El viernes 4 de marzo de 2016 es un día histórico y divide apasionadamente la opinión pública de Brasil. Luiz Inácio Lula da Silva nació en los rincones áridos del Nordeste, cruzó el país continental en la caja de un camión, comió el pan que el Diablo amasó, fue el mayor líder sindical y se convirtió en el presidente de la República más popular en décadas. Es, además, un día profundamente triste, pero también un hito nadie, ni siquiera, Lula está encima de la ley. La "conducción coercitiva" de Lula y de su primogénito, Fábio Luiz no fue ninguna sorpresa en el mundo político, pero es de aquellos hechos que todo el mundo espera y que cuando se producen son como una explosión atómica. Con Lula testificando ante la Policía Federal y acosado, junto a la presidenta Dilma Rousseff, por la delación de un ex líder del gobierno en el Senado, Delcídio Amaral, no hay otra conclusión posible que la obvia: es el fin del proyecto de PT, el fin de una era.
Ayer, la Operación Lava Jato devoró a Lula y, con él, al proyecto del eternización del PT en el poder de una forma simple y directa, hay pruebas de que existía una triangulación criminal: el dinero salía de la Petrobras, pasaba por las constructoras y parte de él iba al ex presidente en forma de pagos disimulados de conferencias, viajes por el mundo, la chacra de Atibaia y el tríplex de Guarujà. Lula, por lo tanto, sería beneficiario de los desvíos de la mayor compañía brasileña, hoy una de las grandes empresas más endeudadas del mundo (...).
Como telón de fondo de todo esto, está la crisis política y la economía. Por una macabra coincidencia, o no, el resultado de la economía en 2015 salió el día de la filtración de la delación de Delcídio y en la víspera de la conducción coercitiva de Lula y de su hijo. Brasil tuvo una recesión de 3,8% y quedó en el lugar 30 de 32 países considerados, sólo arriba de Venezuela, que quebró y de Ucrania, que viene perdiendo parte de su territorio a manos de Rusia.
Todo sumado, Dilma está totalmente aislada en sus palacios, mientras Lula se desprende de su ropaje de "Lulinha paz y amor" y convoca a sus tropas a la guerra.
La posibilidad del impeachment de Dilma es cada vez más real y la próxima etapa de todo este proceso debe vivirse en las calles. Vienen ya las manifestaciones del 13 de marzo contra Dilma, Lula, y el PT, pero antes de ellas ya comienzan las confrontaciones. Las banderas rojas en minoría van a tratar de imponerse en los gritos. O en los golpes.
*Periodista. Columnista del diario Folha de Sao Paulo.