COLUMNISTAS
BOCA, DESPUES DE LA ELIMINACION DE LA SUDAMERICANA

Un desafío difícil de resolver

Todas las eliminaciones son dolorosas y para Boca lo son aún más, en esta frenética y marquetinera carrera hacia el título de “Rey de Copas”. No creo que esto sea lo que más le importe ahora y aquí.

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Todas las eliminaciones son dolorosas y para Boca lo son aún más, en esta frenética y marquetinera carrera hacia el título de “Rey de Copas”. No creo que esto sea lo que más le importe ahora y aquí. Antes de hacer pie en las dos últimas derrotas, ante Atlético Tucumán y Vélez, digamos que es más que claro Boca no está bien. En lo que va del año, el equipo xeneize disputó 33 partidos, de los que ganó 12 y empató 8. O sea, Boca perdió 13 partidos de 33. Es mucho. Sobre todo, para el club más ganador del fútbol argentino de la última década. En cuanto a conductores, la responsabilidad está repartida entre Carlos Ischia y Alfio Basile.

Cuando uno repasa los apellidos anteriores –los de Ischia–cuesta entender que Boca haya terminado en el puesto 14 del Clausura. Pero basta con recordar alguno de los partidos que Boca jugó para saber que no tuvo peso ofensivo –pese a que regresó Palermo– y que no tuvo solidez defensiva. En estos tiempos, el fútbol está dando muestras de su condición de deporte colectivo más que nunca. Lo hizo y lo hace con la Selección desde los tiempos de Pekerman y lo está haciendo con Boca en lo que va del 2009. Pero el caso de los xeneizes es aún más extraño, porque venían de ganar el Apertura 2008. Es decir, ser campeón tranquiliza a todos en un club grande. Pero a Boca lo relajó de tal modo que hizo un pésimo primer semestre.

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Porque nosotros hablamos del 14º puesto en el Clausura, pero no nos olvidemos de que fue eliminado de la Copa Libertadores en octavos de final. Lo dejó afuera Defensor Sporting en la Bombonera, el 21 de mayo. Esa derrota fue un mojón en el Boca 2009, porque aceleró la salida de Ischia del cargo. El primer semestre del año, como en tiempos de Carlos Bianchi, tenía como objetivo la Copa. Boca no la pudo conseguir por un montón de razones, pero hubo una esencial, la que más dolió: Riquelme se lesionó en el verano y no pudo recuperarse correctamente. Y si bien Román se puso a disposición y jugó en condiciones que no eran las mejores, la realidad es que todos los equipos que formó Boca y que tenían (y tienen) a Riquelme en el plantel, giran a su alrededor. Y si él no está bien, el equipo no funciona como debe.

Sin embargo, no puede decirse que en la frustrante noche del miércoles, Riquelme haya jugado mal. Pidió la pelota, fue el único que la cuidó en los escasísimos respiros que le dio el estupendo Vélez de Gareca. Nunca tuvo con quién jugar.

Siempre estuvo sólo. Fue mérito de Vélez taparles los posibles receptores de su juego, pero desde el banco nunca supieron darle opciones. No lo fue Marino, no lo fue Viatri y no lo fue Gaitán, los tres que ingresaron en el segundo tiempo.

Igualmente, Boca está jugando muy mal en general. Volviendo a trazar un paralelo con la Selección, Basile recibió un equipo a formar y no le encuentra la vuelta. Los resultados son elocuentes: en lo que va del semestre, Boca sólo le ganó a Lanús.

Boca tiene dos problemas serios: no posee un funcionamiento colectivo que le permita tener un piso de rendimiento, y muchos de sus jugadores determinantes están pasando por un mal momento. Y hay un tercer ítem: Riquelme está con su rodilla derecha a la miseria y no se le cura más porque el equipo lo necesita mucho y él no puede parar.

Hubo una imagen del partido con Vélez que pinta el más absoluto desconcierto. Battaglia le cometió falta a Hernán Rodrigo López cerca del área. Papa se preparaba para el tiro libre y pidió barrera. El único que recordó su lugar en la barrera de Boca fue Palermo, que se ubicó como primer jugador de izquierda a derecha. Ningún otro jugador sabía que lugar ocupar, y si ir o no a la barrera. Abbondanzieri (de impresionante trabajo, el mejor del equipo por lejos) salió del arco a los gritos pidiendo que se concentraran, lo escucharan y armaran una barrera digna de un equipo profesional.

El jueves, los hinchas no se cansaban de puntualizar que la defensa había sido un desastre en la noche del Amalfitani. No es la zona del equipo que mejor funciona, está claro. Pero el problema nace en el medio. De un lado, Gary Medel –que con Bielsa en Chile trabaja muchas veces como “defensor derecho” de una línea de tres– no está cómodo de volante diestro. Del otro lado, el volante izquierdo es Insúa, que va muy bien, pero no regresa con similar eficacia. Entonces, queda sólo Battaglia para la contención. Y sólo no puede. Ni Battaglia ni nadie, porque todos los equipos lo superan en número en esa zona del campo. Los volantes y delanteros rivales trabajan fácil a las espaldas de Battaglia y al tándem Cáceres–Paletta le llegan a voluntad. Sumémosle que “este” Ibarra está lejos de aquel “Ibarrinha” de los tiempos de Bianchi, y que Morel Rodríguez parece estar dando alguna ventaja física.

Todo esto redunda en la falta de llegadas. Si Boca no recupera la pelota, no la tiene. Si no la tiene, no se la puede dar a Riquelme, o a Insúa, llegado el caso. Y si no la tienen Riquelme o Insúa, la pelota no les llega a los de arriba. Esto está padeciendo Boca en la actualidad. Por esto también perdió con Atlético Tucumán y con Vélez, aún con esquemas y formaciones diferentes.

Basile busca –por ahora sin éxito– seguridad defensiva y profundidad en ataque. Es lo que buscan todos los entrenadores, al cabo. Pero a Coco se le complica porque Boca no espera. Su gente le dio seis meses de tiempo porque la última imagen era una vuelta olímpica. Ahora todo es diferente. Boca viene tropezando y el miércoles, ante Vélez, se dio un porrazo de los que duelen, de los que cuesta salir.

La tarea que tiene el DT por delante es la de devolver a Boca a los primeros planos del fútbol local. Otro semestre alejado de las luces importantes significaría el final de un ciclo en serio.

Y los finales de ciclo en los equipos grandes llegan con decisiones importantes y dolorosas.