Finalmente, la tristemente célebre Resolución 125 fue derogada. Hemos vuelto al 10 de marzo. Sin embargo, recordando aquello de que “no te bañarás dos veces en el mismo río”, cabe la pregunta: ¿hemos vuelto al 10 de marzo?
Primero, una descripción de la economía del 1° trimestre. El consumo masivo empezaba a dar muestras de desaceleración, por la pérdida de poder de compra de los salarios por la inflación y el menor ritmo de aumento del crédito para consumo. La inversión también mostraba menor evolución, por la incertidumbre en la oferta energética y en los precios de dicha oferta. El único motor que seguía funcionando a pleno era el “shock externo” de precios internacionales de los commodities agrícolas, y su derrame sobre el resto de la economía.
La 125 generó un fuerte freno de la actividad, porque intentaba apropiarse, desde el Estado, exageradamente, de los beneficios de ese “shock”.
¿Qué tenemos hoy? Los salarios y las jubilaciones siguieron perdiendo poder de compra. La inflación no se ha espiralizado, por el freno brusco de la actividad, pero sigue limando los ingresos fijos. El crédito al consumo sufrió plenamente la huida de capitales del 2° trimestre y el brusco volantazo de la política cambiaria y monetaria del Central, que llevó a una apreciación del peso y a subas importantes de las tasas de interés para frenar la huida y evitar sus consecuencias.
En materia financiera, el escenario internacional se agravó en estos meses, reduciendo aún más la posibilidad de financiamiento externo, tanto para el sector público como para el sector privado. Las señales negativas a la inversión persisten, no sólo por las consecuencias políticas del desenlace del conflicto con el campo, sino porque el aumento del precio internacional del petróleo y derivados, incrementó la incertidumbre en torno a los precios y oferta local de energía.
Lo único que queda favorable de ese 10 de marzo es, precisamente, el shock externo positivo de precios agrícolas.
Pongamos, entonces, la lupa allí, por un momento. Los ingresos de los productores agrícolas mejoran claramente respecto de su situación de ayer. Respecto de su situación al 10 de marzo, hay que hacer las cuentas. Los precios internacionales aumentaron algo –en parte por la “ausencia” de la Argentina en la oferta– pero también subieron fuertemente los insumos y los costos de producción, por la suba del petróleo.
Puede suponerse que la baja del dólar les reduce los ingresos en pesos, pero también los costos en pesos de insumos importados. En promedio, la situación se debe parecer al 10 de marzo, o será levemente mejor. Aunque hay que considerar graves problemas climáticos en zonas productoras.
Si sumamos, ahora, todo lo anterior, nos queda: salarios y jubilaciones algo peor. Escenario internacional, señales a la inversión, crédito, tasas de interés, competitividad cambiaria industrial, algo peor. Shock externo agrícola, levemente mejor o igual, dependiendo de la situación climática. El resultado es que, probablemente, el río en que nos bañamos hoy tiene las aguas más frías.
Pero falta considerar algunas cuestiones. Primero, el efecto de corto plazo de la “actividad reprimida” de estos meses por expectativas e incertidumbre. Claramente, si se concretan las decisiones de gasto postergadas en el 2° trimestre, no sólo por el campo, podremos vivir un “veranito” en invierno. Segundo, la reacción del Gobierno por su propio gasto, en busca de recuperar “amores perdidos”. Aumentos de jubilaciones, de salario mínimo, reducción de impuestos. Tercero, el efecto de este eventual aumento del gasto, sobre la inflación. Cuarto, y a propósito de esto último. ¿Volverá el Central a la política cambiaria y monetaria previa tras la crisis de expectativas? ¿O mantendrá restricciones, dado el peligro de más inflación y las dificultades financieras externas?
Como se ve, no resulta fácil responder cómo sigue la película en el corto plazo. Mucho más, después que el voto de Cobos puso fin al gobierno del Presidente Kirchner. Ahora, la presidenta Cristina se encuentra ante la encrucijada de cambiar de fondo la política fiscal, de precios y de subsidios de su marido, empalmando el “veranito” posible, con una política de crecimiento de largo plazo. O insistir en “más de lo mismo”, subiendo más la temperatura de corto plazo, a riesgo de una peligrosa aceleración inflacionaria y fuerte enfriamiento posterior. Ya se verá en qué río nos bañaremos.