El reciente 22 de agosto la Organización Mundial de Comercio sentenció a la política argentina de restricciones al comercio exterior como incompatible con el orden legal internacional. Habían reclamado ante el organismo por los abusos en nuestras prácticas proteccionistas 43 países.
La Argentina, objetada, ya había sido sujeto pasivo de acciones restrictivas por parte de China, Europa, Estados Unidos o Chile; había sido amonestada expresamente en varias ocasiones (por autoridades de Uruguay, India o México), y había sido seriamente observada en junio de 2012 en un informe crítico de nuestras prácticas comerciales en la OMC-OCDE.
Los límites a las importaciones, paradójicamente, afectan el nivel de actividad económica, por lo que además de reproches nos ganamos perjuicios (por caso, de todo lo que importamos un 27% son insumos y otro 28% son bienes de capital, piezas y partes, todo necesario para producir). Y se combinan con desincentivos a exportaciones que han hecho que seamos el país de menor crecimiento de ventas externas en la región en una década.
Los países que más progresan (y mejoran la calidad de vida de sus ciudadanos) son los que combinan una inteligente inserción internacional, respeto por la legalidad y acuerdos que facilitan la inversión, las alianzas entre sus empresas y otras más allá de sus fronteras, y el comercio internacional.
Para ello, lo primero que hacen los países es respetarse. No implementan políticas de empobrecer al vecino que además los empobrecen a ellos mismos. Lo segundo que hacen los países es promover acuerdos legales para fomentar la integración. Desde 2005 se han celebrado en el mundo 110 nuevos acuerdos de distinto alcance económico. Mientras en 1980 la economía mundial exportó el 17% de su producción, y en 2008 exportó el 27%, está llegando en breve a exportar el 40% del total.
La Argentina sigue otro rumbo. Controversias, aislamiento, desconfianza. Una buena arquitectura internacional (relaciones sistemáticas, constantes y virtuosas con otros países) y una creciente reputación (aquello que nos hace preferibles más allá de nuestras virtudes físicas) son antecedentes de mejor comercio transfronterizo, más inversión, más empleo calificado y sofisticación de la producción. La sentencia de la OMC afecta ambos atributos (arquitectura y reputación). Pero nuestras políticas impiden el progreso.
Es inevitable que haya diferencias en el mundo, lo que no es inevitable es el conflicto. La negociación, la diplomacia, la transacción, son todos medios que además de más cómodos son más útiles. Los principales exportadores del mundo (que son EE.UU., China, Alemania, Japón, Francia, Corea, Holanda, Italia) basan su inserción internacional en la inteligencia vincular.
En uno de sus informes sobre el comercio mundial, la OMC afirmó que, causando progreso, en los últimos tiempos “la cooperación comercial se ha hecho más amplia y más inclusiva”.
Nuestro país deberá poner en marcha nuevas buenas prácticas en breve. Una de ellas es la de generar relaciones virtuosas, inteligentes, estratégicas, beneficiosas con otros países. Apoyándose en la complementariedad que existe con países en Asia, en la creciente demanda africana, en los sólidos vínculos con América Latina, en generar inversiones desde los países desarrollados. Cuando logre esa armonía transfronteriza, adecuada a una patria hecha de hijos de todas las latitudes del mundo, además de respetar el orden natural estará abriendo grandes oportunidades para el trabajo de los argentinos.
*Integrante de la Fundación Pensar.