Esta columna dominical se ocupó dos semanas seguidas de comentar, en tono crítico, intervenciones sobre fotografías en ediciones de PERFIL que violaron normas impuestas por el manual de estilo del diario. El reciente suceso que afectó el prestigio de un excelente reportero gráfico mexicano, ganador del Premio Pulitzer en 2013 por sus coberturas de la guerra civil en Siria para la agencia Associated Press, me lleva a tocar nuevamente el tema, con la certeza de que beneficiará a los lectores de PERFIL conocer sus entretelones.
Narciso Contreras es el fotoperiodista, y su confesión de haber adulterado, editándola, una de las fotografías que difundiera AP es un verdadero ejemplo para sus colegas de cualquier región del mundo. Me gustaría dividir la cuestión en dos partes: una, la más importante, es que una fotografía de esta naturaleza no debe ser modificada nunca, sea cual fuere el motivo, porque hacerlo implicaría una estafa a sus destinatarios, que son los lectores; la otra es la actitud honorable de quien cometió la falta al reconocerla, aun a costa de poner en riesgo su prestigio y su fuente de trabajo, como ocurrió porque AP puso fin a la relación contractual con el fotógrafo.
Quiero reproducir algunos párrafos de la carta pública de Contreras, que está circulando estos días por las redes sociales. Dice: “Tomé una decisión equivocada una vez que estaba cubriendo la guerra en Siria y estoy enfrentando las consecuencias ahora. Me avergüenzo de eso, pero no me avergüenzo de hacer lo que creo firmemente es mi deber en la vida, como una persona sencilla y como fotógrafo. No traté de ocultar mi error. Me anticipé a uno de los editores de AP utilizando la imagen alterada recientemente y me trajo graves consecuencias en mi relación de trabajo con la agencia de noticias. No quiero excusarme por haber hecho algo que está penalizado con vigor por la pureza del fotoperiodismo. Soy un ejemplo vivo para los colegas, nuevos fotógrafos y aspirantes del fotoperiodismo de lo que no es correcto hacer. Por favor, tomé mi decisión desafortunada como una lección de oro. La industria será sacudida por un tiempo, pero como parte de la vida, necesitamos el castigo público para enseñar a otros. Sigo siendo la misma persona que era cuando llegué al reconocimiento por lo que he hecho en Siria o cualquier otro lugar”.
Tras criticar con justa razón a AP por tener un doble estándar (castiga al fotógrafo, pero sigue manipulando la información al epigrafiar de manera tendenciosa sus trabajos y los de otros reporteros), Contreras concluye: “Nadie me pidió que fuera a esos lugares y arriesgara mi vida para conseguir una historia para fotografiar; lo hice por mí mismo, y como consecuencia tengo que valorar en cada momento el resultado de mis propias decisiones. Como compromiso moral cuando lo hago mal, me disculpo por ello, y tengo que dar cuenta de mis acciones equivocadas. Llevo a cabo mi deber y mi trabajo y no pido que consideren mi vida, pido que no cierren los ojos ante el sufrimiento y la injusticia de este mundo. (...) Yo no soy la historia. No creo que nosotros, en calidad de testigos, somos la historia”.
El caso es un estupendo ejemplo a transmitir por maestros del periodismo y la fotografía, y una oportunidad para repensar el término “verdad” cuando se cruza por la cabeza la idea de manipular –de uno u otro modo– los elementos de la realidad que el lector merece recibir sin mácula.
Otra vez el Papa. En la edición de ayer, un título de la tapa no tiene correlato con el contenido de la nota interior que lo justifica. Refiriéndose a la visita del jefe del gobierno galo al papa Francisco, el pasado viernes, tras el escándalo generado por el affaire de François Hollande con una mujer que no es la suya, PERFIL dice en su portada: “El Papa ‘sermoneó’ al presidente de Francia”. Atrapa, sin dudas, pero no está sustentado por el contenido de la nota interior, en las páginas 26 y 27. Ni el título ni el texto sugieren, siquiera –ni hablar de informar, o afirmar– que Francisco hizo referencia al tema de la infidelidad de Hollande. Apenas, en la bajada, se formula una pregunta sin respuesta: “¿Misericordia o reto papal?”. Conclusión: nuevamente hubo en este diario un título engañoso en la tapa, y eso no es bueno para los lectores y menos aún para la credibilidad del medio.
Dos perlitas. También ayer, en la página 4, una nota titulada “Brasil monitorea ‘atento’ los vaivenes del Gobierno con la evolución del dólar” carece de firma. Todo texto superior a mil caracteres debe llevar el nombre de su autor. Y en la página 18 hay un título incomprensible: “Cobos y Pino que UNEN abra el juego”. Falta una palabra, o más, para entender qué se quiso decir.