COLUMNISTAS
GRAN ACUERDO NACIONAL

Un plan que puede fallar

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Que la Argentina está en un momento difícil parece ser una opinión compartida por la totalidad de sus habitantes. Con mayor o menor dramatismo, algunas organizaciones sociales hablan de “estar en peligro”, y el CEO de Techint, Paolo Rocca, con prudencia, sin embargo, señala que este “será un año difícil en el que habrá que dar algunas noticias ‘no buenas’ porque hay que recuperar el equilibrio”. Todos parecemos concordar en las dificultades de la etapa.
Más como runrún que como propuesta sólida, asoma desde el Gobierno un llamado a un “acuerdo” con la oposición, que algunos denominan solemnemente “gran acuerdo nacional”.
Que la idea sea buena y hasta salvadora no impide analizarla en detalle para ver realmente de qué se trata. Habló del tema el jefe de Gabinete de ministros, Marcos Peña, en la Cámara de Diputados, lugar institucionalmente bien elegido, pero que hubiera exigido algunas conversaciones previas y otro tipo de convocatoria.
Como primera cuestión, el llamado, si se pretende un gran acuerdo en una situación de emergencia, debe formularse desde el más alto nivel, desde la figura del presidente de la Nación.
El llamado de Marcos Peña, que apareció en las páginas interiores de los grandes diarios, habló de un entendimiento para lograr el equilibrio fiscal.
Bueno, se trata de algo instrumental, discutible con el enfoque puramente monetarista del Gobierno, y de bajo vuelo. Tampoco se sabe quiénes han sido o serán convocados, aparentemente es un llamado a los políticos del Congreso, a los empresarios que recibió el Presidente, y a algunos gobernadores que también conversaron con él. Esto no es un acuerdo nacional, al cual deberían ser llamados todos los sectores sociales y políticos, comenzando por la clase trabajadora, que es la que pasa una situación de extremo apriete, cuando se les ofrecen aumentos muy inferiores al costo de la vida (12-15% contra al menos 25%).
Pero admitamos que poco a poco todos serán convocados y llamados al diálogo, porque justamente los opositores políticos y los sectores sociales en situación crítica son los primeros que deben visualizar una esperanza, una vía de salida, y lograr un principio de convenio con el Gobierno. A los del propio palo no hay que convencerlos, porque ya lo están.
Y aquí viene el problema: ¿tiene el Gobierno capacidad ideológica para formular un llamado creíble, abarcador, superador de contradicciones y con capacidad de entusiasmar al pueblo?
Porque convocar a que podamos pagarle en su momento al Fondo Monetario Internacional no entusiasma a nadie. ¿Qué proyecto comunitario puede basarse en poder ampliar nuestra deuda externa, aceptando ajustes en salarios y jubilaciones? Porque al FMI en este país ya lo conocemos, y venirnos con el cuento de la modernización y actualización del organismo es algo que nadie cree.
¿Tendrá el Gobierno capacidad ideológica para superar su enfoque monetarista, de traer capitales golondrina y de asegurarles ganancias de pago seguro con las Lebac y equivalentes? Esta es la duda, porque tendría que abrir un diálogo sincero y hacer una plan económico inserto en un proyecto político de inclusión de las grandes mayorías. De eso se trata. Un planteo vago y genérico no tiene futuro en nuestro país, y menos en una etapa de conmoción social, de protestas y manifestaciones casi diarias en todo el territorio.
¿No ve el Gobierno el grado de insatisfacción y reclamos? ¿No le presta atención? No se trata de asustar a nadie, pero un gobierno debe atender al proceso social, máxime en una etapa de crisis como la actual.
La duda es la capacidad política que tenga el macrismo para comprender el estado del país con ojos que abarquen al conjunto de la nación, y no limitándose a viejos clichés neoliberales propios de una clase social de visión sectaria y limitada. Gobernar es crear trabajo, decía el general Perón. De eso se trata.

*Crítico literario, investigador UBA.