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Un genio con mochila

Oficina Preambulante es una editorial cuyo catálogo son libros de 16 páginas que Ríos escribe, encuaderna y vende.

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Este año conocí la Feria de Editores, que aventaja a la Feria del Libro porque es gratuita, corta y reúne a toda la edición independiente en un clima de algarabía. A diferencia de la FDL, donde los expositores están hartos por las largas horas y días de trabajo mientras multitudes anónimas e incansables fatigan los pasillos, en la FDE están exultantes. En un rato es posible encontrar no solo a los editores sino a cientos de escritores y periodistas que se saludan alborozados. La FDE, que cada año tiene más éxito, es el amontonamiento literario más importante de Sudamérica.

En medio de ese ambiente de euforia, pasé por el stand de Barba de Abejas, donde su responsable, Eric Schierloh, vendía sus hermosos libros encuadernados a mano. Tras expresarle mi admiración, me contó que iba a venir Carlos Ríos para hacer una especie de performance en una mesita ubicada a un costado del minúsculo stand (todos lo son en la FDE). Al día siguiente, la mesita estaba ocupada y deduje que quien estaba del otro lado era Ríos. Como lo vengo leyendo hace mucho, le expresé mi admiración a él también y comentamos un poco su pasado en Santa Teresita, donde nació y tiene familia. Mientras hablábamos, me di cuenta de que sobre la mesa había unos libritos con tapa de cartón reciclado. Estaba frente a la Oficina Preambulante, una editorial que no solo carece de dirección fija sino también de distribución: su catálogo son los libros de 16 páginas y de 11 x 16 centímetros que Ríos escribe, encuaderna, lleva en su mochila y vende solo cuando el lector se encuentra con él. Tuve la fortuna de que me regalara cuatro de ellos, elegidos en base a algún algoritmo mental.

La lectura de esas cuatro novelas ejemplares, a la que agregué el libro de poesía Deserción en Ch’ongjin, editado justamente por Barba de Abejas en un formato casero pero suntuoso, me llevó a concluir que Ríos es un genio, entendiendo esta palabra en el sentido más amplio, es decir, no solo el de ser un escritor superlativo, sino un inventor de nuevos caminos para la literatura. En el prólogo de Rebelión en la ópera (Editorial Hem, 2015), otra novela de Ríos de absoluta originalidad y distinta de sus otros libros, dice Gabriela Cabezón Cámara: “Esto no es ni realismo ni fantástico ni absurdo ni grotesco sino un hecho de la lengua”.

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La poesía de Ríos también lo es y Deserción en Ch’ongjin es un viaje en el que el sentido se desplaza con mágica levedad y una oscura base erótica entre un régimen asiático totalitario que podría ser actual o antiquísimo y la caza de ballenas según Melville y Philip Hoare (Ríos parece haber leído todo).

Vuelvo a los libritos, que nada se parecen entre sí y ratifican la imaginación de Ríos. La excepción empieza con Sylvia Plath y se pregunta por el origen de los libros mientras un hombre y una mujer monologan sus penas en un bar de provincia; Una obra, un museo parte de una escena beckettiana y concluye en una humorada sobre el arte contemporáneo; Recuerdos de Ypacaraí es un desopilante diálogo entre palurdos peligrosos; ¿En qué te han transformado, Daniel?, basada en una frase del último debate presidencial, inventa la vida de un candidato manco después de perder la elección. Uno debería empezar el día leyendo un volumen de la Oficina Preambulante, como si fueran las Fábulas de Esopo.