COLUMNISTAS
poco para rescatar

Un torneo que sólo dejó el gol de Palermo y la frustración por Messi

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Hay imágenes que ayer vi en el estadio Green Point, en Ciudad del Cabo, que jamás olvidaré. Y todas, claro, tienen que ver con la gente. Vi, como muy pocas veces, la ilusión reflejada en miles de hinchas. Porque debajo de las remeras celestes y blancas, detrás de las pinturas que enmascaraban los rostros, se escondía el entusiasmo que había nacido hace veinte días en Johannesburgo. Y vi, también, cómo esa ilusión se hizo añicos: gente llorando, desconsolada, buscando respuestas quién sabe dónde. Ese contraste tan marcado que en apenas dos horas llevó de la euforia desmedida a la frustración lo vi pocas veces en mi vida. Pero eso fue lo que sucedió: la sombra de la misión incumplida cayó sobre cada uno de los hinchas argentinos que soportaron el 4-0. El cross a la ilusión fue demoledor.
 

Entonces, queda preguntarse si esa ilusión que nos llevó a imaginar la foto de Leo Messi levantando la Copa del Mundo el 11 de julio no fue un desborde de pasión, un acto no racional. Claro, este interrogante surge hoy, apenas un par de horas después de que Alemania haya barrido de manera concluyente con el sueño argentino. Pero la conclusión es inevitable: cuando nos agarró un equipo bien plantado nos pasó por arriba. Debemos asumir que Alemania no es México, que ayer fue superior en todos los sectores, física, mental y futbolísticamente. Por eso, también, es que esta eliminación me dio menos bronca que la del Mundial anterior. En 2006, la Selección nacional quedó afuera, también contra Alemania, pero en un partido que pudo haber ganado y que se definió por penales. Lo de ayer, en cambio, no deja margen para la discusión.
 

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Ahora comienzan tiempos de balance. Tenemos que tratar de enfriarnos, de dejar de lado el dolor que padecemos por esta goleada que expulsó al equipo de Diego de Sudáfrica, y pensar en lo que viene. La imagen que dejó el Seleccionado plantea un montón de cosas que, como en cualquier otro ciclo, oscilan entre lo bueno y lo malo. Pero yo soy un convencido de que no hay que cortar los proyectos, sobre todo cuando en el plantel hay muchos jugadores que van a tener su revancha. En la conferencia de prensa que dio después del partido, Diego le puso puntos suspensivos a su continuidad. Pero, si bien decirlo hoy suena a conformismo, no debemos olvidar que el año que viene se juega la Copa América en nuestro país.
 

El Mundial de Sudáfrica tiene estas cosas: Brasil se quedó afuera, Uruguay pasó a semifinales y Argentina se retiró humillada. Es raro: el equipo de Maradona, que no era Brasil pero que a priori se lo podía suponer como superior a Uruguay, tiene que mirar por televisión cómo sigue su camino la gente del Maestro Tabárez que, después de la hazaña por penales ante Ghana, se la podría definir como la Argentina de Italia ’90. Ahora la Copa quedará para Alemania, tal vez para Holanda, o en una de ésas para Uruguay. Sudáfrica 2010 da para todo.
 

¿Qué nos quedó? No mucho. Experiencia, en principio. Dicen que las derrotas dejan sabiduría. Queda esperar que se haya aprendido la lección para no repetir las cosas que no se hicieron bien. Rescato, también, la imagen de Juan Sebastián Verón mirando desde el banco de suplentes un partido decisivo, en el que no se podía dar ventajas. Queda, además, el gol de Martín Palermo contra Grecia como el momento más feliz de la Selección, y el choque con México, cuando Argentina ganó y pasó a cuartos de final pero no convenció. Pero, por sobre todo, me quedo con una frustración: este Mundial quedará como aquel en que nos quedamos con las ganas de disfrutar el partido que hubiera consagrado a Lionel Messi.


*Desde Ciudad del Cabo.