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Un avión semivacío

Tuvo lugar en Madrid un diálogo entre artistas argentinos y españoles de diversas disciplinas: “Letra”. Me invitaron a discutir varias cosas pero, como siempre, la mayoría de ellas no tuvo que ver con el teatro (que es una cosa diminuta) sino con los contextos sociopolíticos que moldean los gustos de su señora, la cultura.

Rafaelspregelburd150
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Tuvo lugar en Madrid un diálogo entre artistas argentinos y españoles de diversas disciplinas: “Letra”. Me invitaron a discutir varias cosas pero, como siempre, la mayoría de ellas no tuvo que ver con el teatro (que es una cosa diminuta) sino con los contextos sociopolíticos que moldean los gustos de su señora, la cultura.

Ambos paisajes son muy distintos: en Buenos Aires hay más de 300 salas independientes, pero la falta de institucionalización de nuestro teatro (quizás una ventaja de libertad extrema, un triunfo de los sujetos por sobre las generalizaciones) es un arma de doble filo: la libertad se paga con cierta romántica marginalidad.

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Los españoles se pasman al oír que el 95% de las obras estrenadas son de autores vivos y argentinos. La proporción es al revés en cualquier país de Europa, donde los clásicos monopolizan el gusto (y el deber) oficiales.

Mi interlocutor, Mario Gas, director del Teatro Español, explicó que cuando se pide a los sectores oficiales que apoyen la apertura de nuevas salas independientes (o al menos que impidan su cierre, dejando de exigir medidas de seguridad insólitas), se hace evidente la agria dependencia arte-economía que signa a casi toda la Europa posmoderna: ¿para qué va a abrir más salas el gobierno si las que tiene le están funcionando al 40% de la taquilla?

Los ministerios no entienden que quizás ese 60% ausente espera que se le ofrezca otra cosa, reclamando una cercanía absoluta o una escala que permita ver en el teatro los matices de la organicidad de la vida, en vez de anularlos bajo la pátina de la gran cultura.

Pienso en el teatro español como un avión de Iberia semivacío. Si la ruta Madrid-Kiev vuela con el 10% de pasajeros, habrá que cancelarla. Que vuelen a Barcelona, qué tanto. “Línea que da pérdida, línea que cierra”, tal el lema menemista que supereconomiza todos los aspectos de la vida de las personas, incluso el del gusto por lo extraño. ¿Qué harán los pobres madrileños que quieran Kiev? Yo creo que por el momento están volando con escala en Buenos Aires. De acá salen aviones a todos lados. Con alguna demorita, claro, que el teatro (que ha sobrevivido a casi todo) debe superar ahora la amenaza biológica.