COLUMNISTAS

Un contexto excelente, pero hay que aprovecharlo

Un contexto internacional que es el más favorable de los últimos treinta años, que Argentina no aprovecha en sus líneas centrales, que son el comercio internacional y la inversión extranjera directa de las empresas transnacionales, mientras acentúa su aislamiento político y económico.

|

Un contexto internacional que es el más favorable de los últimos treinta años, que Argentina no aprovecha en sus líneas centrales, que son el comercio internacional y la inversión extranjera directa de las empresas transnacionales, mientras acentúa su aislamiento político y económico. Estas son las líneas fundamentales del posicionamiento internacional de Argentina en el último trimestre de 2007.
A pesar de la desaceleración de la economía norteamericana (32% del PBI mundial), los organismos internacionales prevén este año un crecimiento similar al de 2006, del orden de 5% del producto bruto mundial.
El impulso fundamental del crecimiento económico proviene de Asia, con un auge de la economía china del 11,5% en el primer semestre del año.
China se transformó en agosto de este año en el primer exportador mundial (111.400 millones de dólares), tras dejar atrás a Alemania, con 105.800 millones.
Las exportaciones chinas aumentaron en un año 54,7% (agosto 2006: U$S 72.000 millones / agosto 2007: U$S 111.400 millones).
Por todo eso, el precio de los commodities se apresta a superar su récord histórico, y todos ellos, granos, minerales, petróleo, han experimentado una expansión de un doble dígito en lo que va del año.
Argentina es el octavo productor mundial de alimentos, y el quinto exportador mundial de alimentos. En los primeros seis meses de 2007, los precios de los tres principales commodities agrícolas que exporta la Argentina aumentaron más de 20%. El resultado es que sus términos de intercambio (precios relativos de sus exportaciones versus los precios relativos de las importaciones) son los mejores en treinta años.
Se ha abierto para el país una oportunidad semejante a la que tuvo en las tres décadas finales del siglo XIX, cuando Gran Bretaña mantuvo abierta su economía en el transcurso de la Segunda Revolución Industrial, mientras Argentina irrumpía en el mercado mundial como productora de carne y de granos.
Ahora, las economías abiertas en pleno proceso de revolución industrial son las de los países asiáticos, que tienen la mitad de la población del planeta (China, 1.300 millones; India, 1.100 millones).
Pero a pesar de su extraordinario potencial como productor de alimentos, y cinco años consecutivos de una tasa de crecimiento promedio del 9% anual, Argentina no atrae la inversión de las empresas transnacionales, que son el “vector fundamental” del sistema capitalista en su actual fase de globalización.
La razón no es económica, sino política: falta confianza en los grandes inversores mundiales en Argentina como país, y en sus perspectivas de mediano y largo plazo.
Este es un mundo en el que todas las decisiones importantes de orden global se toman sobre la base de un marco de mediano y largo plazo.
No existe corto plazo para las empresas transnacionales en el mundo de hoy; y el mediano y largo plano no es lo que viene después, más allá del horizonte, sino las líneas fundamentales del momento actual, del presente.
Esto revela que, en términos de su posicionamiento internacional, el problema de Argentina no es económico sino político. Es lo que, eufemísticamente, se denomina “negativo ambiente de negocios” en el país. En términos internacionales, la atención está fijada sobre los aspectos políticos de Argentina, lo que significa, ante todo, el mantenimiento de la gobernabilidad.
El consenso internacional es que, en Argentina post 2001, como consecuencia de la debilidad de sus instituciones y de la tendencia a la acción directa de la sociedad, un componente fundamental de la gobernabilidad ha sido el respaldo de la opinión pública al presidente Nestor Kirchner.
En este sentido, estas elecciones presidenciales, en las que la candidata del oficialismo ha logrado imponerse en la primera vuelta, indican también, de manera inequívoca, que la opinión publica de la clases media de los grandes centros urbanos ha roto completamente con el presidente Kirchner, y ha derrotado a su representante electoral en la Ciudad de Buenos Aires, en Córdoba y, presumiblemente, en la provincia de Santa Fe.
En estas condiciones, se acentúa el aspecto político del aislamiento internacional de Argentina porque lo que está en juego, a partir de ahora, con la ruptura de las clases medias de los grandes centros urbanos y el presidente Kirchner, es su gobernabilidad efectiva.
Ya no se trata simplemente de un giro estratégico de la política exterior argentina en un segundo gobierno Kirchner, sino de la resolución de un problema previo, que al mismo tiempo es el de fondo en el país: su gobernabilidad.
El posicionamiento internacional de Argentina no surge ya de su condición de gran productor y exportador de alimentos, en una etapa de extraordinario aumento de la demanda mundial, con eje en Asia Pacífico, sobre todo China.
La cuestión, ahora, tras la ruptura de la clase media de los grandes centros urbanos con el presidente Kirchner, está en la dimensión previa a su capacidad productiva, que es la estabilidad de su sistema político: su gobernabilidad.