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trump y macri

Un elefante se parece a un caballo

¿Un elefante se parece a un caballo? Y, sí, ambos tienen cuatro patas, dos ojos, una sola cola, etc.

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Presidentes. Compararlos es algo superficial, arbitrario y convencional. | afp

¿Un elefante se parece a un caballo? Y, sí, ambos tienen cuatro patas, dos ojos, una sola cola, etc. Pero estoy seguro de que los lectores están encontrando demasiado superficial esta comparación. Del mismo modo que yo encuentro superficial la comparación realizada por Beatriz Sarlo entre Trump y Macri. Voy a omitir juegos interpretativos: ¿por qué Sarlo incurre en una comparación tan convencional, tan cantada? ¿Qué efectos tiene su intervención, netamente política? No me considero con derecho a interpretar, apenas a poner en tela de juicio su comparación. Sarlo es una intelectual pública, y es como tal que se ha ganado de pleno derecho disfrutar de una palabra autorizada; es esta palabra la que, entiendo, merece ser discutida.

Dice Sarlo: “Como carreras políticas [las de Trump y Macri] son parecidas, son dos millonarios que deciden hacer carrera política y carecen de formación política anterior. Cuando comienzan el origen es ése” (La Nación, 8-2-2017). Hay una redundancia lógica en la comparación porque, por definición, toda persona, millonaria o no, carece de formación política anterior a la hora de comenzar una carrera política. Me parece que Sarlo hace un planteo tan tortuoso solamente para evitar la comparación más natural: Trump y Macri a la hora de comenzar sus presidencias. Y ahí sí que las diferencias son gritantes: Macri tiene a sus espaldas ocho años de gestión de gobierno en un distrito de importancia centralísima; Trump, nada. Macri fue la piedra angular de una fuerza política que se fundó con él; Trump, nada. Macri fue varios años presidente exitoso de un club de fútbol de alguna importancia en su país, una tarea que, si no es netamente política, está muy alejada de la índole del quehacer de un CEO; Trump, nada. Si la analogía se reduce a que los dos son millonarios, no vamos muy lejos, y está difícil sostener que ambos son “políticos que carecen de un pasado”. La astucia de la razón, en el caso de Macri, le permite presentarse implícitamente como careciendo del pasado de la clase política. Pero yo no me trago el amague.

Pero también, aunque sea cautelosamente, se puede comparar a ambos ya puestos a gobernar. En mi opinión, Trump es un populista del género de los retrógrados en sus preferencias de política y prepotente en su estilo político, que cree píamente en lo que ha prometido y está volcado netamente a cumplir esas promesas. Su concepción de la política es antiliberal y parece estar dispuesto a extremar el decisionismo presidencial. Parece claro que al fundamentalismo de derecha del presidente de los Estados Unidos se puede contraponer el pragmatismo vacilante de Macri, cuyo populismo no es feroz, más bien suave, sus preferencias de política son market-oriented y desarrollistas pero sobre todo difusas, muy difusas, está distante de ser un creyente en la fe verdadera, y mal concentra el poder en la Presidencia, al tiempo que hasta ahora ha gobernado sin llevarse por delante a los otros poderes y confiriendo una relevancia central a la negociación. Si la política es, como dice Sarlo, “donde permanentemente todo se discute”, me parece que Trump no está muy dispuesto a darse cuenta. Macri, sí.

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Mauricio Macri no es, a mi juicio, un líder político especialmente brillante. No está a la altura de los políticos de mayor envergadura de la democracia argentina desde 1983, Alfonsín y Menem (no estoy juzgando sus políticas). Pero reconocer esto no equivale a considerarlo un incompetente. Macri no precisa demostrar que puede ser ministro de Economía. Un presidente sensato controla políticamente la gestión económica, no la diseña ni la ejecuta. Si fijamos arbitrariamente, como hace Sarlo, la vara tan alta, nos convenceremos de haber demostrado, como en un teorema, lo que queríamos demostrar.


*Escritor y periodista.