Lo primero que Lionel Messi plantea ante la opinión pública futbolera es un acuerdo casi general: es el mejor del mundo. Tal vez no lo sea con la nitidez que tuvo Diego Maradona en 1986, por ejemplo. Pero lo es. Messi está por encima porque, en estos días, fue noticia por el bendito y recontramediático Balón de Oro y porque le hizo tres goles al Betis. Y porque, por supuesto, sus logros y genialidades sólo se detuvieron en el Mundial. Antes y después, Messi hizo explotar todos los termómetros futboleros.
Pero me niego rotundamente a que este premio y esos tres goles de dos días más tarde impidan el debate. Los españoles se quejan porque el premio no lo ganaron Xavi o Iniesta. Mucha de la prensa deportiva argentina transita por el peor camino, el que más emparentado está con la ignorancia: el chauvinismo. Se plantea la defensa de Messi en términos nacionalistas, sin pensar que Iniesta y Xavi juegan en el equipo de Messi, ganaron todo lo que ganó Messi, son una parte muy importante del éxito de Messi y, además, en Sudáfrica le dieron a su país el primer título mundial de selecciones de su historia. Algunos diarios se sintieron ofendidísimos porque Iker Casillas y Cristiano Ronaldo opinaron en contra del premio a Messi. Primero, tienen el derecho a decir lo que piensan. Después, no hay que olvidar que Xavi e Iniesta son dos futbolistas excepcionales. A nosotros no nos tiene que importar que son españoles. Ese premio –en el que no sabemos quién vota, con qué intereses, respondiendo a qué o a quiénes– es para el mejor de la temporada 2010, no para el mejor del mundo.
Ya hemos dicho desde acá que el campeonato español debe ser de los peores del mundo. Del primer mundo futbolero, claro está. No sólo porque es desparejo, sino porque la enorme mayoría de los equipos son muy malos. Obviamente, quedan fuera de ese concepto Barcelona, Real Madrid y, con buena voluntad, Villarreal, Atlético de Madrid y poco más. Uno ve partidos imposibles de seguir porque no se dan dos pases seguidos y, cuando participan los dos grandes, los trámites se resuelven pronto y fácil. La desigualdad no es entretenida. Causa hasta gracia leer y escuchar a tipos como Angel Cappa y Fernando Navarro Montoya denostando el fútbol argentino y ensalzando el español. Entiendo que ellos tienen su trabajo allá y que todos cuidamos nuestras quintitas, pero sería bueno que los gustos y los negocios personales estén separados de la discusión futbolera. Esto no significa que el fútbol argentino sea una maravilla, ni mucho menos. Pero las miserias nuestras son expuestas todos los días por quienes trabajamos aquí. Las del fútbol español se ocultan en nombre de lo bien que juega el Barcelona (es el único que juega así), en nombre del Madrid de Mou (a quien estos extremistas no le cuentan ni una a favor) y de un supuesto buen juego del Villarreal. Nada dicen de soporíferos partidos que juegan el resto de los equipos.
Vincular esto con Messi o pensar que Messi ve facilitada su tarea por esto cae casi de maduro. Aunque los goles los hace Messi y no otro. Hubo estupendos delanteros que se fueron del fútbol español porque no tuvieron actuaciones convincentes –el estupendo Sneijder, Rafa Van der Vaart, Ibrahimovic, Eto’o– y Leo sigue en la brecha. También quedó claro que en ese flojo torneo español a Messi le es más sencillo hacer su juego y su cambio de ritmo de lo que le costó en las Eliminatorias, cuando equipos en apariencia más rústicos se ordenaban defensivamente para esperarlo y no le dejaban espacio para el desequilibrio final.
¿Messi sería el mismo en otro equipo? Depende. Tal vez pueda jugar de la manera que juega (y haber cambiado de posición como ahora) porque está en un equipo fenomenal que, ante todo, tiene un trabajo táctico y estratégico del que nadie se corre. Esa manera de presionar, de recuperar la pelota, de tenerla, de armar el juego y de definirlo es producto del trabajo de años. Y en ese trabajo, en miles de esos entrenamientos, estuvo involucrado Messi desde muy chiquito. Pensar a Messi sin Iniesta y Xavi resulta difícil, como resulta difícil pensar en que el fútbol de los dos del medio no tenga a Leo como definidor.
El final es abierto. Por ahora, Messi es el preferido de los periodistas argentinos más que del hincha común. El público va a ir tomándolo en tanto y en cuanto Messi tenga apariciones con la Selección argentina como la que tuvo en Qatar contra Brasil.
A Leo le faltan actuaciones barcelonistas en la Selección Mayor. En los Juveniles la rompió y fue campeón del mundo. Tiene 23 años y una vida por jugar, todavía. Los premios tienen un valor relativo y las discusiones son enriquecedoras, siempre y cuando no estén ensombrecidas ni tomadas por negocios personales.
El campeonato español genera muchas medidas falsas. No hagamos caso a las exageraciones que llegan desde allá ni seamos chauvinistas. Mejor pensemos en un Messi celeste y blanco, en un Messi que a fuerza de hazañas argentinas se meta en los hinchas y convierta los debates en charlas de admiración colectiva.