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Un nacimiento, una muerte y enseñanzas de dos maestros

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Walshwalsh, Kapuscinski. Dos modelos para hacer un periodismo de calidad, ético y valioso. | cedoc

Hace una semana fue el aniversario del nacimiento (1927) de uno de los más ponderados periodistas argentinos, autor de libros de investigación periodística más cercanos a la cruda información que al género de no ficción. Rodolfo Walsh, asesinado por la dictadura en 1977, fue periodista y también activo militante y dirigente de la guerrilla urbana. Nunca pudo ni quiso separar su militancia del ejercicio de esta profesión.

Dentro de una semana se cumplirán 14 años de la muerte de Ryszard Kapuściński, periodista polaco que cubrió 27 revoluciones, fue arrestado cuarenta veces y recibió cuatro sentencias de muerte por sus valientes coberturas en guerras, asonadas, zonas de riesgo. Gabriel García Márquez lo definió como un “verdadero maestro del periodismo y uno de los mejores cronistas del siglo XX”. Kapuściński tenía claro por qué hacer periodismo, para qué, para quiénes: “Mi tema principal es la vida de los pobres. Si sueñan con ser periodistas, no pueden ignorarlos. Los pobres constituyen el 80% de la población de este planeta. La pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada”.

Quise señalar la coincidencia en los tiempos de dos modelos que dejaron su marca y sus enseñanzas (en particular su ética profesional) en generaciones enteras de periodistas comprometidos con el único objetivo válido en este oficio: la búsqueda de la verdad, o el mayor acercamiento a ella. Siguen siendo, sus enseñanzas, parte de la formación y las ideas de quien esto escribe.

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Volver a las fuentes de los grandes maestros se hace imprescindible en estos tiempos en los que la información ha pasado a un plano casi despreciable por buena parte de quienes se dicen profesionales de este métier, tiempos oscuros para la búsqueda de esas verdades necesarias y para revelar aquellas zonas ominosas que el poder pretende mantener ocultas. Por ello es que elegí citar a Walsh y a Kapuściński en este espacio destinado a facilitar a los lectores de PERFIL una mejor comprensión de este oficio.

Walsh escribió libros de investigación que son hoy, todavía, ejemplos de cómo se debe trabajar en ese rubro, tan difícil como revelador. Operación Masacre, ¿Quién mató a Rosendo? Caso Satanowsky son tres de ellos, en los que la trama policial se enlaza a la dramática realidad política. También dejó cuentos, alguna novela y un documento histórico que publicó a un año del golpe de 1976, la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar.  Estaba en la clandestinidad y fue contundente: “El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades”. 

De Kapuściński quedan libros y conferencias, verdaderos manuales de cómo ser buen periodista y cómo hacer buen periodismo. “Para los periodistas que trabajamos con las personas, que intentamos comprender sus historias, que tenemos que explorar y que investigar, la experiencia personal es, naturalmente, fundamental –escribió–. La fuente principal de nuestro conocimiento periodístico son ‘los otros’. Los otros son los que nos dirigen, nos dan sus opiniones, interpretan para nosotros el mundo que intentamos comprender y describir”. Y dijo también: “Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona, se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino”.