Hace un tiempo me encontré por la calle con Miguel Pereira, hoy presidente de la Radio y Televisión Argentina. Debería haberle recomendado que (en Canal 7, en Encuentro, en Incaa TV, en alguna parte) pase las películas de Adam Curtis, algo que intento lograr sin suerte con todos los festivales de cine locales. Me acordé de Pereira cuando ayer vi la última película de Curtis, Hypernormalisation, que la BBC estrenó el 16 de octubre de 2016 y que debería programarse como ejemplo de que un medio público puede justificarse gracias a sus producciones.
Adam Curtis nació en Inglaterra en 1955 y trabaja para la BBC desde 1983 haciendo documentales, aunque él afirma que es un periodista y no un cineasta. El tema de sus películas y miniseries es el poder en la sociedad contemporánea; su método, encontrar un tema y una narrativa que lo presente de un modo entretenido. Sus trabajos se apoyan en elementos convencionales, como la voz en off y las imágenes de archivo, lejos de las supersticiones que definen al documental de arte, de creación o de autor. Pero Curtis es un género en sí mismo porque sus historias, originales y potentes, son también agudos ensayos políticos que se ocupan del origen y el desarrollo de calamidades modernas como el terrorismo, la manipulación de las audiencias y la hipertrofia de algunas ciencias (el psicoanálisis transformado en control social, la cibernética devenida estrategia de banalización, la politología como instrumento para burlar a los ciudadanos, etcétera).
Hypernormalisation dura casi tres horas y cuenta cómo Occidente llegó a una situación parecida a la de la Unión Soviética en los 80, cuando nadie creía una palabra del discurso oficial. Desde hace cuarenta años, dice Curtis, la clase dirigente rehúsa enfrentarse con la complejidad del mundo y se refugia en una caricatura simplificada, a la que ha arrastrado a los opositores y a los artistas, atrapados en sus burbujas autorreferentes (una secuencia en la que Patti Smith demuestra una increíble estupidez parece darle la razón) donde no pueden imaginar un futuro distinto. Pero ese mundo que se protege en su autismo es increíblemente vulnerable a fuerzas exteriores cada vez más violentas, destructivas e incomprensibles. A su vez, esas verdades de pacotilla abren la puerta a los demagogos que prometen terminar con los políticos porque todo el mundo acepta que la política ya no sirve para modificar el mundo.
Hypernormalisation cuenta un millón de historias, desde la del Prozac hasta la de los bombarderos suicidas, desde la demonización de Kadafi hasta la cobardía de Occidente frente a Siria, desde la engañosa dualidad del ciberespacio hasta el efímero auge y el posterior fracaso de los movimientos antiglobales, desde los mitos de la inteligencia artificial hasta la llegada de Putin y Trump, cuyas estrategias de comunicación llevaron a su apogeo la política del perception management que ha terminado por hacer indistinguibles la verdad y la mentira. Todo lo que cuenta Curtis tiene actualidad y se relaciona con lo que vemos a diario. Acabo de ver que el gobierno argentino tiene una dependencia dedicada a “contenidos y estrategia digital” y su responsable considera Facebook como el epítome de la democracia. Al arrogante personaje le vendría bien ver Hypernormalisation.