“Angel, pase lo que pase, la semana que viene vos sos el técnico de River.”
Daniel Passarella estaba metido en su despacho, ése que deja ver la inmensidad del estadio Monumental a su espalda. Sostuvo firme el tubo del teléfono con la mano derecha y la voz retumbó en los oídos de dos interlocutores. Del otro lado de la línea y del Atlántico, la noticia era recibida con agrado por “Angel”, que no era otro que Angel Cappa. Fue el sábado 10 de abril de 2010, a la tarde argentina y la noche española. Hace una semana exacta.
Era el llamado más importante, pero Passarella ya había acercado posiciones llamando a Francisco Faustino Russo, ex volante central del Huracán campeón metropolitano 1973, ex compañero del mismo Daniel en River y ayudante de campo de Cappa. Por Fatiga Russo, Cappa ya sabía que lo iban a llamar. Esto fue después de la derrota de River ante Newell’s 0-1, el miércoles 7 de abril. A pesar de que el presidente millonario había dicho que “a Astrada vamos a respetarle el contrato hasta el final”, no cumplió con su promesa por un hecho que después se intentó tapar: la amnistía que el ex DT le dio a Ariel Ortega.
Tres días antes del 0-1 con Newell’s en el Monumental, River había sufrido su tercera derrota consecutiva, en ese caso con Lanús, también 0-1. A la salida del vestuario visitante, un desencajado Astrada anunció: “Contra Newell’s vuelve Ortega”. Passarella estaba viendo todo por televisión. Cuenta que se tomó la cabeza y dijo “noooo”. En cuanto el Jefe apoyó la cola en su asiento del micro que lo traería desde Lanús hasta Núñez, sonó su celular. Del otro lado, estaba Passarella…
—Leo, no pongas a Ariel. Te va a armar quilombo en el plantel más del que ya hay y no tiene sentido. Ya está, esperemos que termine el torneo.
—No puedo, Daniel, lo anuncié públicamente. Voy a ponerlo el miércoles.
Dicho y hecho, Ortega salió a jugar contra Newell’s. Astrada no sabía que, con la inclusión del Burrito, firmaba su salida del club. El domingo 11 tenía que jugar en Tucumán con Atlético. Faltaban cuatro días y, sólo por eso, Passarella esperó el final del partido contra el Decano. El “pase lo que pase” a Cappa en la tarde del sábado significaba eso: que ni siquiera una victoria 5-0 salvaría el pellejo de Astrada. La decisión estaba tomada. El resto –la conferencia de prensa, el llamado a Astrada a las dos de la mañana del lunes 12, la declaración de que “quiero que Ortega se retire en River”– fue todo una gran puesta en escena. Daniel era el único sostén de Astrada en la CD, la reinstalación del “Caso Ortega” le minó rápidamente la paciencia y encontró la excusa perfecta para no explicar cien veces lo mismo: “Hay un contrato firmado y lo voy a respetar, lo prometí en la campaña”. O sea, cuando Passarella le dijo a Astrada por teléfono –Daniel en su casa de San Isidro, Leo en un hotel de Tucumán– “la cosa no va más”, tenía la decisión tomada desde el pos Lanús.
Cappa llegó a Buenos Aires el miércoles 14 a la mañana, bajo la lluvia que complicó casi toda la semana. Se fue a reunir con Passarella y allí hablaron de algunas cuestiones. Lo primero que se mencionó fue que el tema de los referentes –salvo que sus actuaciones sean impresionantes en estos últimos cinco partidos– lo resolverá el presidente. De hecho, cuando arreciaron las versiones sobre la vinculación de la salida de Astrada por el regreso de Ortega, el Kaiser salió a decir: “Quiero que Ortega termine su carrera acá y después se quede trabajando en el club”. Pero hay algunas cosas de las que no hablaron porque Passarella quiere que Cappa las viva y las resuelva.
Justamente, la vuelta del jujeño generó algunos resquemores en una porción importante del plantel. Sostienen que el Burrito no se entrena como todos y que, por sus problemas de adicción al alcohol, tiene un trato desigual. El discurso reinante es que Ortega no cumple con las normas de conducta. Los demás trabajan como locos, no les sale una, salen a la cancha, la gente los insulta y a Ortega no. Y que, encima, en este estado, Ariel no los salva. Este pensamiento tiene dos lecturas: que es cierto que Ortega ya no influye, y que hace mucho tiempo que River no mete un gol y la vuelta de Ariel no lo solucionó.
Por otro lado, hay un tándem de históricos, Almeyda-Ortega, que está molestísimo con otro compuesto por Gallardo y Ahumada. Dicen que, después de la derrota con Boca, acusaron lesiones para no poner la cara ante el justificado enojo de los hinchas millonarios. Gallardo es, a propósito, el referente que quedó aislado. La relación de Ortega y Almeyda se fortaleció con la crisis. En cambio, Muñeco se alejó, armó yunta con Ferrari, Vega y Nico Sánchez, entre otros. Y eso lo aisló.
Igualmente, todo parece indicar que es difícil que Almeyda y Gallardo sigan más allá del 30 de junio. La situación de Ortega aún es una incógnita. Habrá que ver cuánta plata le ofrece Passarella para la renovación. Tal vez el número sea mucho menor que el de esta temporada y Ariel no acepte. Hay que esperar un mes y medio, más o menos.
Este es el cuadro de situación que se encontró Cappa al arribar a su sueño de técnico riverplatense. El entrenador llamó el mismo sábado 10 a Matías Defederico, de presente intrascendente en el Corinthians de Brasil. El pequeño delantero le avisó que vendría corriendo a jugar a River. La lista que Cappa le dio a Passarella incluye futbolistas de su más absoluta confianza. Al ya nombrado Defederico, hay que sumar a Paolo Goltz, Patricio Toranzo y Mario Bolatti. En el caso de Bolatti, la situación es difícil porque en Fiorentina es tenido en cuenta. El alternativo es Néstor Ortigoza. Además, a Cappa le gustan dos delanteros de Vélez, de juego bien diferente: Leandro Caruso y Santiago Silva. El nombre de Andrés D’Alessandro es un aporte de los dirigentes, el nombre de prosapia riverplatense necesario para empezar a generar una estructura ganadora más acorde con la historia de River que este promedio de descenso, que empezará a caerle sobre su cabeza como la tortura de la gota china…