry, fueron adoptados por los fusileros mediáticos del Gobierno como herramienta personal, subjetiva y abrasivamente interesada al servicio de los apetitos políticos oficiales. Mientras Twitter es en los países con gobiernos serios una herramienta mas de comunicación oficial en el marco de, y al servicio de las instituciones permanentes de una nación, aquí los Kirchner deglutieron el uso de Twitter como un AK-47 mediático. To-maron esta red social como manjar y la usan como una ametralladora eficaz gatillada sin matices, ni cautela.
Las comparaciones, odiosas, patentizan la barbarie local. El canal oficial Twitter de la oficina del primer ministro del Reino Unido es, por ejemplo, @number10gov. El 10 de la calle Downing es la dirección donde funciona la cabeza del sistema político británico. La dirección Twitter es, así, estrictamente institucional. Hoy ese canal Twitter alcanza los casi 1,8 millón de seguidores en horas pico. Algunos ejemplos on line de twitts recientes en un “día” cualquiera, como demostración del uso responsable y serio de una herramienta comunicacional al servicio de la ciudadanía: 1) David Cameron (el primer ministro) está pasando revista a los cadetes en Desfile de la Soberana en la academia militar de Sandhurst (http://flic.kr/p/8rVA9c), a las 13.48 del 13 de agosto vía Flickr; 2) El primer ministro recibe al primer ministro de Dinamarca en el 10 de Downing Street. Vea la conferencia de prensa en http://bit.ly/ab9Suj, 13.58 del 12 de agosto, vía Web; 3) Vea el video con el discurso David Cameron sobre turismo esta mañana en http://bit.ly/dvq30D, a las 08.10 del 12 de agosto vía Web; 4) Ya empezó la emisión en vivo, el primer ministro está dando su discurso sobre turismo ahora, http://www.number10.gov.uk, 04.53 del 12 de agosto.
El gobierno español se expresa a través de @desdelamoncloa, su cuenta oficial dentro del servicio de microblogging. El Palacio de la Moncloa es la sede física de los presidentes del Gobierno, sean González y Aznar antes, o Rodríguez Zapatero ahora. Ya en julio de 2009, el gobierno mexicano abrió su cuenta institucional en Twitter (http://twitter.com/gobfed). Son canales de la institución estatal, no de barrabravas que disparan twitts personales y tendenciosos a individuos de la sociedad. Los Estados Unidos disponen de @whitehouse, o sea el canal de acceso a la Casa Blanca, la sede desde donde despacha el presidente Obama. Mientras preparaba esta columna, contaba con casi 1.9 millones de seguidores.
Los últimos sucesos de la Argentina en esta materia ratifican, sin embargo, la resistencia de una vieja tentación nacional a degradar lo bueno en función de las pasiones y proyectos más primitivos. Para el Gobierno la idea no es comunicar ni comunicarse. Se apoderan de un determinado arsenal como parte de una guerra prolongada contra todo lo que implique adecuarse a un sistema de balances y equilibrios.
Hace ya dos años pusieron en el campo de batalla pelotones de blogueros que no procuran informar, ni inyectarle valor agregado serio a la agenda periodística. Centenares de blogs, todos iguales y casi indiferenciables, descendieron a la conflagración con el mero objetivo de hostigar, difamar, humillar y vaciar de sentido a los medios de comunicación y a los periodistas más o menos establecidos. Cuentan con la valiosa ayuda de los recursos oficiales: hay blogs kirchneristas con acceso directo a las bases de datos de los cuarteles mediáticos centrales del Gobierno y en muchos casos resulta evidente que, lejos de ser artesanales esfuerzos de abnegados militantes, son brazos nutridos con las infinitas colecciones de recursos de los servicios de inteligencia. No es hoy en absoluto disparatado la hipótesis de que la artillería digital del Gobierno se nutre en dos edificios separados por la avenida Rivadavia, entre 25 de Mayo y Balcarce.
Las redes sociales que estallaron en todo el mundo pueden ser objetadas desde diferentes ángulos, es cierto. Instalan un inmediatismo espasmódico y vano cuando se convierten en cajas irremediablemente condenadas a vehiculizar intrascendencias. Sucedió siempre, desde la carta mandada de mano a mano, al teléfono y la secuela interminable de nuevas apuestas, siempre más rápido, más invasivas y más incontrolables. En manos de personalidades democráticas contenidas por regímenes fundados en instituciones más trascendentes que los fugaces mandatarios, desarrollos como Twitter incrementan el control público y extienden de manera colosal la capacidad pública de una sociedad para estar informada. En la versión kirchnerista que ahora derrapa en la Argentina, todos los recursos son válidos para pelear la agenda, invalidar interlocutores temibles y apoderarse de territorio. Si en los años setenta para las formaciones blindadas en el campo de batalla era decisivo ocupar con sus banderas y carteles la cabecera de la Plaza de Mayo, 30 años más tarde el mix de Internet, TV estatal colonizada, diarios “gratuitos” y funcionarios barrabravas con el dedo en el gatillo de Twitter son la versión actualizada de una voracidad de poder sin límites.
Les va a ir mal. No les va a ir bien. Tamaño zarpazo a la corteza de las nuevas herramientas demuestra voracidad gruesa, pero inteligencia delgada, porque no entendieron lo principal. Para propósitos totalitarios se valen de ingenio sólo concebibles y vigentes en sociedades abiertas.