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Un acto democrático

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Tardó dos horas en atenderlos, pero Rodríguez Larreta debe haber evaluado el costo político de ignorar a los artistas que se presentaron a entregarle en mano un pedido de renuncia de Darío Lopérfido a sus tres cargos: ministro de Cultura, director del Colón y del Festival Internacional. Las provocaciones de Lopérfido no han pasado desapercibidas. Nadie ha querido debatir con él porque tal vez muchos compartan la precisa descripción que Ricardo Bartis, en una entrevista radial, da de Lopérfido: “Un ser provocador, un personaje menor, absolutamente insustancial en términos culturales, pero muy propicio para la época, con una especie de glamour frío, congelado y vacío que le viene bien para las vernissages y las fiestas de inauguración del Colón o del Festival Internacional”. Pocas veces en una ciudad se ha verificado un rechazo tan masivo y activo de la comunidad teatral hacia quien debería representarnos. Lopérfido no se ha retractado de su turbia estrategia de banalización del tema de los desaparecidos y tampoco sus superiores le han pedido que se retracte: la provocación, aunque provenga de una voz ínfima del fondo del lodo cultural de este país, alimenta la teoría de los dos demonios, esa invención discursiva que coincide –como señala Bartis– con el editorial, innecesario, del diario del suegro de Lopérfido, que en ocasión de la asunción de Macri publicó “considerando a los genocidas unos pobres viejitos que deberían dejar de sufrir persecución”, como bien declara Bartis. El director, además, lamenta que Lopérfido sea director del FIBA y dice que un número de artistas ha creado un espacio independiente de reflexión, de lenguajes y de prácticas que han puesto al teatro argentino entre los mejores del mundo y esto ha conducido a la aparición de un FIBA, un encuentro necesario para esta ciudad y –por qué no– para el mundo, que anota la fecha en sus agendas. ¿Por qué esa representación habría de ser usurpada por la persona que esa misma comunidad desprecia? En estos asuntos es muy difícil hablar de democracia: uno puede llegar a incidir en la designación de un presidente o de unos concejales, pero nunca queda a criterio del pueblo quién programará sus festivales o decidirá sobre sus instituciones. En democracia  me parece urgente y razonable que la comunidad se exprese directamente para pedir un cambio. ¿Para quién existen, si no, las instituciones?
Esta semana Lopérfido ha desistido de seguir en el FIBA, pasando su dirección a Federico Irazábal. A algunos les caerá bien, a otros mal. Es inevitable, porque Irazábal ha ejercido durante años la función de crítico. Y muy en serio. Según Clarín, es  “un cargo celebrado unánimemente”. “Es muy alentador contar con el aval del medio y también una gran responsabilidad”, dijo Irazábal. Celebro el cambio y conozco la trayectoria de Irazábal. Doy fe de que conoce y estudia a los artistas que programará (una gran diferencia con su antecesor, que es abucheado si aparece en los teatros). Pero advierto sutilmente la falta de tacto en suponer unanimidad. ¿Han hecho una encuesta? ¿Sabemos efectivamente qué piensan estos artistas que estamos enojados, descuidados, vapuleados, desilusionados sobre el estado de la cultura pública? ¿O simplemente Clarín miente, que es más fácil?
Si este recambio atiende al reclamo del lunes, no puedo menos que alegrarme doblemente. Entonces sí sería posible dejar de aceptar como naturales el pisoteo, la bravuconada, la ignorancia y la provocación infinita. Y movilizarse.
Lopérfido anunciaba sobre el Centro Cultural Kirchner (sí, el del nombre exagerado, que bien podría haber sido el de un artista): “Las cosas nunca son gratis, se pagan a través de impuestos y es mejor que la gente pague menos impuestos y que hagan lo que quieran con su dinero”. Así pretendía suponer: primero, que la cultura es una “cosa” (una mercancía), texto que supongo más coherente en boca de un ministro de Finanzas, pero que resulta odioso en uno de Cultura; y segundo, que es más canchero arancelar la cultura, y que sólo acceda a ella quien pueda pagarla.
Por lo demás, mis impuestos no han bajado. Y casi todos los teatros públicos hoy están cerrados. ¿Este es el plan?